Ocio y sociedad

Estados Unidos, entre paradojas y esperanzas

María Ruth Mosquera

24/06/2016 - 06:50

 

Casas abandonadas en el pueblo de Estados Unidos (Cesar, Colombia)

Al escuchar el nombre Estados Unidos, lo usual es que las personas visualicen una república independiente, protagonista de guerras, con cincuenta estados y un distrito federal diseminados sobre un territorio de nueve millones 826.675 kilómetros cuadrados, en los que habitan más de 313 millones de personas que tienen como idioma nativo el inglés y están bajo el mando de un presidente llamado Barack Obama.

Es posible que estando en el departamento del Cesar (Colombia), las personas piensen en un lugar lejano, situado a 4222.31 kilómetros, que se tomarían 61 horas en un viaje para llegar allá, desplazándose a setenta kilómetros por hora; pero no es habitual que se piensen en un Estados Unidos cercano, enclavado en las estribaciones de la Serranía del Perijá, en jurisdicción del municipio de Becerril, a tan solo 1017 kilómetros, a unas dos horas de la capital (Valledupar), que también ha sido escenario de guerras de distinta índole, con la diferencia trascendental que en todas ha salido perdedor.

El de aquí es un pueblo de calles añejas, pocos habitantes y casitas abandonadas, donde el panorama hasta hace poco era una escuela que no sin profesores, un puesto de salud sin médicos, policías, ni inspector. En chiste, algunos de sus habitantes dijo: “Es que nosotros vivimos como una república independiente… de la atención estatal”.

La Guerra de los Mil Días, además de las muertes, triunfos y derrotas propias, ocasionó como daño colateral una especia de reacomodamiento poblacional que se manifestó en mudanzas de familias de unas zonas a otras.    

Las faldas de la Serranía de Perijá fueron lugares agradables para los forasteros, porque además de las bondades climáticas les ofrecía una tierra fértil para sembrar aguacates café, naranja, lulo y otros productos que perviven en las costumbres de quienes ahí siguen, pese a la metamorfosis  que en el territorio ha ocasionado el conflicto armado.

Para esa época llegaron a zona rural de Becerril familias provenientes del interior del país, de Antioquia  y los santanderes, cuya fisionomía era distinta a la de los nativos, pues tenían piel blanca, cabello rubio y ojos azules, más semejantes a norteamericanos; por lo que terminaron bautizando en poblado con el nombre de Estados Unidos. Existe otra versión entre los pobladores acerca del origen del nombre del pueblo. Esta hace alusión a la Hacienda Santa Fe, próspera en la zona, cuyo propietario envió a su hijo a estudiar al exterior y que al regresar éste y ver la distancia que había para llegar a su casa dijo: “Esto sí es lejos, parece Estados Unidos”.

Es así como se encuentran allí, nombres de lugares iguales a los del país norteamericano y en las mismas direcciones geográficas, como la vereda Canadá y el cerro Hollywood.

Fue precisamente Hollywood el escenario no de una guerra pero no de ficción como las que se ven en las películas ‘gringas’, sino de una de verdad, promovida por dos hijos del Cesar: Juvenal Ovidio Ricardo Palmera, alias ‘Simón Trinidad’, quien estableció en ese lugar su casa en los inicios de su vida al margen de la ley, en las filas de la guerrilla de las Farc; y a donde lo alcanzó más tarde Rodrigo Tovar Pupo, alias ‘Jorge 40’ cuando, también al margen de la ley, se armó en las Autodefensas Unidas de Colombia  para combatir al primero y a todo lo que éste representaba.

Fue una confrontación sangrienta en la que al menos medio millar de personas en el corregimiento perdió la vida, y las más de 200 que quedaban se desplazaron sin que hayan logrado volver a juntarse; hoy siguen muchas de ellas regadas por Becerril, Valledupar y otros municipios del Cesar e incluso en Venezuela, a donde fueron a dar algunos en su huida la muerte que se apoderó del que era su pueblo, donde permanecieron sólo nueve personas que prefirieron quedarse a morir ahí, si tocaba, que someterse a la incertidumbre de una huida hacia lo desconocido.

‘Simón Trinidad’ había llegado a Estados Unidos en la década de los ochenta atraído no sólo por la posición geo-estratégica sino porque estaba enamorado de una mujer que tenía allá su residencia. Las expresiones de la guerrilla se establecieron entonces en el lugar, sin que los pobladores tuvieran la opción de aceptarlos o rechazarlos, como ocurrió con muchos pueblos de Colombia.  Entonces, en los años noventa, cuando llegaron los paramilitares de ‘Jorge 40’ estigmatizaron a las personas de Estados Unidos como guerrilleros o colaboradores de estos, lo cual desencadenó las devastaciones que dejaron al pueblo convertido en un fantasma, con familias fragmentadas, proyectos de vida rotos, hombres y mujeres en condición de viudez, niños huérfanos y cientos de desarraigados.    

Sobre el panorama que en los últimos tiempos se observa al llegar a Estados Unidos, aunque sigue nublado por las huellas de lo que ahí sucedió, se tiende un manto de esperanza y paz. Varias decenas de casas siguen raídas por el abandono, con la naturaleza trepándose por las paredes y metiéndose por las rendijas y las puertas, pero muchos de los que se fueron han regresado, con la intención de reconstruir lo que sea posible, y también hay personas procedentes de otros lugares que se han asentado allá. Más de doscientas familias retornadas en ese corregimiento de Becerril, según datos del Departamento para la Prosperidad Social (DPS).

La atención institucional ha avanzado para las personas que hoy se encuentran el Estados unidos y que pese a haber retornado, no cuentan aún con las condiciones necesarias para pensar en la construcción de un proyecto de vida ahí. El apoyo de la Unidad de Atención a Víctimas; la Policía y el Ejército ha sido fundamental para que puedan contar con las garantías de seguridad; así como la intervención del Grupo de Memoria Histórica del Cesar, para reconstruir sus reminiscencias, para que las nuevas generaciones sepan lo que ahí pasó, para que ponderen el valor de los que murieron y los que siguieron viviendo como testimonio de resiliencia.

Hoy, ‘Simón Trinidad’ y ‘Jorge 40’ están en Estados Unidos, el otro, el de Norteamérica. La organización del uno prometió dejar las armas y así lo ha consignado en un acuerdo. La organización del otro ya pasó ese tramo, se desmovilizaron, aunque la reinserción a la vida civil no fue exitosa y algunos de esas filas mutaron en nuevas estructuras armadas que siguieron robándole la calma a la gente en la zona.

Hoy, los ‘yanquis’, como llegaron a denominar a las personas de este corregimiento, están esperanzados en  que se materialicen los anuncios de paz, para tener la libertad de andar sin zozobra, volver a casa, subir a los cerros sin el miedo a toparse con la guerra que se llevó a tantos de los suyos. “Es tiempo de un nuevo comienzo. Ya hemos llorado mucho en este pueblo”, piensa una estadounidense.

 

María Ruth Mosquera

@Sherowiya 

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