Literatura

Una cartografía de la literatura cesarense

Redacción

21/05/2013 - 12:00

 

Oscar Ariza Daza Los estudios sobre la literatura cesarense avanzan paulatinamente conforme va creciendo su horizonte. Su  camino es todavía joven –al igual que la fecha de nacimiento del departamento–, y sin embargo, ya es posible realizar una primera cartografía que incluye a los precursores y grandes representantes de cada género.

Algunos estudiosos expusieron este año –en unas conferencias organizadas por el Banco de la República de Valledupar– unas primeras investigaciones que recrean el mapa de la literatura cesarense de los años 70 y 80 (años en los que aparecieron las primeras publicaciones).

Melfi Campo Torres, profesora y licenciada en lenguas modernas, fue una de las ponentes. Con ella pudimos reconocer algunos nombres relevantes de los inicios de la literatura cesarense como son José Francisco Socarrás Colina, Álvaro Morales, Bethoven Arland o Cesar López Serrano.

Del primero, José Francisco Socarrás Colina, Melfi Campo lo describe como uno de los pioneros que destaca por su compromiso social y su marcado espíritu crítico (que también define a la mayoría de los cuentos y obras publicadas en los años 60 y principios de los 70).

Los cuentos de José Francisco Socarrás, publicados en una revista de Bogotá llamada Comando, fueron recopilados en 1961 en el libro “Viento de trópico” y constituyen, según la licenciada en lenguas modernas, una de las primeras obras literarias con un marcado carácter cesarense.

Las siguientes obras representativas del Cesar aparecieron a mediados de los años 70 como consecuencia de distintos concursos literarios organizados a nivel nacional y regional. Sin embargo, cabe preguntarse por qué motivo se mantuvo un silencio de más de quince años.

A esta pregunta, Melfi Campo considera varios factores. Uno de ellos es la economía basada en una producción elevada de algodón en Agustín Codazzi que tuvo como mayor consecuencia una escasez de brazos en todo el departamento. Luego se destaca la apuesta de muchos jóvenes por estudiar afuera (y olvidarse de un proceso de escritura que incluyera al departamento del Cesar) o incluso la falta de revistas culturales o círculos que apoyaran la creación literaria.

El silencio se rompe finalmente con la publicación en el año 1976 del cuento de corte socio-político “Yo sabía” de  Consuelo Araujonoguera, ganador del concurso de cuento “Cote Lemus” en Cúcuta. Esta publicación marca el inicio de un periodo en el que la violencia se impone como temática representativa en la literatura del departamento (y de la nación en general).

A continuación  las publicaciones se aceleran en los años 80 con la aparición de “Vida y asombro de Don Ruma” de Álvaro Morales y “Lo que nunca supo Timotea” de Zamira Vence.

La organización de concursos literarios a nivel departamental a partir del año 1986 impulsa e incentiva el esfuerzo de creación literaria. Asimismo descubrimos el relato “Si lo hubieras dejado vivir” de Mary Daza Orozco, ganador del primer concurso de cuento del Cesar (1986) al que siguieron otras obras del escritor Beethoven Arlant y Javier Peralta (ganadores de las ediciones posteriores).

Ante estos intentos de cartografiar la literatura del departamento, el licenciado en lenguas, Oscar Ariza Daza, subrayó las dificultades e implicaciones en términos investigativos. “Definir el campo de la literatura del país vallenato implica relacionar textos con la cultura local, la oralidad y diversas características regionales”.

También reflexionó sobre la marginalización de ciertos textos y los motivos para que no llegaran a difundirse. “La lejanía del poder político puede ser motivo de la invisibilización de la literatura cesarense”, expresó.

Los antagonismos entre capital y provincia han impedido que ciertos autores y textos reciban su debido reconocimiento, y, en ese contexto, es necesario crear unas delimitaciones claras donde la tradición literaria sea aceptada e identificable. Un ejemplo es el caso de las ciudades como Cartagena o Barranquilla que siempre han sido consideradas como las más representativas de la región Caribe, marginando de esta manera otras ciudades como Valledupar o Riohacha.

“A Gabriel García Márquez se trató de apartarle de los canones porque los autores que habían influido en su mayoría en él eran extranjeros”, explica Oscar Ariza Daza para recalcar la facilidad con la cual se puede estigmatizar y rechazar una obra o un autor clave dentro de un territorio o una identidad.

Según el profesor de lenguas, es preciso ver más allá del siglo XX e integrar otros referentes para entender la evolución de la literatura del Cesar. Entre ellos están el obispo Rafael Celedón (nacido en San Diego y autor de un sinnúmero de obras, casi todas publicadas en Francia antes de llegar a Colombia) y Rafael Carrillo Lúquez (el creador de la filosofía moderna en Colombia).

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