Periodismo

El Churiador, un periódico samario curioso del siglo XIX

Annabell Manjarrés Freyle

26/01/2024 - 03:40

 

El Churiador, un periódico samario curioso del siglo XIX

 

En medio de un periodismo partidista y panfletario, nace en la Santa Marta del siglo XIX, exactamente en 1849, el periódico dominical El Churiador, una publicación de corte cultural.

Se caracterizaba por su particular logo, la imagen de un boxeador de guardia derecha, presto para el combate. Este distintivo ocupaba el centro del encabezado. Sorprende el logo dado el carácter cívico y cultural del periódico que nace como alternativa al periodismo partidista que dominaba a la ciudad.

Churiador es sinónimo de acuchillador, pendenciero, camorrista o peleonero. El nombre en sí mismo alude a una época en la que el periodismo nació como herramienta de las élites políticas para expandir su ideología y contradecir a sus opositores. Así nacieron otros periódicos como El Conservador, El Eco, La Gaceta Mercantil, entre otros.

Pero el Churiador combatía de otra manera. Aunque su posición era eminentemente a favor del liberalismo —el radicalismo liberal—, en sus ediciones está claro que buscaba informar, educar, entretener y crear espacios para suscitar la reflexión entre la élite intelectual samaria, muy vinculadas a las corrientes literarias, filosóficas y políticas de Francia, Inglaterra y Estados Unidos.

El periódico estaba conformado por cuatro cuartillas y sus dos grandes temas lo constituían la política y la cultura, tratados a la manera de columnas de opinión, crónicas y noticias comentadas. Su primera edición salió el domingo 18 de febrero, en plena época de precarnaval. Su primera columna ofrece un tono muy vanguardista:

“La invención de la imprenta ha cambiado las condiciones sociales ha dicho Mr. De Chateubriand, i en efecto, débese a esta poderosa máquina el movimiento civilizador que se muestra en todo el globo…” (No 1., p.  1)

El Churiador logró publicar 25 números, de los cuales se conservan 19 digitalizados y disponibles al público en la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. La última edición salió el 20 de enero de 1850.

Fue un periódico muy importante en su momento. Se imprimía en la imprenta de La Gaceta Mercantil, el periódico fundado por Manuel Murillo Toro y tenía circulación regional y nacional. En Bogotá se podía conseguir en la agencia general del periódico El Neo Granadino, medio liberal a favor del federalismo, fundado en 1848. La mutua colaboración de ambos periódicos corrobora la importancia de El Churiador. El Neo Granadino fue una de las primeras publicaciones colombianas en introducir en sus ediciones ilustraciones a cargo de hábiles litógrafos y pintores. 

Costaba medio real y la suscripción era trimestral. Los suscritores también podían encontrar El Churiador en Barranquilla, en casa  de A. Danouille; en Ciénaga donde Joaquín Munive; en Cartagena en casa de Pedro Ucrós, en el Cerro de San Antonio en casa de José M. Castro, En Mompox, donde José M. Pino; en Riohacha, en el domicilio de Miguel Macaya; en Sitionuevo en la casa de Agustín Vidal, y en Santa Marta en la oficina de La Gaceta Mercantil ubicada en la calle 11 San Francisco o en la casa del señor J.M. Infante, quien residía en la plaza de San Francisco.

Esta cobertura prueba que el periódico nació para participar de los grandes debates que ocupaban a los políticos e intelectuales de la mitad del siglo XIX colombiano, cuando el país intentaba modernizar su aparato estatal, profundizar las reformas liberales y articular su economía al mercado internacional.

El Churiador representa para la historia de Santa Marta una verdadera joya, no solo por el hecho de aportar datos importantes sobre la historia y la vida cotidiana de esta ciudad, sino además por recoger las primeras manifestaciones de la literatura local y regional.

La política

El liberalismo representaba los sueños de un país gobernado aún por ideas conservadoras. La segunda edición de El Churiador apoyó y celebró la candidatura de José Hilario López, y  vaticinó su triunfo del 7 de marzo de 1849:

“[...] este acontecimiento grandioso, llenará los votos del gran partido liberal diseminado en toda la República, i llenará de júbilo i de entusiasmo todos los pechos republicanos, como que en él se vé, el completo triunfo de los principios eminentemente liberales i progresistas, porque están en él cifrados las grandes ideas de reconciliación, libertad i mejoras de todos jeneros, i porque en él se augura una gran era de prosperidad i dicha para la patria, sumida doce años ha, bajo el peso de administraciones antiliberales i retrógradas” (No. 2, p. 1).

El Churiador tuvo razón. López ganó la presidencia y el periódico registró las fiestas de victoria que se vivieron en Santa Marta a raíz de este triunfo liberal. En su edición número 9 del domingo 15 de abril en su columna titulada ‘Fiestas Populares’ recogió el hecho considerado extraordinario, en los siguientes términos:

“…los balcones i ventanas que quedaban en la plaza estaban llenos de Sras, i como a las 6 de la tarde la fuente pública (La fuente de Perséfone) derramaba vino en lugar de agua, todo el pueblo ocurrió a tomar parte en aquella fiesta verdaderamente popular, que ha de trasmitir por sí sola, el nombre del Presidente López de jeneración en jeneración”.

El estilo de El Churiador correspondía a los grandes periódicos europeos. Las noticias de contexto político mundial y nacional se caracterizaban por ser escritas a manera de comentarios con toques de un humor refinado. Por ejemplo:

“El santo Padre fugó de Roma i no se sabe dónde está. —La candidatura de Luis Bonaparte es cada vez más popular”. Esta sí que es actividad para dar noticias tan frescas como una lechuga”. (No. 1, p.3).

Este estilo no solo es vanguardista sino que además anticipa el periodismo que un siglo después empezará a hacer el joven Gabriel García Márquez en sus crónicas europeas de finales de los cincuenta.

Literatura en El Churiador

Una de las manifestaciones tempranas de la literatura local y por qué no, nacional aparece ya en los números iniciales  de El Churiador. Desde su primera edición encontramos un folletín titulado Gaira o los cuatro domingos de Octubre, que cuenta la historia de una bella pero enfermiza chica de 20 años llamada Adriana y su enamorado Julio. A juzgar por esto, Gaira sería el primer escenario de la literatura samaria. Esta pieza tiene como escenario específico el marco de las Fiestas de la Virgen del Rosario celebradas en octubre. Este acontecimiento era muy importante para la crema y nata de Santa Marta y familias enteras se trasladaban a este “pueblo de indios” que solo parecía existir durante los albores de esta fecha, si bien allí tenían algunas de sus principales haciendas. 

La historia de Adriana sólo apareció en los dos primeros números de El Churiador, aunque la intención inicial fue publicarla por entregas en su totalidad. Las dos entregas aparecen sin firma, y solo hasta la edición No. 5 se publicó un aviso en el que explicaban las razones por las que no aparecería más la novela:

“Hemos suspendido la publicación de Gaira o los cuatro domingos de octubre, porque siendo mui larga la obra se haría muy dilatada: nos prometemos dar más extensión a este periódico i para entonces nos reservamos continuarla”. (No. 4, p.4).

El Churiador en ninguno de sus números siguientes volvió a tocar el tema de esta novela de inspiración romántica y la historia de Adriana y Julio quedará a la imaginación de los lectores. Vale solo anotar que Gaira o los cuatro domingos de Octubre fue divulgada en este periódico dominical 18 años antes de que apareciera María, de Jorge Isaac, en 1867. Es una obra a juzgar por sus pocas páginas publicadas influenciada por el romanticismo de Hugo y Sue.

La mayoría de los aportes literarios que se encuentran en los periódicos del siglo XIX estaban inspirados en la virtud y belleza de la mujer, las cuales eran tratadas en la prensa bajo la denominación de “El bello sexo”. La literatura francesa puso de moda los amores sacrificados y pacientes; y un imaginario de mujer virtuosa. Para la época la mujer virtuosa debía ser suficientemente fuerte para afrontar  a los seductores, guardar silencio en temas de dominio masculino y siempre estar sonreída. Pero igual se le exigía ser  una mujer culta que supiera cómo hacer feliz a un hombre.

Por otro lado, la belleza impuesta por la literatura francesa resaltaba a una mujer pálida y sacrificada. Toda una inspiración para el tardío romanticismo del siglo XIX colombiano. Veamos un fragmento de Gaira o los cuatro domingos de Octubre:

“Adriana que contaba entones veinte años, era una de esas naturalezas enfermizas, que bajo la influencia de poderosas reacciones, llevaba una vida de llanto…. Una palidez frecuentemente animada, gracias al brillo de sus dolorosas lágrimas derramadas con no menos frecuencia, inspiraban a primera vista profundas simpatías al tiempo mismo que dejaban conocer crueles sufrimientos”. (El Churiador. No. 2).

Las señales de que Santa Marta poseía una élite intelectual, culta y sintonizada con las vanguardias europeas queda patente en su interés por escritores franceses como Eugène Sue, autor de Los Misterios de París y Judío Errante,  novelas por entregas publicadas en los periódicos más importantes de Francia con portadas ilustradas al estilo Art Nouveau y comercializadas en el país y Santa Marta.

En un aviso publicado en El Churiador puede leerse: "Matilde o Memorias de una Joven, esta bella obra del célebre autor de los Misterios de Paris, acaba de publicarse en la semana literaria del Neo Granadino i se halla de venta a treinta reales donde M. A. Vengoechea”, (No.21, p.4).

Inspirado por Sue, el autor de Gaira o los cuatro domingos de Octubre concibe un relato utilizando a la misma Adriana como personaje pero con una trama diferente que tituló Las memorias de una joven. El relato comienza así:

“Adriana era uno de esos filiies que más de una vez en el entusiasmo que causa el contemplarla arrancan expresiones de amor i delirios, i hacen sentir tiernas i dulces emociones; —era una de esas mujeres que les basta una mirada para cautivar los corazones; —una sonrisa para hacer concebir una esperanza vana, engañadora i mortificante como todas las esperanzas que se pierden; i un movimiento para inspirar los deseos mas ardientes, pero inútiles i tristes, como es triste todo por lo que en vano se suspira”. (No. 5, p.3).

Adriana fue víctima de un seductor y en razón de esta mala experiencia muere de amor. El relato tiene, sin duda, una clara intención moral para alejar al “bello sexo” de las tentaciones mundanas. Estas citas demuestran que a El Churiador no solo le interesaban las discusiones políticas, sino que le importaba la vida cotidiana de la ciudad y el fomento de las letras. Valdría la pena que la historia de la literatura regional revisara el verdadero valor de alguna de las crónicas y capítulos literarios aparecidos en El Churiador.

Héctor, el escritor misterioso

El autor que firma con el seudónimo de Héctor en casi todas las publicaciones de El Churiador, es todo un misterio. En sus escritos se autoproclama editor único de este periódico. De acuerdo a las referencias presentes en sus artículos, es un hombre de mediana edad, rico, viajado y culto que vive en una hacienda de Gaira. Lo que sí deja claro el gracioso Héctor es la gran influencia que ejerce al interior de la élite intelectual de Santa Marta.

Por las temáticas de sus escritos, su desparpajo y humor para narrar, se encuentra en el tal Héctor a un lector de obras universales, que leía en sus idiomas originales a los románticos franceses e ingleses.

Teniendo en cuenta su inclinación por la literatura y los importantes espacios que las columnas firmadas por Héctor ocupaban en esta publicación dominical, solo queda inferir que los folletines que narraban los sufrimientos de Adriana, son de su autoría.  Héctor es también, lector de filosofía con una marcada influencia socrática. El uso y el sentido del diálogo en sus escritos así lo evidencian. Las crónicas Escenas de un día, Un velorio, Las Rifas, Ah miseria del corazón humano, manifiestan esta práctica:

—¿Han leído UU El Churiador?

—Sí, respondieron algunos.

—¡Qué mal escrito está, continuó aquel, que simple, la crítica de Héctor sobre rifas está indecoroza, qué mal lo hacen los tales escritores, ya se ve parece que el que escribe con el seudónimo Héctor es J.C, ¿Qué puede esperarse de cabeza tan redonda?

—¡Puff!, !Ese papel no debe leerse, agregó otro joven, llamado L… qué atrevimiento, querer ser escritores contra la voluntad de Dios! (No.7, p.2 )

Fiel a su espíritu socrático, Héctor solía publica No rehuía el debate intelectual. Otro aspecto que deja claro J.C. o Héctor, es que nació en Santa Marta y como expresó en varios textos de El Churiador, tuvo como cómplice y cuestionador de su afición por las letras a su criado, el negro Eulogio.

El Churiador, como su editor, fue un periódico de avanzada en una Santa Marta que seguía dispuesta a mantener vivo el fuego de las disputas sectarias. Es, en atención a su preocupación por la vida cotidiana y cultura de entonces, una fuente invaluable y poco consultada de la historia samaria del siglo XIX.

 

Annabell Manjarrés Freyle

@AnnabellMF

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