Opinión

Chikunguña en Macondo

María Jimena Padilla Berrío

09/01/2015 - 07:10

 

Con un nombre algo pintoresco, que en ocasiones puede sonar bastante ordinario, el chikunguña, o chikungunya, fue el protagonista del fin de año de miles de colombianos, sobre todo en la región del caribe colombiano. Para la época en la que los medios nos bombardeaban con el ébola, anunciaban tímidamente la aparición de esta enfermedad, sin ampliar mucho al respecto. Los colombianos, como buenos folclóricos, nos remitíamos a reírnos del nombre, que parecía más un apodo para el loco del pueblo que una enfermedad de trascendencia.

Los primeros casos empezaron a darse siendo catalogados de lo que termina siendo el diagnóstico de cualquier cosa que no sepan decir qué es en este país; desde una gripa hasta el cáncer más severo en nuestra sociedad: “la virosis”; pero a medida que la situación se iba agravando y se percataban que no estaban tratando con “la virosis” de siempre, la cosa empezó a tomar otros tintes, no más serios por ello. Se trataba ahora de un diagnóstico un poco más objetivo, ya por lo menos le decían al paciente qué tenía con nombre propio: chikunguña.

Pero como Macondo jamás dejará de ser, por más centenares que transcurran, hasta las virosis terminaron siendo catalogadas de chikunguña, ya cualquier resfriado común hacía parte de los síntomas de la enfermedad, y lo que parecía ser el chiste de siempre resultó convirtiéndose en el realismo mágico más marcado de todos los tiempos… El tratamiento se reducía a acetaminofén, lo único recetable dentro del POS, con el agravante de que la enfermedad se salió de control y, cuando quisieron venir a ver, pasó lo impensable, el acetaminofén se agotó.

¿Cómo es posible que no haya acetaminofén? Me preguntaba con cara de horror, si es lo único que saben recetar los médicos, es más, es lo único que los pacientes ya ni reclaman cuando se los recetan para el tratamiento de cualquier enfermedad grave, porque da la casualidad que, a juzgar por los diagnósticos y las recetas médicas, al parecer todo se cura con acetaminofén en Colombia.

Pero el aclamado medicamento cumplía una vez más la función de placebo, pues, al día de hoy, ni la ciencia ni el vox populi han podido asegurar un tratamiento, es más, ni siquiera saben con qué cosa están tratando; todo comenzó con la historia de que el chikunguña se trataba de un “dengue avanzado” y ha llegado a decirse, incluso, que es un arma biológica, creada en un laboratorio de yo no sé dónde, para atacar el crecimiento demográfico, algunos más pintorescos dicen que la afrenta para el comienzo de la tercera guerra mundial.

Esas historias, desde las más increíbles hasta las más inverosímiles, se cuentan en las esquinas de los pueblos, en las bancas de los parques, en las mesas de dominó, porque como nadie le ha prestado la atención debida, y como el acetaminofén se acabó, las bebidas con mango y el anís con pimienta de olor han ocupado el lugar de las farmacéuticas.

Y mientras tanto, en las regiones del país más afectadas, todavía no se sabe si tomar alcohol es malo o no después de haber padecido chikunguña, es más, ya ni siquiera es creíble la tesis de que se transmite vía mosquito, pues, de ser así, ¿por qué diablos las autoridades sanitarias no se han tomado la molestia de combatir los focos de propagación?, o peor aún, ¿por qué ni siquiera se ha visto fumigación?

A decir verdad, ya las personas ni siquiera creen que algún día vuelvan a estar del todo bien, pues, muchos de los afectados por el chikunguña han conservado molestia en las articulaciones después de casi dos meses de haber padecido la enfermedad… y las autoridades sanitarias como si nada. ¿Dónde andará Melquíades a ver si nos receta algún brebaje?

 

María Jimena Padilla Berrio 

 

Sobre el autor

María Jimena Padilla Berrío

María Jimena Padilla Berrío

Palabras Rodantes

Economista de la Universidad Nacional de Colombia, cuasiabogada de la Universidad de Antioquia. Soñadora incorregible, aventurera innata, errante. Guajira de cuna, crianza y corazón, ama su cultura como al coctel de camarón. Investigadora, melómana, cinéfila y bibliófila. Su mayor placer es deslizar un lápiz sobre un papel.

@MaJiPaBe

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