Opinión

Las mentiras que se vuelven verdades

Eber Patiño Ruiz

29/06/2015 - 09:00

 

El octavo mandamiento dice muy claramente “no levantar falsos testimonios ni mentir” pero es palabra muerta sólo escrita en los textos bíblicos y en el manual de sana convivencia de Carreño y el padre Astete, y si acaso en el almanaque Bristol, porque hoy decir una mentira se ha convertido en una verdad social.

No sé en qué momento la mentira tomó el lugar de la verdad en nuestra sociedad. Ahora decir la verdad es un delito, es llevar la lápida pegada al pecho, es ser el señalado social, es el diferente, es el otro, es la amenaza, es el desadaptado. Un hombre que hable con la verdad en pleno siglo XXI es enemigo público.

¿Dónde está la moral del mentiroso? Así como decían los abuelos “el que miente roba” hoy ese dicho popular, es tan cierto y tan vigente, que la relación robo y mentira son íntimos aliados, casi que siameses de nacimiento.

Vladimir Lenin lo expresó muy bien en una de sus frases célebres "Una mentira repetida muchas veces se convierte en una gran verdad." Y al parecer ése es el caballo de Troya de la sociedad moderna, si es moderno retroceder en la pérdida de los valores y la moral cristiana por vivir en un país encomendado al sagrado corazón de Jesús.

Ahora mentir es una tendencia como la moda, se miente por placer, por miedo, por convicción, por interés personal o por odio. La verdad es hoy el patito feo del cuento de hadas y la mentira la protagonista de la novela.

San Agustín de Hipona, conocido como el padre de la gracia y máximo pensador del cristianismo del primer milenio, bien pudo dilucidar en sus disertaciones filosóficas, clasificar de manera exacta y vigente: ocho maneras de mentir que le dan al ser humano la gloria o el castigo según su manera de obrar, de las cuales San Agustín tuvo más detractores que adeptos en sus tiempos de jubileo:

1-. Las mentiras en la enseñanza religiosa

2-. Las mentiras que hacen daño y no ayudan a nadie

3-. Las que hacen daño y sí ayudan a alguien

4-. Las mentiras que surgen por el mero placer de mentir

5-. Las mentiras dichas para complacer a los demás en un discurso

6-. Las mentiras que no hacen daño y ayudan a alguien

7-. Las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien

8-. Las mentiras que no hacen daño y protegen la "pureza" de alguien.

Si bien este pensamiento adelantado a su época, contradijo de plano los preceptos religiosos y morales, la iglesia sabe que dentro de su discurso hay más mentiras que verdades. Y esas mentiras repetidas durante más de dos mil años se convirtieron en palabras de fe y en dogmas con raíces tan fuertes en más de 1200 millones de católicos en todo el mundo.

Mentir es una condición salvaje sólo desarrollada por el hombre, ninguna otra especie animal tiene esa facultad, si a esto se le llama evolución de la especie, entonces razón tenía platón en su teoría de la caverna, donde el hombre solo acepta aquello que puede ver, traducido al lenguaje de esta reflexión, mentir se ha convertido en la única verdad que aceptamos para poder aceptar al otro, en tanto que lo que el otro me diga no me afecte mi condición humana y esa afectación tiene nombre propio, se llama ego.

Mentimos por quedar bien, exageramos y mostramos lo que no somos, sólo por estar al nivel del otro y no sentirnos excluidos y menos preciados; aparentamos felicidad en medio del dolor, y con el dolor manipulamos al otro y ese engaño intencionado se traduce en mentira, porque lo único que queremos es sentir que tenemos poder sobre el otro.

Mentir es una acción premeditada, analizada de tal manera que salga favorecido en mis pretensiones, es un acto consciente y, como tal, en jurisprudencia es un delito. Pero hay mentiras que salvan vidas y otras que matan.

El mayor enemigo de la confianza es la mentira, y el mayor enemigo social, es el mentiroso. Restablecer la confianza después de haber pecado por mentiroso, es como decir que el agua y el aceite pueden vivir juntos, o que el pescado puede vivir con pañitos de agua.

Volver a los tiempos de los abuelos cuando los negocios se hacían de palabra, es ver con nostalgia como la verdad se dilapidó en la trampa, en el engaño y la codicia, es ver cómo se perdió toda una generación de hombres buenos donde la moral y la ética eran las llaves del buen vivir, hoy con miles de leyes para castigar al mentiroso, cae más facial la victima que el victimario.

Ahora, que desaparezca la mentira de la política, de la diplomacia, del periodismo, del mundo, es un hecho imposible, no hay vuelta atrás, es una utopía pensarlo y menos hacerlo. Si todos dijéramos la verdad de lo que pensamos, el mundo se convertiría en un verdadero caos, porque vivimos en un mundo de mentiras que es menor seguir aceptando lo que damos por verdad, que aceptar de plano la realidad de las cosas.

No logro entender porque la verdad molesta, incomoda, da taquicardia, enerva, si la verdad es la única realidad que tenemos, pero desde niños nos han enseñado que la mentira es mejor y duele menos, que tiene más caminos y salidas del paso, de ahí el adagio popular “cae más fácil un mentiroso que un ciego” porque para salir de una mentira hay que decir necesariamente otra mentira que se aproxime a la verdad, pero la verdad no tiene si no un solo camino, es directa, no tienen talanqueras ni recovecos para esconderse.

 

Eber Patiño Ruiz

@Eber01 

Sobre el autor

Eber Patiño Ruiz

Eber Patiño Ruiz

Hablemos de…

Eber Alonso Patiño Ruiz es comunicador social, periodista de la Universidad Católica del Norte Sede Medellin, Antioquia. Su gran pasión es la radio y la escritura. Tiene dos novelas terminadas y una en camino, un libro de cuentos y otro de historias fantásticas; tres libros de poesía: Huellas, Tiempos y Expresión del alma.

@Eber01

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