Música y folclor

El Vallenato protesta (II)

Luis Carlos Ramírez Lascarro

18/05/2022 - 05:00

 

El Vallenato protesta (II)

 

Otra cara de la protesta vallenata que alimenta no sólo la poética sino la novelística y toda literatura nacional desde los años cincuenta es la cara de la violencia, principalmente la de la vida pública, tema recurrente en Colombia desde los inicios de su vida republicana.

Este acercamiento reiterativo a la violencia no siempre ha sido efectivo para combatir la desmemoria colectiva, la falta de coraje o el temor impuesto que no permiten asumir la verdad de las distintas formas de violencia que han cercado la realidad histórica nacional.

Sin embargo, uno pocos toman conciencia de ello y tienen el valor de aventurarse en un ejercicio creativo que sirva de denuncia o lamento y tratan de hacer sentir su voz a pesar de los señalamientos que esto les pueda causar e incluso, las censuras en los medios de comunicación, las disqueras y hasta en los festivales.

La samaria Hortensia Lanao, primera mujer en ganar en la modalidad de canción inédita vallenata en el XXVIII Festival, en 1995, viendo la forma en la que Valledupar estaba siendo azotado por la violencia que, incluso, llegó a poner en riesgo la realización del certamen, convencida de que cantar era una de las fórmulas para alejar la maldad, hilvana en su canción, ¿Qué hago Señor? el dolor y la desesperación de todos sus paisanos, llegando a constituir más que una protesta a un agente indeterminado del mal, una oración de súplica descarnada y dolorida.

 

Quiero que vuelvan los tiempos

aquellos momentos de felicidad

quiero abrirle el pecho

sembrar sentimiento, borrar la maldad.

 

Miro al cielo buscando la salida

de este camino incierto para vivir

en mi Valle, Valle de mis ensueños

ese que tanto quiero y hoy veo sufrir.

 

En esta misma línea de la violencia, causada por agentes difíciles de definir por sus intrincadas redes que, recurrentemente se entrelazan y encubren mutuamente, el maestro Emilianito Zuleta Díaz, Rey de Reyes de la canción inédita vallenata en 1997, precisamente en la canción que logró esta distinción, llega incluso a ofrecer sus manos,  lo único que tiene en la vida, como ofrenda para poder ver de nuevo a su Valle querido transformado en un lugar de paz y progreso.

 

Ya no es el Valle que conocí aquel día,

cuando en el Loperena ¡ay! lo comencé a querer.

Yo era un muchacho que a veces amanecía

tocando serenata subido en un andén.

 

Ya no se puede tocar por las calles

así como anteriormente se hacía,

de cualquier parte un disparo nos sale,

ya uno no vale lo que antes valía.

 

Aquí ninguno responde por nadie

ese es el plato de todos los días.

 

En el álbum Vallenato con estilo, de 2010, de Oscar Camelo, apareció la canción: Callaron las risas, de autoría de José Amín Díaz, canción que no solo es un claro testimonio de la violencia que ha desangrado al país desde siempre, sino que es una canción que da una muestra clara de que el vallenato narrativo no está muerto de parte de los creadores, sino de parte de los comerciantes musicales, quienes dictan que suena y que no en las estaciones de radio. Esta es una canción que, al describir los hechos que denuncia, reivindica también el lugar que se le ha negado a las canciones juglarescas que caracterizaron al vallenato desde sus orígenes hasta su banalización comercial.

 

Hablo por los niños que están sin padre,

que también llevan la misma bandera.

Los mismos que dejaron sus parcelas

para pedir limosnas en la calle.

 

Son inocentes blancos de la guerra,

les callaron las risas a sus vidas.

No pueden caminar, si están sin piernas,

por culpa de esas minas explosivas.

*

Cuanto yo diera para que la risa

vuelva a los niños que un día se callaron.

Ese fue el día que a un padre se llevaron

y mas no se volvió a tener noticia.

 

Cuantos desplazados por la violencia,

se van pa la ciudad a buscar ayuda,

pero allá todos les cierran las puertas:

entonces la ciudad más los tortura.

 

En la canción El cambio social, se continúa la denuncia de las consecuencias que ha dejado esa guerra absurda en la que el país permanece inmerso, sólo cambiando los nombres de los actores, en algunas ocasiones, mostrando el punto de vista de un desplazado que llega a la ciudad con el anhelo de recuperar algo de lo que perdió en su pueblo, sin imaginar que la selva de cemento es aún más inclemente que el campo del cual proviene.

 

Soy el hombre marginado

que hasta la ciudad llegué,

campesino colombiano,

sincero y de buena fe.

 

Buscando amor, justicia y paz

lo que he encontrado es calamidad,

el pueblo exige cambio social:

¿Colombia quién te lo dará?

 

Para que viva tu gente

como en verdad se lo merece

 

Soy campesino que vengo

de orilla del rio Cesar,

soy el propio sufrimiento

que nadie quiere calmar.

 

Wiston Müegues en su canción la estratificación, de 2001, llega a ser más gráfico en su descripción de las penurias afrontadas por los desplazados que llegan a engrosar los cinturones de miseria de los grandes y medianos centros urbanos del país. Sus imágenes no tienen antecedente en la denuncia vallenata por su clara inmersión en el mundo urbano que a sus predecesores es ajeno. Otros relatos, también situados en la ciudad, se desarrollan desde la nostalgia de lo perdido en el campo: este se desarrolla desde la vida asumida y nuevamente desbaratada en la ciudad.

 

Mi compadre Cerbelión vino al Valle desplazado,

hizo con cartón y palos un rancho en una invasión,

y por la estratificación va a tener que abandonarlo.

 

Él no era ni estrato cero y lo pasaron para el cinco,

es un pobre jornalero que lucha el pan de sus hijos,

le aumentaron los servicios sin motivo y sin razón.


Él vive en una invasión y que vive en Novalito.

le quedaron los muchachos este años sin estudiar,

él los fue a matricular y le cobraron por estrato.


pobre del compadre mío hoy se alumbra con mechón,

va a coger agua en el río y usa la plancha e’ carbón,

le cocinan el fogón con unos chamizos secos.


Le tocó que abrir un hueco pa’ una taza campesina,

y hasta mató su gallina para hacerse un abanico,

pobre de mí compradrito ya no sale ni a la calle,


Yo si conozco el detalle y es su mala situación

y lo mismo de Cerbelión hay mucha gente en el Valle.

 

Estos desplazamientos forzados traen otras variantes de violencia que Daniel Celedón, abogado de profesión, ha sabido plasmar muy bien en dos composiciones: La lavandera, grabada con Ismael Rudas en el álbum: Tesoro musical de 1982 y Mujer marchita, grabada por Jorge Oñate y Juancho Rois, en el álbum: El cantante, de 1983. Ambas canciones son retratos de duras realidades que, si bien no son consecuencias directas de la violencia, muchas veces son sólo la única opción que les queda a esas mujeres despojadas de sus pertenencias e incluso sus dignidades.

En la primera canción nos da cuenta del sufrimiento de las mujeres que se parten el lomo lavando las ropas ajenas en busca de unos cuantos pesos para su subsistencia y las de sus más queridos.

 

Yo te vi que venias entristecida,

se dibujó el cansancio de tu dolor.

Que mal te ha pagado la vida,

que manos tan encallecidas,

derramando tanto sudor.

Jornal de burbujas y espinas,

tantas ilusiones perdidas,

laborando de sol a sol.

 

Lavandera que vas sufriendo

y en tu silencio lloras tu quejas,

vas expuesta cual hoja al viento

con cargamento de ropa ajena.

De pasar el agua corriendo

quizás va huyendo de tantas penas,

y en lavasa de mundo negro

se va fundiendo tu piel morena.

***

Lavandera de poca sombra,

nadie te nombra, nadie te llama,

y en tu casa hay llanto de sobra,

si lo que cobras ya no te alcanza.

Cada aurora un bojote e ropa

y en cada gota se te va el alma..

Forjadora, visión de pompa,

jabón que engloba desesperanzas.

 

En la segunda su relato es más crudo, cargado de imágenes sobre cogedoras que no sólo retratan el drama de las mujeres que deben vender su cuerpo para subsistir, sino que señala a la sociedad que las lleva a esta situación dolorosa y denigrante.

 

Cuando va a comenzar la noche comienza tu día,

maquillada con mil colores para lucir más.

Contáme donde esta lo alegres de tu triste vida,

vendiendo puñados de amores pa’ ganar el pan

 

La sociedad que te corrompe luego te margina,

muchacha autómata del vicio ¿para dónde vas?

Cicatrizaron en tu cara todas tus heridas,

pero la que lleva tu alma nunca sanara.

 

Desde niña te marchaste de tu casa,

convencida de que habrías de regresar,

y hoy la vida te ha mostrado sus espaldas,

tu partida, sigue su recta final.

 

Mujer marchita, de alma y fecunda,

pobre criatura sin ninguna redención:

Sola entre la multitud, que comercia con tu amor,

al irse tu juventud, baja tu valoración.

Estas realidades complejas que el cantor vallenato ha sabido retratar de manera tan eficaz no son imágenes relegadas al pasado en este universo musical como se suele creer. Al margen de las grandes cadenas distribuidoras y comercializadoras e incluso de los conciertos multitudinarios y, por supuesto, al margen de la bendición de la organización del Festival vallenato se encuentra el grupo de Horacio Mora y Lucho Cobo, músicos de estirpe sabanera que desde la aparición de la afamada canción Osama Bin Laden, grabada en 2006, en la cual dan una visión muy costumbrista de los hechos del once de septiembre u hacen eco de la sentencia de muerte promulgada por el presidente Bush al jefe Talibán, no han dejado de presentar canciones de corte narrativo y picaresco con las cuales en ocasiones presentan hechos jocosos de la vida cotidiana de los pueblos del caribe colombiano y en otras realizan, también, un acertadísimo retrato de la situación actual del país, sobre todo de sus periferias.

Sólo presentaré cuatro de sus canciones que se ajustan a la temática de denuncia y que son difíciles de rastrear en cuanto a datos de grabación, pero de fácil acceso en la popular red social YouTube: El moto taxista, Familias en acción, El alcalde embustero y El TLC.

En la primera canción, una puya de esas que ya casi no se graban, nos muestran las penurias de un hombre que en medio de su desesperación decide dedicarse al transporte informal en su motocicleta, con la mala suerte de que termina perdiéndola en un puesto de control policial.

 

Por la mala situación que hay en mi patria chica,

buscando una solución, me metí a moto taxista.

Yo me gané en una rifa una FZ cincuenta.

Me puse a saca la cuenta: puedo hace mis carreritas

ella esta vieja y feíta, pero sé que tiene fuerza.

Salí a trabaja temprano y me paró el loco e la Lucha,

que me dijo con angustia llévame hasta Canta claro.

Cuando se montó el Mampano una llanta se espichó,

el motor se le fundió, los frenos se le dañaron,

por la calle quedé yo con la moto de la mano.

 

Salí a buscar por la cuarta a ver quién me la arreglaría,

Y caí llegando al puente en un retén de policía.

Me pidieron pase y yo que pase iba a tener,

les mostré el seguro pero ya estaba vencido,

dijo el agente: Pa ve su chaleco reflectivo,

su casco de patrullero, las luces intermitentes,

y hasta un permiso vigente para cargar parrillero.

Pensaba en la multa, más o menos de quinientos,

me daba tristeza ver mi moto detenía

¿Con que consigo el sustento de toda la familia mía?

 

Lleno de resentimiento le grité a la policía:

¡Cójanla pa ustedes, quédense con ella,

que apenas consiga me voy a compra una nueva!

¿Por qué me quitaron mi moto viejita,

acaso es pecado meterse a moto taxista?

 

La segunda canción es la denuncia de la sinvergüencería en que se han terminado convirtiendo varios de los programas estelares del gobierno, cuando, sin tenerse ningún tipo de control sobre el uso dado a los subsidios dados, muchos de esos beneficiarios desperdician esos dineros, que deberían será para sus hijos, en trago y parranda.

 

En esta vida compae existen amigos,

miren que vaina como está la corrupción.

Ya no trabajan pendientes a los subsidios

que reciben de Familias en Acción.

 

El vividor no contento con eso,

vino y metió la carta de desplazado.

El maldecio to le sale derecho,

ya tiene un año de está recibiendo pago.

 

Ya no quieren trabajá, pa seguí tomando ron,

están pendiente pa cobra las Familias en acción.

 

Me da tristeza y no puedo hacer nada,

mi pobre patria está llena de injusticia,

con tantos niños que andan por la calle,

muriendo de hambre y usté la desperdicia.

 

En la tercera canción hacen eco del inconformismo que muchas personas sienten con la clase política dominante, quienes suelen enredar a sus prosélitos con promesas que luego olvidan al llegar al cargo anhelado.

 

Vengo a contarles la historia del alcalde de mi pueblo,

cuando vio que iba perdiendo ofreció el cielo y la gloria:

Voy a hace un cambio profundo, pa ayudar al pueblo entero,

les prometo que en enero habrá puesto pa todo el mundo.

 

To los alcaldes son embusteros, voy a nombrarte, pero en Enero.

 

Vean que problemón tan grande en el que me he metio yo,

esperando que el alcalde cumpla lo que me ofreció.

Mucho hombrecito tramposo, me tiene desesperao,

Ya tengo el pelo canoso, esperando al condenao.

 

La cuarta canción es, ante todo, una burla ante la desacertada política estatal que pretende poner a competir, sin garantizar protección a los productores colombianos, a los campesinos y demás productores del país, con los de grandes potencias extranjeras.

 

Ahora con el TLC todito esto va a cambiar:

Mucha gente prepará, otros no hayan que hacé.

Vendrán carros de caché, otros comprarán burbuja,

yo me voy a compra una burra para no andar más a pie.

 

El alcalde de Turbaco le dio fama a un burro fino,

Con visa pa transportarlo directo a estados unidos,

Y le advirtió de una vez que a la mujé no la dejara

Y que además le enseñaran a rebuznar en inglés.

 

Con estas canciones de Horacio Mora y Lucho Cobo que, seguramente serán reprobadas como no vallenatas por los pretensiosos puristas de la música de acordeón, termino mi rápido e incompleto recorrido por la variopinta protesta vallenata, una arista de la literatura musical de nuestro caribe poco conocida y aún menos reconocida en su plena dimensión. Periplo realizado con la intención no sólo de mostrar esta forma de canción protesta que, a pesar del mercado se ha mantenido en el vallenato, sino de sentar mi propia protesta frente a las instituciones que se han encargado de proscribir las letras con contenido de los espacios de difusión masiva e incluso de los concursos que aparentemente son para preservar lo más puro y loable del folclor. Deberían recordar que el arte es, prácticamente, el único medio que nos queda para conjurar nuestras penas y negar y negarse a esa oportunidad es vulgar cobardía.

 

Luis Carlos Ramírez Lascarro

Acerca de este artículo: Esta es la segunda parte del ensayo “El Vallenato protesta”, del autor Luis Carlos Ramírez Lascarro (1984). La primera parte puede leerse en este enlace

Sobre el autor

Luis Carlos Ramirez Lascarro

Luis Carlos Ramirez Lascarro

A tres tabacos

Guamal, Magdalena, Colombia, 1984. Historiador y Gestor patrimonial, egresado de la Universidad del Magdalena. Autor de los libros: La cumbia en Guamal, Magdalena, en coautoría con David Ramírez (2023); El acordeón de Juancho (2020) y Semana Santa de Guamal, Magdalena, una reseña histórica, en coautoría con Alberto Ávila Bagarozza (2020). Autor de las obras teatrales: Flores de María (2020), montada por el colectivo Maderos Teatro de Valledupar, y Cruselfa (2020), Monólogo coescrito con Luis Mario Jiménez, quien lo representa. Ha participado en las antologías poéticas: Poesía Social sin banderas (2005); Polen para fecundar manantiales (2008); Con otra voz y Poemas inolvidables (2011), Tocando el viento (2012) Antología Nacional de Relata (2013), Contagio poesía (2020) y Quemarlo todo (2021). He participado en las antologías narrativas: Elipsis internacional y Diez años no son tanto (2021). Ha participado en las siguientes revistas de divulgación: Hojalata y María mulata (2020); Heterotopías (2022) y Atarraya cultural (2023). He participado en todos los números de la revista La gota fría: No. 1 (2018), No. 2 (2020), No. 3 (2021), No. 4 (2022) y No. 5 (2023). Ha participado en los siguientes eventos culturales como conferencista invitado: Segundo Simposio literario estudiantil IED NARA (2023), con la ponencia: La literatura como reflejo de la identidad del caribe colombiano; VI Encuentro nacional de investigadores de la música vallenata (2017), con la ponencia: Julio Erazo Cuevas, el Juglar guamalero y Foro Vallenato clásico (2016), en el marco del 49 Festival de la Leyenda vallenata, con la ponencia: Zuletazos clásicos. Ha participado como corrector estilístico y ortotipográfico de los siguientes libros: El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad (2021) y Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020), en el cual también participé como prologuista. El artículo El vallenato protesta fue citado en la tesis de maestría en musicología: El vallenato de “protesta”: La obra musical de Máximo Jiménez (2017); Los artículos: Poesía en la música vallenata y Salsa y vallenato fueron citados en el libro: Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020); El artículo La ciencia y el vallenato fue citado en la tesis de maestría en Literatura hispanoamericana y del caribe: Rafael Manjarrez: el vínculo entre la tradición y la modernidad (2021).

@luiskramirezl

2 Comentarios


Luis Alfredo Rodríguez Valero 07-05-2016 08:22 AM

Hola, muy buen artículo. Me encanta la música de Mora y Covo. Pero, ¿dónde puedo comprar sus CD?. En youtube han quitado muchos de sus éxitos, ej. el flojo, ro ya no están en youtube.

Mario Torres 18-05-2022 09:17 AM

Pertinente reseña: En el cancioner v/llenato hay dos canciones q no pueden quedar fuera de esas referencias. Canto al Tolima de el cordobés Guillermo Valencia Salgado-compae goyo, compuesta en su época de estudiante y montada de afán sobre la melodia de una canción que él le había compuesto a la esposa dé un amigo. "pueblo escucha/te canta un costeño amigo/para que dios divino/te traiga la paz. Canto y rezo para /para que Tolima sueñe/que de la montaña viene/dulce libertad. Esta canción verdadero clamor poético ante la realidad de la violencia sectaria, desatada por la lucha liberal-conservadora de la época y que todavía inunda de dolor y muerte los campos de la patria. Inicialmente cantada por Pedro García-el gavilán atanquero-y despues en la portentosa interpretación de Alejandro Durán-el negro grande-.

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