Opinión

Crisis, dependencia e identidad

Antonio Ureña García

19/02/2015 - 04:20

 

Decir que, desde los tiempos de la Conquista y la Colonia, se forjó la dependencia de Latinoamérica, no es ninguna novedad, como tampoco lo es afirmar que, después de los procesos independentistas, no se alcanzó la mayoría de edad ni económica ni políticamente.

La teoría de la dependencia es una respuesta teórica elaborada entre los años 50 y 70 por científicos sociales como resultado de las investigaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), con el denominado método histórico-estructural. Si bien dicha teoría surgió para explicar la situación de estancamiento socio-económico latinoamericano en el siglo XX, sus postulados son válidos para explicar la situación de dependencia Norte-Sur, centro-periferia que se produce hasta nuestros días.

Las naciones pobres proveen a las naciones ricas de sus recursos naturales, su mano de obra barata y un destino ideal para la tecnología obsoleta, situaciones sin las cuales estas últimas naciones no podrían mantener el nivel de vida al que están acostumbrados; por ello se busca perpetuar esta situación de dependencia no sólo en lo económico, sino también en lo político, lo mediático, educativo, cultural, deportivo y prácticamente cualquier aspecto que sea necesario para el desarrollo humano.

Como afirmaban los estudiosos de esta teoría, las naciones más poderosas buscan eliminar cualquier intento de resistencia por parte de las naciones dependientes y el primer mecanismo sería el uso de la fuerza militar. La denominada Operación Cóndor, mediante el uso de la fuerza militar del propio país con el apoyo y financiación de una potencia extranjera -en este caso EEUU- para aplastar los movimientos de resistencia sería un claro ejemplo de ello. Otro modo de aplastar los movimientos de resistencia es mediante la amenaza con el uso de sanciones económicas como las recibidas por Ecuador y Argentina cuando plantearon la reestructuración de la deuda o, muy recientemente y en otro escenario, por Grecia: amenazada con la expulsión del euro.

Frente a la dependencia los países menos desarrollados plantearon que el Estado debía asumir el papel principal de regular al mercado; mientras que en el mundo desarrollado la respuesta a esa crisis se expresó mediante el keynesianismo; esto es, desregulación.

La “trampa” de la pobreza

El Informe del Proyecto Milenium de la ONU, emplea este término para referirse a factores que mantienen la situación de pobreza estructural en los países en desarrollo. Se trata de un círculo vicioso en el cual la pobreza conduce a niveles bajos de ahorros y de inversiones, las cuales implican un débil crecimiento económico que a su vez vuelve a intensificar la pobreza.

En el mencionado informe, se cita una lista de problemas que se auto-refuerzan, como son: los bajos ingresos tributarios; un bajo nivel de inversión externa; conflictos violentos; “fuga de cerebros”; rápido crecimiento poblacional; degradación medioambiental y una baja innovación tecnológica; aspectos todos ellos presentes en la realidad económica, y con ello en la identidad social de Latinoamérica y crecientemente -descartando el tema demográfico- en los países del sur de Europa, además de otras partes del mundo.

Como dice Frank en “El desarrollo del subdesarrollo”, desde esta perspectiva, el capitalismo tiende al estancamiento y a la estanflación (estancamiento con inflación) y a la pauperización de las masas. Así concebido, el subdesarrollo como hecho global es consecuencia del desarrollo de otros países, pues la dinámica de la economía capitalista lleva al establecimiento de un centro y una periferia, suponiendo progreso y riqueza creciente para el primero junto a pobreza, desequilibrio económico, social y político para el segundo, formado por una mayoría de países.

Así, el subdesarrollo no es ni una etapa en un proceso gradual hacia el desarrollo, sino una condición en sí misma -un estamento económico- del que es muy difícil salir, pues de mantener dicho estatus se encargan de acuerdo a su interés, los países avanzados.

Por este motivo, expresiones como “países en vía de desarrollo” o “países emergentes” no son más que eufemismos carentes de realidad. Pero, como señalan Blomström y Ente (La teoría del desarrollo en transición), la dependencia no se limita a relaciones entre países, sino que también configura la estructura y dinámica internas en las sociedades, siendo las ciudades latinoamericanas -con sus lujosos centros y sus bolsas de miseria en la periferia- un claro ejemplo de ello.

Como consecuencia de estas ideas, los países latinoamericanos aplicaron una estrategia de desarrollo basada en el proteccionismo comercial y la substitución de las importaciones. A la vez, los bancos centrales latinoamericanos se esforzaron sobrevalorar sus propias monedas para abaratar sus importaciones de tecnología.

La estrategia funcionó satisfactoriamente durante la década de los setenta mientras se produjo un crecimiento generalizado del precio de las materias primas en los mercados internacionales que influyó muy negativamente en las economías "centrales". Estos malos resultados, unidos a la progresiva pérdida de influencia y prácticamente quiebra a corto y mediano plazo del proyecto de la CEPAL debido al Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile –país donde esta institución tiene desde sus orígenes la sede central- y posteriores dictaduras en la práctica totalidad de la región a causa de la citada Operación Cóndor, supusieron el fin de este modelo -conocido como “industrialización mediante la sustitución de importaciones, al que ya nos referimos en un artículo anterior de esta columna- implementándose como alternativa los supuestos del igualmente analizado en el referido artículo Consenso de Washington y su característico fundamentalismo de mercado”,y basado en tres recetas: estabilizar, privatizar y liberalizar.

Muchos de sus protagonistas fueron perseguidos por las dictaduras de sus respectivos países; así, durante los años 80 y 90 no podemos hablar de un rumbo unitario en el pensamiento de la CEPAL. En la actualidad, las ideas están volviendo a rescatarse, si bien desde perspectivas diferentes.

Mientras algunos autores se han dedicado a su difusión en el ámbito académico; alguno de ellos, como Theotonio Dos Santos o Samir Amin, participan activamente en los movimientos contra la globalización mercantil con un pensamiento y acción políticas más radicales. No faltó quien cambió el rumbo de sus ideas, como es el caso de Fernando Henrique Cardoso, protagonista de la implantación del neoliberalismo en Brasil bajo su presidencia.

En todo caso, si en la identidad latinoamericana actual hay un germen de resistencia al imperialismo de los mercados y contra la situación de empobrecimiento generalizado y la brecha social que caracteriza a la región, en buena parte se debe a la influencia de la CEPAL y sus postulados:

1-. Controlar la tasa de cambio monetario, poniendo mayor énfasis en políticas fiscales que en políticas monetarias;

2-. Promover un papel gubernamental más eficiente en términos de desarrollo nacional;

3-. Crear una plataforma de inversiones, dando prioridad al capital nacional;

4-. Permitir la entrada de capitales externos siguiendo prioridades ya establecidas en planes de desarrollo nacionales;

5-. Promover una demanda interna más efectiva en término de mercados internos como base para consolidar el esfuerzo de industrialización en Latinoamérica en particular y en naciones en desarrollo en general;

6-. Generar una mayor demanda interna incrementando los sueldos y salarios de los trabajadores;

7-. Desarrollar un sistema seguro social más eficiente por parte del gobierno, especialmente para sectores pobres a fin de generar condiciones para que estos sectores puedan llegar a ser más competitivos; y

8-. Desarrollar estrategias nacionales que sean coherentes con el modelo substitución de importaciones, protegiendo la producción nacional al imponer cuotas y tarifas a los mercados externos.

 

Dr. Antonio Ureña García

 

Sobre el autor

Antonio Ureña García

Antonio Ureña García

Contrapunteo cultural

Antonio Ureña García (Madrid, España). Doctor (PHD) en Filosofía y Ciencias de la Educación; Licenciado en Historia y Profesor de Música. Como Investigador en Ciencias Sociales es especialista en Latinoamérica, región donde ha realizado diversos trabajos de investigación así como actividades de Cooperación para el Desarrollo, siendo distinguido por este motivo con la Orden General José Antonio Páez en su Primera Categoría (Venezuela). En su columna “Contrapunteo Cultural” persigue hacer una reflexión sobre la cultura y la sociedad latinoamericanas desde una perspectiva antropológica.

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