Música y folclor

Tras los pasos de ‘El Negro Alejo’

María Ruth Mosquera

30/06/2015 - 06:50

 

Mauro Villa y Alejo Durán Jr / Foto: María Ruth Mosquera

“Era un trotamundos” dirán unos; un enamorador empedernido, responderán otros; fue un juglar irrepetible, expresará la mayoría, sin que ninguno esté errado al entregar una descripción de Alejandro Duran Díaz, un hombre rural, trabajador, honesto, talentoso y genial, que pasó por el mundo y dejó en él las huellas imborrables de cada pisada que dio en el inmenso universo del vallenato, así como las semillas de afecto que sembró en cada uno de los muchos pueblos a los que su naturaleza andariega lo llevó.

Alejo Durán o ‘El Negro Alejo’, como lo sintetizó el cariño de la gente, despertaba una mañana cualquiera en su natal El Paso, Cesar, para al día siguiente, con su ‘pedazo de acordeón’ al pecho, emprender una correría que lo llevaba a protagonizar una parranda en Fundación, a celebrar un nacimiento en Carmen de Bolívar, amenizar un negocio exitoso en Mompox, una buena cosecha en Ciénaga, el casamiento de alguien en Magangué, la despedida de un amigo en Fundación o la sencilla celebración de la vida en cualquiera de los pueblos de las riberas del Cesar y el Ariguaní, que se convirtieron en su morada. 

Sí, Alejo Durán era un músico trashumante, que iba de pueblo en pueblo, alegrando espíritus con su música, cultivando amistades, cosechado amores; impregnándose de culturas distintas y aportando a cada una su esencia de juglar cabal, sus cualidades innatas de acordeonero, compositor y cantante que en un abril de hace casi medio siglo lo llevaron a coronarse Rey en el naciente Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar.

Hoy, Alejo está a punto de emprender de nuevo un viaje, esta vez personificado por un acordeonero contemporáneo, para recorrer los mismos pueblos, tocar en los mismos patios, transformados por el paso del tiempo, visitar los mismos pueblos y encontrándose con las raíces ancestrales del folclor caribeño.

Este viaje, siguiendo los pasos de la vida de ‘El Negro Grande’, será la materia prima para un documental que se realizará, bajo la dirección, guion e investigación del vallenato Mauro Villa Rodríguez, con la producción de los antioqueños Juan David Mesa y Erika Sánchez Castrillón y un equipo que ya avanza en el trabajo de este documental, con el que busca que su público, por medio de la identificación con el personaje, considere importante y necesario el ejercicio de memoria histórica y ancestral.

“En nuestro país es necesaria una mirada pausada y consciente hacia lo ancestral, para poder comprendernos históricamente y así, teniendo en cuenta nuestros procesos culturales particulares, afrontar los procesos políticos, sociales, culturales y económicos que propone el contexto mundial actual”, expresa Mauro Villa, quien tiene en su hoja de vida experiencias como realizador del cortometraje ‘El Andén del Jugar’ (2013), protagonizado por el acordeonero, cantautor y actor Éibar Gutiérrez y con el que ha participado en la competencia oficial de diferentes festivales nacionales e internacionales, entre los que se destacan el Festival Latinoamericano de Vídeo y Artes audiovisuales de Rosario, Argentina; Festival de cortometrajes de Bogotá ‘Bogoshorts’; entre otros; como asistente de dirección, coguionista y montajista del argumental ‘Tiempos Olvidados’ (2014), ganador del festival de cine Rodando en Bicicleta en su categoría ‘Mejor cortometraje de ficción’ y seleccionada en el apartado ‘Panorama’ del Festival de cortometrajes de Bogotá ‘Bogoshorts’; como montajista del cortometraje de ficción ‘El sonido de los sueños tristes’ (2015), como director del cortometraje de ficción ‘Post-Paz’ (2015), estos dos últimos en etapa de posproducción; y además dirigió los videoclips de las canciones ‘Paginas de oro’ y ‘El fuete y el cacique’, interpretadas por Éibar Gutiérrez.

Y es que este joven, de tan solo 22 años, tiene fuertes motivaciones para buscar en la memoria folclórica donde están sembradas sus raíces: La necesidad de contar esta historia responde a una sed personal que empezó a crecer en su ser cuando, hace algunos años, dejó su natal Valledupar y se radicó en Medellín, para estudiar Comunicación Audiovisual. “Este cambio de ciudad hizo que me cuestionara sobre la identidad supeditada al territorio. Motivado por ese cuestionamiento asumí la dirección de El Andén del Juglar, cortometraje documental que reflexiona sobre las repercusiones que la emigración y el cambio de territorio tienen sobre la identidad cultural”, dice.

Añade Villa Rodríguez que “la experiencia de la emigración es común entre muchos jóvenes de la región que parten de sus pueblos en busca de oportunidades laborales o de estudio (como en mi caso), normalmente estos ‘migrantes’ vuelven por cortos periodos de tiempo a su tierra natal con cierta frecuencia, reinterpretando los espacios y la cultura con la que crecieron. Éibar Gutiérrez, protagonista del cortometraje, después de estar radicado más de una década en Bogotá, regresa a los espacios de Valledupar donde transcurrieron su niñez y juventud, para reencontrarse con sus raíces y su memoria y así escribir una canción. En El camino que lleva a Abril, me adentro nuevamente en un viaje hacia la identidad y la memoria que guiarán el camino hacia mi lugar de nacimiento. Es entonces esta historia una suerte de ejercicio en el que el camino y el viaje representan una retrospectiva a la identidad y el saber histórico. El arribo a Valledupar, por su parte, alude metafóricamente al modo en que el reencuentro con nuestra historia es importante a la hora de afrontar los procesos y contextos actuales”.

Para Mauro Villa, la identidad cultural, además de ser el reflejo o el producto de los diferentes contextos actuales, está también regida por el transcurrir histórico de los orígenes ancestrales. “Particularmente como latinoamericanos al hablar de nuestra identidad debemos retroceder la mirada a siglos y siglos de mestizaje producto de la invasión, conquista y colonización europea. Las expresiones folclóricas como factor de identidad de los pueblos, en el caso latinoamericano, encuentran sus orígenes en la confluencia de tradiciones y costumbres de cada una de las culturas que se encontraron desde los tiempos de la colonia en suelo americano (principalmente indígenas, negros y europeos)”, sostiene.

Las manifestaciones folclóricas del Caribe colombiano son muestra de la confluencia de culturas en las identidades de los pueblos latinoamericanos y la música asociada al acordeón en esta zona no es ajena a dicha realidad, analiza Mauro, para quien, al dar una mirada a sus orígenes, se encuentra que, paralela a la cruel imposición y colonización europea, hubo, sin embargo, un intercambio cultural y artístico mucho más beneficioso para la producción artística de la región: Cantos negros acompañados de sus percusiones y las melodías que los indígenas interpretaban con sus instrumentos de viento se fundieron definitivamente, incorporando también aportes ya mestizos como el canto de vaquería. Explica que el aporte europeo vendría luego, con un instrumento traído desde el otro lado del océano: el acordeón, que aportó su sonido al replicar, a manos de intérpretes latinoamericanos, las melodías que se ejecutaban con las gaitas y carrizos caribeños.

“Alejandro Durán Díaz fue la viva representación de la multiculturalidad musical del Caribe. Hijo de padres que alternaban la actividad campesina con la interpretación de músicas heredadas de los africanos esclavos. Alejo fue el negro que con un instrumento europeo al pecho (acordeón) interpretaba las melodías enseñadas por los antepasados africanos e indígenas. Su figura fue la bandera de la primera generalización del folclor vallenato en Colombia, al coronarse en abril de 1968 como primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata”, precisa.

En El camino que lleva a abril, un acordeonero recorrerá los pasos de la peregrina vida de ‘El Negro Alejo’, conversando con su memoria y los orígenes ancestrales del folclor que representa. Inspirado por esa memoria ancestral, buscará repetir la hazaña de Durán y convertirse en rey.

 

María Ruth Mosquera

@sherowiya

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