Música y folclor

Yo soy el Negro Guacoche, el hombre de la Puya Loca

Félix Molina-Flórez

07/02/2012 - 11:28

 

Es un tipo negro y alto. Sus manos evidencian el trajín de una vida excesivamente dura. Quien lo vea de espalda, cuando está abanicando las mazorcas listas para asar, no advertirá a simple vista que ahí, erguido, reposa un hombre en cuya memoria se guardan más de cien canciones hechas al amor, a las mujeres, a sus amigos, a la yuca, al pesca’o y hasta al Sida y el ántrax. Lleva más de tres décadas dedicado a la venta de mazorcas asadas y toda una vida al festín de la música. Ahí, en esa esquina todos lo conocen con su apodo de cabecera, El Negro Guacoche. Pocos, quizás, saben que su nombre de pila es Hermes, como el dios griego mensajero de los otros dioses del Olimpo y heraldo de los poetas.

El Negro ha sido como otros músicos y compositores de estas tierras completamente olvidado. No muchos lo conocen como compositor, y pocos se han detenido a reconocer en él un artista, un juglar que ha gestado su propia fama y reconocimiento. Él mismo ha gestionado la producción de tres trabajos discográficos (y dos sencillos) a falta de que alguien se interese por sus canciones. En su lucha titánica por dejar una huella en el folclor, ha grabado La historia del Negro Guacoche 1999, El pan del carnaval 2002, Leyenda e Historia y El Maestro 2007, ante el olvido total de las casas disqueras y los compositores que en muchas ocasiones le han prometido grabar sus canciones y al final de cuenta es pura mamadera de gallo. Y ni qué decir de las instituciones que promueven la cultura y las artes, ante quienes es un invisible.

Una de las motivaciones que tuvo El Negro Guacoche para meterse en un estudio fue la necesidad de tener un amparo social por parte del Estado, así que encontró en SAYCO la única posibilidad de tener salud y un cajón: “Quería entrar a SAYCO pa’ tené mi cementerio y mi medicina… ese era mi sueño”. Apunta de mazorca y al apoyo de Gabriel Arregocés —un productor independiente—  logró grabar las veinte canciones que le exigía SAYCO para asociarlo. Ahora muestra con orgullo el carnet que lo acredita como socio y los cds que carga metidos en una bolsa que amarra meticulosamente en su cintura. Cuando se le pregunta si recibe regalías de esta entidad por las canciones grabadas él solo responde: “Esas regalías han salido de las mazorcas”.

***

Desde muy niño le tocó salir de su querido Guacoche a recorrer parte del Caribe colombiano. A la edad de nueve años, cuando llegó el circo  Lara a Valledupar, decidió entrar a la difícil  vida circense. Los dueños del circo lo incluyeron como parte del espectáculo gracias a la gran habilidad que tenía para el silbido. Antes de que tuviera el accidente y me sacaran los dientes, yo era un canario, dice cuando recuerda aquellos tiempos. Le asignaron el papel de un payasito por la gracia que despertaba con su apariencia. Él, entró complacido, además de la aventura lo animaba una enanita bonita que hacía parte del entretenimiento.

El Negro tiene una especial manera de ver el mundo. Su condición de trotamundos lo alejó de la escuela, pero la calle le enseñó lo suficiente para poder vivir. La calle es mi maestro y  el maestro de mi vida soy yo,  responde cuando se le pregunta sobre su nivel de escolaridad. Y sí, esa calle lo formó y creó en él una visión práctica de la vida. En su discurso cotidiano se descubre una especie de filosofía callejera bien construida, producto de la reflexión del día a día.  Analfabeto es aquel que estudia y no enseña al que no sabe, porque cree que le va a quitar el puesto. Esas son sus respuestas, todas cargadas de una sátira sutil o de una expresión reflexiva.

***

Trabajos discográficos del Negro GuacocheA la “oficina” llega religiosamente a las dos de la tarde. Lleva treinta y seis años de estar haciéndolo. Mucho de los que pasan lo saludan. Le dicen Negro, él levanta el brazo y emite un saludo exacerbado. Aquí to’ el mundo me conoce. Es un tipo solitario, aunque ha encontrado en la calle a muchos conocidos. Me acompañan Camila y Soledad, así le llama a su cama y a la hamaca en la que mese sus 65 años. De su familia solo refiere: Los hijos vienen por aquí cuando necesitan algo; ahora lo que importa es la plata. Vive en la Cueva, por los lados de la cuarta. Entre la “oficina”  y el rancho es donde pasa la vida, en medio de las notas melódicas de su voz: En la casa yo no pongo una canción de más ninguno. Y mucho menos la canta, es suficiente con lo que produce. Él mismo se acompaña con su canto, quizá sea eso lo que no deja que se le olviden sus canciones, se escucha una y otra vez y se canta así mismo como si emulara al solitario Whitman.

***

Llegó a Montería con el circo, pero muy pronto descubrió que la vida de un payaso no es para nada chistosa, pronto fue designado para realizar las labores domésticas, decisión que no le gustó para nada. Así que emigró a Oveja Sucre, lugar donde se volvió a enamorar, esta vez de Milta Calderón a quien le hizo, a los nueve años, la que fuera su primera canción:

 

//Vive en la calle central///

Calle de gran emoción

//Si tus padres no me quieren desconozco esa razón

Siempre he sido un hombre pobre honrado y trabajador//

///Oye Milta Calderón///

Ven dame tu reconcilio

 

///Que si yo vuelvo a llegar///

Bajo del palo de olivo (bis)

///Las montañas son testigos///

Que tú me diste tu amor

///Te voy a cortar otra flor///

en ese jardín floreció

Así no olvidas tu pueblo

Y esos amores conmigo

 

Con esa canción empezó su larga carrera de composiciones. A falta de la habilidad escritural —condición normal en los iletrados— empezó a resguardar en su memoria todas aquellas experiencias que iba viviendo. Las repetía y las silbaba y eso le ayudaba a mantenerlas frescas en la mente. En su repertorio tiene puya, son, cumbia, paseo, porro, tamborera. Con ellas ha conseguido algunos reconocimientos. En 1993 le dieron el título de Rey del silbido, cuando encabezó los 40 merengues en homenaje a Rafael Orozco.Con la Puya “La pata ‘e la Iguana” ganó el festival en Guacoche en 1993, y algunas otras menciones que lo hacen todo un personaje del canto popular y vernáculo. Letras jocosas que alegran al público de Guacoche de donde se ha vuelto todo un personaje gracias a una de sus canciones: El himno de Guachoche es “Pesca’o con yuca, hasta los pelaos en la barriga lo cantan. Cuando le pregunta cómo nacen sus canciones él responde: Eso le llega a uno, la musa llega.

 

***

De Ovejas Sucre salió con la intención de encontrar un mejor futuro, así que llegó, entre otros lugares, a Sincelejo. Allí conoció a Juancho Perna y Humberto Perna, dueños de las corralejas. El Negro andaba con Antonio Blanco, un acordeonero. Juancho le preguntó que cuánto tardaría haciendo una canción, como para “tantearle el pelaje”, pues era evidente que no confiaba en la habilidad que tenía El Negro para la composición. A los 15 minutos el Negro le dijo a Juancho que ya había hecho la canción. Entre risas, Juancho, muy escéptico, se acomodó a la espera de escuchar, y vaya sorpresa cuando el negrito empezó a cantar una cumbia:

 

“Como tenei calor

tenei que echale agua

Ponle las banderillas negras,

y se te pone brava

ay traela porque voy a mantearla

y sacala porque voy a trapiala

y entra Pa’ que baile el fandango negra

Este que estoy sonando”

A Juancho Perna vine a saludalo

A Humberto Perna, con este regalo

//y los dueños de los toros bravos//

Ni soy de Sincelejo, ni soy monteriano

Es un vallenato el que te está cantando

Cuidado con el rabo Juancho

Cuidado con el cacho Perna

Para que goce cumbia negra

 

La respuesta de Juancho a la proeza del muchacho fueron setenta y cinco mil pesos  con los que El Negro se fue a disfrutar a Cobeñas de unas inesperadas vacaciones. En ese momento El Negro sintió la satisfacción de sentirse escuchado, admirado y reconocido. Aunque cuando se le pregunta sobre las satisfacciones que le ha dejado la música él dice: Bueno compadre, la música plata no me ha deja’o. Pero satisfacción sí, sabe por qué, desde el vientre de mi madre ya cantaba, ya chiflaba y quería ser compositor, porque eso nació conmigo.

 

***

Amigo ni el bolsillo porque se rompe. El 19 marzo de 1999, El Negro Guacohe se fue para la Petaca —una finca cercana a Valledupar— a visitar a un compadre, fue con su legendario amigo y maestro Víctor Camarillo. De regreso, como a las seis de la tarde, El Negro se cayó de la bicicleta en la que venía y recibió un fuerte golpe en la cabeza que lo dejó incapacitado por noventa días, desde ahí, asegura, la memoria le empezó a fallar, aunque asegura que ninguna de sus canciones ha sido víctima del olvido.  Eso fue en el noventa y nueve, recuerda que durante su instancia en el hospital no recibió ayuda alguna. Pocas personas lo fueron a visitar dentro de los que estaba el maestro Víctor Camarillo quien acaba de morir recientemente. De Camarillo dijo: Aquí nosotros tenemos un gran compositor que anda todo chueco (…) y es Víctor Camarillo, el hombre de la leyenda Vallenata. Hizo rico a Lisandro Meza, ha si’o jurado en la mayoría de los festivales, y no le han da’o la mano. Por eso duda de las amistades y de la familia, sobre todo de los que dicen ser amigos del Vallenato, tanto él, como el reciente fallecido Camarillo —quien murió sin recibir el reconocimiento que se merecía—, han sido olvidados por los “amigos” del folclor.

 

Optimista. Así es El Negro Guacoche, un hombre rústico pero tenaz y sensible a la vez, un hombre humilde pero honesto; lleno de una capacidad inusitada para componer. Un artista preocupado por la sociedad a tal punto que con sus canciones quiere persuadir  a los jóvenes del peligro de las drogas. Un compositor que ha homenajeado a los grandes compositores —Fredy Molina, Rafael Orozco, Escalona— pero también a sus amigos cercanos —Juancho Perna, Milta Calderón, Alcira, Mari—. Pero es, al mismo tiempo, uno de los muchos que han sido olvidados y relegados por los “padres” del folclor. Ha tenido que sobrevivir, no gracias a su talento ni a sus composiciones, sino a las mazorcas que a diario vende en su “oficina”. Un hombre optimista a pesar de la vida. Un hombre que aún cree en la divina providencia y sus favores.  Tengo a Dios en la mano mía. El Negro Guacoche es un hombre que dice ser un venerado de Dios.

 

He aquí un pequeño homenaje a un hombre solitario que acompaña sus días con canciones y mazorcas.

 

*Título de uno de sus trabajos discográficos


Presentación del autor: Félix Manuel Molina Flórez (Valledupar 1986) Licenciado en Lengua Castellana e Inglés (Universidad Popular del Cesar). Se ha desempeñado como Tallerista de Literatura, Promotor de Lectura del Ministerio de Educación y CERLALC, Docente de Español y Literatura y Bilbiotecario. Desde el 2004 hace parte del Taller de Escritura Creativa José Manuel Arango adscrito a RELATA. Parte de su producción Poética y Narrativa ha aparecido en: Revista Puesto de Combate N° 76 (Poemas). Antología de Poetas del Cesar (Editorial el Perro y la Rana, Venezuela 2010), Antología: Viaje a la Memoria, (Cuento. RENATA 2009). Materialización de lo inasible (Ganadores y finalistas del Concurso Departamental de Cuento, 2007), entre otros.

Sobre el autor

Félix Molina Flórez

Félix Molina Flórez

Piedra de sol

Félix Molina Flórez (Valledupar 1986). Docente, promotor de lectura y bibliotecario. Ha publicado algunos textos poéticos, narrativos y ensayísticos. La columna "Piedra de sol" es un espacio donde se abordan temas relacionados con la literatura, la cultura y las artes en general.

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