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Redes sociales y movimientos sociales: el caso del paro agrario

Enoin Humanez Blanquicett

12/05/2014 - 12:05

 

Redes sociales y movimientos sociales: el caso del paro agrario

Foto: El EspectadorEl 26 de agosto de 2013, después de haber participado de un cacerolazo en Bogotá en apoyo a los campesinos que realizaban el paro nacional agrario en Colombia, Juana Gonzales Alonzo envió a sus amigos virtuales un mensaje, que resulta revelador sobre lo que significan las nuevas dinámicas sociales, que han emergido con las redes sociales: “Estoy sorprendida. En realidad las redes sociales sí han logrado lo que la izquierda nunca ha podido. Me siento muy orgullosa por esta movilización. Yo también salí con mi ollita a protestar”.

El cacerolazo de apoyo a los campesinos fue convocado a través de las redes sociales y aunque González Alonzo no se hubiese dado cuenta, al origen de la convocatoria estaban los sectores sociales, que componen la izquierda colombiana. No en vano Juanita León sostuvo en La Silla Vacía que “con el paro, el Polo gana fuerzas”, porque con los bandazos dados en el manejo del paro, el presidente Santos “le está haciendo la campaña al Polo”. En opinión de León, el paro se convirtió en “un escenario de campaña para hacer explícitas” las tesis del Polo, que fue —según ella— el único sector político que salió ganador de la protesta, porque el presidente Santos —con sus acciones equivocadas— se convirtió en “su mejor estratega de campaña”.

Dejemos de lado el asunto de los posibles cosechadores de los beneficios políticos del paro agrario colombiano para volver al asunto de cómo las redes sociales y los blogs morigeran al poder y lo regulan de manera eficiente. Sin duda alguna, un buen ejemplo de eso es lo que pasó en dicho paro.

Sobre la manera como los manifestantes explotaron las redes sociales para agitar el paro, el diario El Pilón de Valledupar puso a disposición de sus lectores una muestra bien lograda, sobre cómo la gente se valió de las redes sociales para agitar la manifestación, controvirtiendo las posiciones del gobierno y usando el humor y el insulto como medio de propaganda. Como bien lo documentó El Pilón, en las redes sociales abundaron “las críticas al gobierno de Juan Manuel Santos y a sus contradicciones frente al paro agrario”.

Por su parte, la BBC resaltó el rol que jugaron las redes sociales para despertar la solidaridad de los sectores urbanos con la protesta. Su reportaje resalta la manera como a través de ellas se difundieron “las denuncias de abusos por parte de las fuerzas de seguridad” contra los manifestantes, en su determinación de mantener abiertas las vías que conectan a las regiones productoras de alimento, con las principales ciudades y los puertos del país.

Las imágenes de los abusos cometidos por parte de las fuerzas policiales difundidas por Twitter y Facebook ayudaron a forjar un sentimiento de simpatía hacia a los campesinos, que se manifestó en dos etiquetas virtuales: “Lo que es con los campesinos es conmigo” y “Yo me pongo la ruana”. La indignación por los abusos de la fuerza pública y la actitud despreciativa que asumió el gobierno frente a la protesta llevó a que sectores sociales urbanos convocaran vía Twitter un “cacerolazo nacional en favor del paro”.

Otro ejemplo de la manera como la gente ha usado las redes sociales para hacer sentir su solidaridad con la protesta e influenciar a los medios sobre el carácter justo de las demandas de los campesinos quedó patentizado al día siguiente del cacerolazo. Ese día el bloguero Simón Posada recogió en su entrada, en el tradicional diario El Tiempo, el espíritu de un póster que había hecho carrera en Facebook a lo largo de la semana del paro. El objeto de la postal era contestar una frase del presidente Santos, que negaba el levantamiento campesino. A la frase de Santos “ese tal paro nacional agrario no existe”, le respondió un creativo anónimo, que sostenía: “El paro nacional agrario no existe” y “tampoco existe el presidente que niega el paro”.

El juego de palabras fue recogido por Posada, que desarrolló la idea, imprimiéndole a la frase del presidente un contenido político subversivo. Según posada “El paro agrario no existe”, como “Tampoco existe el presidente que salió a decir que el paro no existe. Y aun peor: no existe el país que gobierna ese presidente que no existe”.

Sin exagerar se podría decir que fue gracias a las redes sociales como los sectores afectos y participantes del paro lograron invertir el reporte de fuerzas. A partir de ellas se desarrollaron una serie de acciones que hicieron bajar al presidente de su torre de marfil y lo forzaron a tomar en serio dicho movimiento social. A eso contribuyó, sin duda, la frase desafortunada que resaltamos anteriormente, a la que los internautas le dieron un giro deliberado que reorientó su sentido retorico-político. Con el paso de los días la frase del presidente se retornó contra él y, como concluye Posada, al negar el paro “Santos embistió con su lanza y, sin darse cuenta, se la clavó él mismo”.

En otros tiempos la frase desafortunada del presidente Santos no hubiese alcanzado esa capacidad de impacto propagandístico. Nadie hubiese podido, después de aislar la parte explosiva de la frase presidencial del resto del discurso y de complementarla con una frase de su cosecha, ponerla a correr por el mundo sin desembolsar una suma cuantiosa de dinero. Sin embargo, gracias a las redes sociales, la gente del común terminó mandando el mensaje de que el presidente al negar el paro negaba también su capacidad de dirigir al país. El creativo de garaje, que aprovechó el resbalón de Santos, nos demostró que en épocas de redes sociales el poder no sólo pasa por los palacios presidenciales y la capacidad de modelar la opinión pública no pertenece únicamente a los medios tradicionales de información.

Valiéndose de la frase desafortunada de un discurso presidencial, los activistas de las redes sociales pudieron echar abajo, como bien lo anotó Yolanda Reyes en su columna de El Tiempo, la “negación presidencial y mediática” de “ la crispación creciente que se apoderó del campo”, mientras “Bogotá ni se enteraba”. Las redes sociales pusieron en evidencia “la negligencia de los medios” tradicionales, que sobre la materia trataron de informar al país valiéndose solamente de los comunicados redactados por “los jefes de prensa palaciegos” y las opiniones de los funcionarios gubernamentales responsables de la política social.

Sobre la manera como en las redes sociales se minó la posición del gobierno, usando el propio discurso del presidente, Vanguardia Liberal anotó: “En las redes sociales se burlan del gobierno de Santos (...) por sus contradicciones frente al paro agrario”. La nota fue ilustrada con una variedad de pósteres y mensajes recuperados en las redes.

De otro lado, como lo registró un reportaje del periodista Juan Carlos Agiar, de Noticias Univisión, las redes sociales fueron claves para denunciar la brutalidad de las fuerzas policiales contra la protesta campesina. Las imágenes difundidas allí generaron la indignación de amplios sectores urbanos, que se valieron de ellas para movilizar el apoyo citadino al paro. Así lo mostró la BBC en un reportaje en el que se destaca que las redes sociales fueron esenciales para despertar la solidaridad de los habitantes de las ciudades frente a los problemas por los que pasan los habitantes del campo.

Por su parte Caracol Radio informó que Alejandra Manrique convocó en Alemania “a una manifestación a través de las redes sociales para demostrar que desde la distancia también apoyan el paro”. En Montreal, diferentes actores sociales convocaron a una manifestación y jornadas de reflexión frente a la Catedral de Notre Dame para apoyar el paro. En fin, para direccionar las acciones de solidaridad en diferentes partes del mundo, se creó una página en Facebook: la página Solidaridad Internacional al Paro Agrícola Colombiano. Allí se difundieron fotos, videos, caricaturas y todo lo relacionado con la manifestación.

En conclusión: las redes sociales sacaron al paro agrario colombiano del congelador al que lo quisieron meter tanto el gobierno, al negarlo, como los medios de información tradicional con un cubrimiento parcial y parcializado. El vuelo que alcanzó la protesta, cuando se apropiaron de ella los activistas de las redes sociales, y el temor a que ésta se transformara en un gran levantamiento social en su curso por ellas fue lo que llevó a los editores de la revista Semana a preguntarse: “¿Son los paros la chispa de una ‘primavera’ a la colombiana que, como en el caso árabe y de la plaza Taksim en Turquía, buscan profundas transformaciones democráticas? ¿Constituyen las marchas de apoyo a los campesinos el equivalente nacional de los Indignados europeos y de Wall Street que se levantan contra el sistema económico? ¿O la combinación de paro agrario y marchas urbanas puede explicarse con las mismas claves de rechazo a los políticos que caracterizaron las protestas recientes en Brasil? ¿O, más bien, son protestas sectoriales que defienden intereses específicos y son manipulados por otros intereses a la hora de salir a la calle?”.

Parece ser que los editores de dicha revista esperaban que fuera lo último; por eso no dudaron en sostener que “en la ‘rabia’ colombiana hay de todo un poco”, pero ésta no “clasifica en una manifestación de indignados”, aunque existan “quejas económicas contra los tratados de libre comercio y las medidas de liberalización de los mercados”.

Sostuvieron los editorialistas que, si bien es cierto que hay “una constelación de grupos” que se movilizan para hacer oír sus quejas, este movimiento no se compara con “la reacción de 4 millones de brasileños”, que salieron “a manifestar su descontento contra la clase política”.

En todo caso, tuvieran o no razón los editorialistas de Semana, lo único que dejó claro el paro es que en Colombia las redes sociales están contribuyendo con la creación de una ciudadanía activa, que está vigilante y atenta de lo que sucede en el país, y que parece estar dispuesta a movilizarse cuando se hace necesario denunciar aquello que considera injusto.

El hecho es en sí solo una buena noticia. Sobre todo después de la profunda destrucción del tejido social que se produjo después de la década de 1980, en el marco de una guerra sucia que criminalizó la protesta social de los actores civiles, en el afán de ganarle —a como diera lugar— la guerra a la insurgencia armada.

Finalmente, como lo resaltó Diana Espitia, una comentarista de pósteres de Facebook, las movilizaciones sociales nos están demostrando que Internet, como medio de comunicación masiva, es una herramienta de alto valor estratégico. Ella, con todos sus derivados y con las posibilidades que ofrece para la articulación de medios de comunicación e información alternativos, les permite a las personas formar sus puntos de vista sobre la realidad que lo circunda, a partir de atalayas diferentes.

Gracias a ella, aquellas personas que no tienen los medios suficientes para comprar un periódico o el tiempo suficiente para ver tv pueden terminar informándose de lo que está pasando en su país y el mundo a partir de lo que les comparten sus amigos, de lo que leen en los foros o de lo que les hacen llegar blogueros, que se dan a la tarea de promocionar sus puntos de vista sobre los sucesos cotidianos.

 

Enoin Humanez Blanquicett

 

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