Literatura

Palabras que piden orillas

Diego Niño

07/07/2014 - 12:10

 

Soy del interior. De Bogotá, para más señas. Así es, cachaco. Cachaco que le gustan los vallenatos (especialmente los escritos e interpretados por los Hermanos Zuleta). Cachaco a quien la literatura le corre por las venas como una segunda sangre. Cachaco que vivió tres años con una mujer costeña.

A partir de hoy, y espero que por muchos años, escribiré relatos (algunos reales y otros ficticios), reseñas de textos que me impactaron sin importar si son poemas, cuentos, vallenatos, boleros o novelas. Y algunas veces (espero que sean pocas), opinaré sobre la actualidad.

Dicho lo anterior, entremos en materia.

Sin buscarla, sin siquiera recordarla, la encontré en esta fotografía en la que todo es imaginación y sorpresa.

En la instantánea, su cabello continúa despeñándose por la frente a pesar de estar apresado por la mano derecha, las ramas parecen que por un breve instante han cesado en su condición oscilante y se adivina, por algún artificio de la imaginación, el gorjeo de un copetón situado en la copa del árbol. No se puede determinar si la sonrisa viene de una carcajada o se dirige a toda vela hacia ella. Los ojos no dan indicios así como no ayuda su postura.

La mano izquierda retiene la falda que de otra manera se dejaría llevar por el viento que viaja hacia la montaña. Posiblemente, pienso mientras repaso esa región de la fotografía, la mano cumple la doble función de retener y tapar aquellas comarcas que antaño denominaban pudendas, es decir, torpes en su significado latino, o vergonzosas, en caso que se quiera optar por su divergencia castellana. El cabello, al desandar el camino, sigue en su eterno propósito de despeñarse por la frente. Entonces, los recuerdos emergen de algún callejón de mi cerebro mientras contemplo el hombro que toma un brillo sugestivo a pesar que la tarde amenazaba lluvia…

A ella la conocí un sábado de finales de septiembre del 2011. Aquel día tenía ese mismo vestido. Yo venía de trabajar por última vez en un colegio que queda en Guaymaral. Íbamos, con quien en ese momento era mi esposa, buscando las escaleras cuando nos atrajo un enjambre de hombres que tomaban fotografías con sus celulares. Su ansiedad me reveló que se trataba de mujeres atractivas, acaso semidesnudas, que sonreían y miraban a la muchedumbre con la seguridad que sólo genera la belleza. Marjorie, mi ex esposa, insistió que nos acercáramos para averiguar la razón por la que convergieron cientos de hombres a la entrada del Centro Comercial. Al otro lado de las vallas en efecto vimos a dos mujeres: una de estatura descomunal y otra de medidas menos escandalosas, sonriendo y tomándose fotografías con los hombres que hacían fila.

—Ve, tómate una foto con ellas —dijo Marjorie con firmeza.

Poco después estaba ingresando por la rendija que custodiaba un celador. Tome la primera revista que encontré y fui directo donde las modelos me esperaban.
—¿Está lloviendo? —preguntó Delmis.

Había llovido a cántaros y en ese momento sólo quedaba un rocío que hundía a la ciudad en una tarde melancólica. No sé qué respondí, si acaso lo hice, porque a esas alturas de la tarde y la desorientación propiciada por la estatura desbordada de Vanessa Badillo, por la mirada de Delmis, la morena que continúa sonriendo desde la fotografía, no podía articular palabra ni pensamiento. Al leer las anteriores palabras, pienso que ella hizo la pregunta para que me sintiera en confianza, para que pensara que no había nada que temer. Pero la verdad, lo digo en este lugar e instante, es que sí había que temer: los ojos cálidos, la mirada dulce, la voz perfecta, la sonrisa luminosa, el tono de piel, el cabello y el cuerpo, todo al mismo tiempo y en esas proporciones tan desaforadas, pueden despachar a cualquier humano a las praderas del cielo sin escala en el hospital. Delmis lo sabía perfectamente y por eso interpeló para desorientar a la muerte que venía dos pasos atrás, probando el filo de la guadaña con el pulgar.

Finalmente, algo dije, o quizás fue el fotógrafo quien habló, o alguna de ellas, no puedo resucitarlo de las cenizas del olvido, el hecho es que reímos con poca convicción segundos antes que estallara el flash. Agradecí y salí caminando hacia el costado donde otro celador custodiaba una grieta igual que por la que entré. Afuera esperaba Marjorie con cara de circunstancia.

—A ver, príncipe: ¿por qué la vieja ésa, la de la derecha, la más bajita, te puso la cabeza en el hombro? —inquirió por el proceder de Delmis.

—¿Quién? ¿Cuál? ¿Dónde? ¿A mí? ¿Cuándo?

—Eso, hágase el bobo —dijo con una sonrisa que tenía la misma probabilidad de aceptar que de reprobar…

 

Diego Niño

@diego_ninho

Acerca de esta columna: Con el artículo “Palabras que piden orillas”, el escritor Diego Niño (Bogotá) inicia su columna del mismo nombre en PanoramaCultural.com.co. En este espacio encontrarán las inquietudes y reflexiones literarias del autor, así como relatos y reseñas, siempre marcadas de esa sutileza peculiar y alguna pizca de ironía.

Sobre el autor

Diego Niño

Diego Niño

Palabras que piden orillas

Bogotá, 1979. Lector entusiasta y autor del blog Tejiendo Naufragios de El Espectador.

@diego_ninho

0 Comentarios


Escriba aquí su comentario Autorizo el tratamiento de mis datos según el siguiente Aviso de Privacidad.

Le puede interesar

Concursos literarios en el marco de los 50 años del Cesar

Concursos literarios en el marco de los 50 años del Cesar

  Con motivo de los 50 años del departamento del Cesar (Colombia) y en acuerdo con su misión de desarrollo de la escritura y la l...

Ojos fraternos y otros poemas de Luis Mizar

Ojos fraternos y otros poemas de Luis Mizar

  Luis Mizar nació el 8 de julio de 1961 en el tradicional barrio Cañaguate de Valledupar y su niñez la vivió al lado de sus padr...

Germán Espinosa, un escritor patrimonio de la humanidad

Germán Espinosa, un escritor patrimonio de la humanidad

Considerado como uno de los escritores latinoamericanos más relevantes de los últimos 40 años, Germán Espinosa no sólo logró la v...

Breves acotaciones sobre el poeta Luis Mizar

Breves acotaciones sobre el poeta Luis Mizar

  Luis Mizar Maestre desde su infancia vive sediento de evocaciones. Apenas escuchaba el nombre de Atánquez, la tierra de su madre C...

Cuando Robin Hood fue prohibido

Cuando Robin Hood fue prohibido

  A mediados de los años cuarenta del siglo XX, algunos sectores estadounidenses estaban preocupados por los comunistas. Decidieron ...

Lo más leído

¿Cuál es la función del arte?

Gemma E. Ajenjo Rodríguez | Artes plásticas

El Bogotazo, 9 de abril de 1948: el relato de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán en la prensa

Yeison Yamir Martínez Mejía y Peter Henry Ortiz Garzón | Historia

La política, el bogotazo y la muerte de la esperanza

Carlos Alberto Salinas Sastre | Historia

Aproximación a la definición del Arte

Eduardo Vásquez | Artes plásticas

Tres poemas de Luiz Mizar

Donaldo Mendoza | Literatura

Rosa jardinera

Álvaro Yaguna Nuñez | Música y folclor

Gitanos: érase una vez América

Ricardo Hernández | Pueblos

Síguenos

facebook twitter youtube

Enlaces recomendados