Música y folclor

Los primeros días del acordeón: una historia condensada

Luis Alfredo Gámez

13/07/2012 - 10:50

 

La  Historia del acordeón es corta pero muy rápida e intensa, de tal forma que quien registró el invento como acordeón en 1829, el Austriaco Damián Cyrill, debe abandonar sus derechos sobre el invento en 1835 dado los notables avances a los que había sido sometido.

Parece que el origen europeo de los instrumentos de lengüeta libre está en los Órganos soplados, los cuales son extraordinariamente populares en Oriente a todos los niveles de la cultura, desde la música tradicional a la cortesana.

Basándose en la lengüeta simple, numerosos inventores o ‘Mecánicos’, elaboraron diferentes elementos. Desde el Parisino Pinsonnat, que inventó el Typófono, semejante a los actuales diapasones que daba una sola nota fija  (una ventaja de esta lengüeta es que su afinación es muy estable), tenemos a Eschembach, que unió varias.

En 1810 aparecen diferentes  órganos soplados Occidentales, y Buschman, en Berlín, fabrica en 1821 la Mundarmónika, de la que deriva la conocida armónica, colocando una serie de lengüetas en fila cada una de las cuales produce una nota distinta.

Su hijo, al incorporar un pequeño fuelle crea la andaolina. Así aparecen diversos inventos, como un tipo de melódica debida a el inglés Weaston, pero fue Cyrill quien registró la patente, construyendo un instrumento dotado de un fuelle y cinco botones, cada uno de los cuales, al ser pulsado producía dos acordes, uno al abrir y otro diferente al cerrar el fuelle.

Estos 10 acordes bastaban para acompañar numerosas canciones, siendo muy sencillo su uso y aprendizaje   en la música popular, sobre todo cuando en 1831 Isoard Mathieu reemplaza los acordes de cada botón  por dos notas individuales que se producían una al abrir y otra al cerrar el fuelle; es así dotado de dos escalas diatónicas (es decir sin semitonos) lo que da lugar al Acordeón diatónico. En 1834, Foulón añade las alteraciones creando el primer acordeón cromático.

Pero la evolución del instrumento continúa y en 1854  Malhaús Bauer fabrica el acordeón piano, sustituyendo los botones por teclas, llamado piano del pobre; y en torno a 1880 se le añade un segundo teclado, en la parte derecha, compuesto por cuatro botones que permitían dar dos acordes cada uno como acompañamiento a la melodía. Así se crea el acordeón diatónico, que ha llegado hasta hoy en la tradición musical de casi todos nuestros pueblos.

Paralelamente, en 1829, Wheaston fabrica la concertina, como evolución de sus armónicas, instrumento barato, pequeño y hexagonal, cromático, pero sus bajos sólo dan una nota, por lo que hay que construir los acordes manualmente, al igual que el Bandoneón, del alemán H. Band  de 1850, algo mayor que la concertina, también cromático.

Estos instrumentos llegan a ser muy populares en ciertos lugares (se adopta como instrumento básico en la interpretación del Tango argentino y Uruguayo) pero no alcanzan la extensión y popularidad del acordeón diatónico.

Nuevas modificaciones técnicas como poner dos lengüetas  iguales en cada nota de forma que de la misma nota al abrir y al cerrar el fuelle ponen la base de los modernos acordeones de concierto, ya por supuesto, cromáticos y con muchas posibilidades musicales, pero quizás porque ya se encuentran en una época de declive del instrumento no consiguen sustituir al diatónico, continuando su evolución dentro de la música más ‘culta’ hasta los complejos acordeones que en la actualidad se fabrican.

El acordeón diatónico alcanza su mayor popularidad en un momento de importantes cambios en la música del pueblo, cuando se produce una ‘modernización’ y nacen nuevos estilos musicales.

El acordeón posee muchas ventajas respecto a otros Instrumentos: Su afinación es bastante estable, permite a un solo músico llevar melodía y acompañamiento y cantar si es preciso, no requiere grandes esfuerzos físicos y es relativamente sencillo de tocar.

Además, todos los delicados órganos sonoros están protegidos en el interior por lo que es un instrumento ideal para viajar y, sobre todo, en las duras condiciones de antaño. Pero a pesar de su éxito entre las clases populares y medias bajas fue un Instrumento despreciado por los músicos de academia y los intelectuales de esa época; una prueba es lo que Felipe Pedrell, eminente musicólogo español dice de él en su ‘Diccionario técnico de la música’.

Publicado en 1894, en el que tras describirlo añade: “Por ésta descripción se comprenderá que el instrumento de que se trata no pasa de ser un juguete que el abuso ha convertido en incómodo”. Nada más lejos de la realidad.


Coincide también con una época de Romanticismo y Nacionalismo, en el que son ensalzados los valores y elementos tradicionales (en otros momentos también despreciados) y las ‘modernidades’ son vistas con recelo.

Además la estricta moralidad de la época, al menos a nivel oficial, considera a los bailes "agarraos" como una actividad condenable y pecaminosa.  Hubo grandes campañas por parte de la Iglesia y los sectores más conservadores contra ellos.

Y al acordeón, como su acompañamiento se le tildó de maldito e infernal, propio de ambientes corruptos. Y en esto no iban muy desencaminados pues no era difícil encontrar acordeones en los bebederos de los pueblos.

A pesar de todo, y a lo mejor gracias a ello, el acordeón, en especial el modelo diatónico, se mantuvo y se potenció durante la primera mitad del siglo XX,  llegando hasta nuestros días como parte integrante de nuestra música, ya tradicional.

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