Ocio y sociedad

Los míos, los tuyos y los nuestros

María Ruth Mosquera

03/03/2017 - 04:10

 

 

“Mi marido me llega a montar los cachos con otra mujer y lo boto de la casa inmediatamente y de paso le ‘mechoneo’ a la vieja por atrevida; si se consigue otra es porque yo ya no le sirvo”. La afirmación tuvo consenso entre el grupo de mujeres que no ahorraron en prosa, pronosticando lo que le pasaría a sus maridos si algún día osaran ponerles una ‘sucursal’.

Salieron a relucir entonces anécdotas de todos los tonos: “Mi mamá le roció con gasolina toda la ropa a mi papá y lo dejó con lo que tenía puesto, y yo hubiera hecho lo mismo porque el muy descarado se arrumaba con otra y le llevaba la ropa a mi mamá para que se la lavara; ¿qué tal ese desvergonzado?”. “Es que los muy desgraciados tienen la costumbre que se buscan otra y la mantienen ‘al pelo’, le dan todo, pero a la mujer, a la que se friega con ellos, a esa la tratan como un trapo viejo que solo sirve para limpiar y tenerles la comida lista”.

Mal librados salieron los hombres de la susodicha tertulia de féminas, en la que las ellas dejaron sentada su posición: una infidelidad no se perdona.

Pero otra es la realidad de Alba e Inés, dos mujeres que desde hace seis años comparten el amor de  William Vega y son tan amigas entre sí que se piden consejos la una a la otra sobre cómo enfrentar los devenires maritales.

Se respetan, se admiran, se llaman por teléfono, se preguntan por el comportamiento del marido compartido que tienen, a quien muchas mujeres ven como el ‘anti-hombre’, el colmo de la desfachatez y otros epítetos: “Ellas mismas tienen la culpa por aceptar eso, bien hecho está que les pase”, expresa una mujer en medio de la citada tertulia.

¿Pero es posible amar a dos personas al tiempo? Al preguntarle al implicado qué siente por cada una de sus dos mujeres, se torna filósofo – sínico para muchas - y analiza las complejidades del amor: “Definir el amor es muy complejo. Es un sentimiento tan universal que difícilmente se puede especificar porque puede convertirse en pasión, necesidad o en algo muy sentimental”.

Se confiesa y dice que después de casi medio siglo de matrimonio comenzó a ver a su esposa (Inés) como una hermana y que en esos casos la relación sexual deja de ser placentera para convertirse en algo como un incesto. Ella, Inés, asumió la situación con la misma connotación, al punto de no importarle que su esposo, el que le juró amarla y respetarla hasta que la muerte los separara, “se esté yendo a la cama con otra”.

Por cuestiones laborales, William tuvo que dejar a su esposa y sus cuatro hijos en Cartagena y mudarse a Valledupar, donde lo recibió una vida perniciosa, con abundancia de ron y mujeres. “No era mi intención emborracharme todas las noches, pero no tenía nada que hacer; vivía solo y me iba a tomar mis cervecitas”. Avanzada la noche regresaba al apartamento, nunca solo. “Era una vida desordenada la que tenía, las amigas se turnaban por noches”.

Sus laberintos sexuales se enredaron al punto que cuando ya no tenía fuerzas ni para mantenerse en pie, se vio obligado a visitar a un especialista que le dictaminó agotamiento físico y mental, provocado por exceso de sexo. Fue en esos momentos, cuando William iba rodando rumbo a un precipicio, apareció Alba “como enviada del cielo” y lo devolvió a tierra firme. “Nos encontramos accidentalmente. Ella trabajaba en el bar donde yo bebía, diagonal a donde ella vivía; comenzamos a tener una buena amistad.

Alba era madre de siete hijos, sobreviviente de una relación tormentosa, con un ‘ex’ que no la valoró a ella ni a sus hijos. “Yo le veía esa agonía para lograr que el marido le diera para la comidita a sus hijos y me sentía mal”, narra William.

Pero siendo testigo de la rutina libidinosa de este hombre, Alba, aunque  asegura que “me movía el piso”, no se atrevía a enredarse con él; entre otras cosas porque “no me tragaba el cuento de que ya no tuviera nada con la esposa; eso es lo que siempre se inventan”. Pero como dice el popular refrán ‘la constancia vence...’; y la insistencia del hombre venció la resistencia de la mujer y a punta de detalles le arrancó el ‘sí’.

“Yo ya había hecho un análisis y dije: llegó el momento en que yo me ubique: me estoy gastando un promedio de 30 a 40 mil pesos diarios en trago y comida, porque consumía todo a la carta – y todo es todo; veía en Alba a una persona buena y trabajadora que me gustaba como mujer, pero ella no aceptaba esas cosas”.

Por su parte, ella le cuestionaba el tanto trago a cualquier hora; entonces él, con frases tan desnudas como su alma, le dijo que estaba solo en esa ciudad. A ella le “daba miedo tener una relación seria con alguien. Ya me había pasado con el papá de mis hijos y no quería tener compromiso con nadie”, recuerda Alba, cuyo temor era fortalecido con el desfile de mujeres que a diario veía circular frente a sus narices, las cuales iban directo a la cama del hombre que la pretendía y que –por cierto- era casado.

“Mi mamá se enfermó y yo tuve que llevarla a Medellín; él estuvo muy pendiente de nosotras y de mis hijos, que no les faltara nada; entonces entendí que él quería algo serio conmigo. Cuando regresé conseguimos una casa grande y nos fuimos a vivir juntos y ya tenemos una hija”.

Es una relación de completa armonía, no solo entre la nueva pareja y los hijos de ella, sino también los hijos del matrimonio de William, quienes visitan periódicamente, convirtiendo a la familia en un grupo conformado por ‘los míos, los tuyos y los nuestros’.

“Mijo, ¿cómo te manejas tú allá solo, cómo es tu vida sexual?”. Inés (esposa) manifestó a su esposo la preocupación que le causaban los altos índices de Sida en el mundo, publicitado en los noticieros. Entonces él optó por contarle la verdad: “Te voy a decir algo, pero no te vayas a molestar; yo tengo una mujercita allá que no tiene problemas con eso y me uní a ella para dejar de estar saltando de caja en caja, pa’ evitar ocasionarme un problema grave de salud”.

Le soltó la noticia ‘sin anestesia’ y aunque la esposa se quiso morir con el brutal impacto de saber que ya no era la única, él esgrimió convincentes argumentos y terminó persuadiéndola de que tener otra mujer era lo mejor para los tres. “Porque yo necesitaba una compañera acá y ella no podía venirse a acompañarme por muchas cuestiones; ella aceptó siempre y cuando que no me pasara de ahí”. Inés no tenía garantías, pero asegura que tampoco tenía opción, ya que mandarlo al carajo, como en efecto lo pensó, no era algo viable para su realidad.

Las dos mujeres entablaron una relación de amistad y respeto que desvirtúa el pensamiento natural de muchas mujer traicionadas que reza: “mi rival es una bruja”, porque mantienen una relación en extremo civilizada con muy buen concepto la una de la otra. “Yo siento mucho respeto por la señora Inés y creo que ese respeto también me lo he ganado yo”, asegura Alba.

Juntas son un equipo que lucha unido por la fidelidad del hombre que comparten y son cómplices a la hora de espantarle a quien quiera atravesarse en su triángulo amoroso.

En una oportunidad el marido común decidió echarse una ‘canita al aire’ y se les desapareció por dos días. “A mí lo único que se me ocurrió fue llamar a la señora Inés porque pensaba que lo habían secuestrado; ella se preocupó mucho y hasta pensó en viajar a Valledupar y yo le dije que se podía quedar en mi casa”, dice Alba.

Al cabo de 48 horas, el ‘don Juan’ apareció borracho y arrepentido por el caos bifamiliar que había ocasionado y prometió no volverlo a hacer. Hoy, los sentimientos de la esposa hacia la amante – que ahora es ‘la señora’ - son de agradecimiento porque con su llegada a la vida del esposo, éste dejó de ser un nómada en el amor y sentó cabeza…  “con dos mujeres, pero lo hizo”.

Habla de las dos como mujeres muy nobles y se apresura a justificarse, asegurando que su doble relación no obedece a corrupción sexual ni mucho menos a machismo, sino que “es una necesidad que yo tengo. No sería igual que yo estuviera con otra señora por ahí que en lugar de cuidarme me estuviera dando golpes bajos”. Ahora viven felices los tres, consientes que su triángulo amoroso no es entendido y es censurado por la sociedad.

¿Por qué se buscan otra persona?

En este punto aparece el interrogante: ¿Por qué los hombres se buscan otra mujer o las mujeres buscan otro hombre? “Sinvergüenzas que son”, dice una; “Porque tiene a la mujer como un escaparate viejo y entonces se busca una nueva, igual de desvergonzada que él”; al dar las respuestas en estas mujeres crece un sentimiento de solidaridad con el género y dan infinidad de consejos contra los “machistas” que se consiguen otra y no permiten que la mujer haga lo mismo.

Pero al preguntarles a ellos, las respuestas cambian y exponen factores como la demasiada cantaleta femenina capaz de minar hasta hacer explotar el más tolerante de los hombres, los celos enfermizos que las hacen ver rivales por doquier, la falta de atención, el maltrato y el descuido en la apariencia personal. “Cuando en el restaurante de siempre comienzan a servirte la comida desabrida y en los platos sucios, tú te cambias a otro; es igual”, sintetizó un hombre.

Pero el triángulo de William, Inés y Alba no es el único, los hay por montones. En el Caribe colombiano en particular, se presentan más casos de los imaginados, incluso se dan ocasiones en que una mujer tiene dos maridos, por supuesto con pleno consentimiento de los dos.

Al respecto, la terapista de parejas Rosario Hernández explicó que “cuando un hombre se busca otra mujer no es más que el reflejo de que hay falencias en su vida, de que tiene instintos no satisfechos, conflictos personales, y también puede darse la infidelidad por herencia de antepasados. En una forma errónea de buscar llenar vacíos y cree que los llena, pero en este caso son tres personas en conflicto que asumen un estilo de vida ‘normal’, que a sus ojos está bien, aunque no sea así”. Añade la experta que en el mundo actual, cada vez más se dan este tipo de relaciones.

 

María Ruth Mosquera

@Sherowiya 

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