Ocio y sociedad

Duele mirar desnudos los rostros del conflicto

María Ruth Mosquera

19/05/2017 - 06:30

 

Mario Antonio Jácome presentando la exposición de Manos Unidas en la Plaza Alfonso López / Foto: María Ruth Mosquera

 

Duele encontrarlos ahí, sin maquillaje, con su expresión intacta, dando cuenta de la crudeza de una barbarie sexagenaria. Están casi todos, uno junto al otro, inmóviles ante cientos de miradas que a diario pasan a verlos y no pueden reprimir las muecas de dolor, estupor, impotencia, incredulidad, recuerdos y también de esperanza, de perdón.

Algunos son tan ancianos que las nuevas generaciones los confunden con leyendas fantásticas imaginadas por un escritor, como la masacre de las bananeras, documentada incluso en cantos y literatura; el narcotráfico, entendido como el motor del conflicto armado y la violencia cotidiana en el país, y que tiene como vecino el rostro de los laboratorios de procesamiento de los alcaloides; los campos minados, que le dan a Colombia el deshonroso título de ser el único país del mundo en el cual se siguen usando Artefactos Explosivos Improvisados (AEI); el desplazamiento forzado que indiscriminadamente afectó a todos los grupos étnicos y etarios.

Otros son muy jóvenes, pero por la frialdad extrema que arrastran, requieren valor para echar una mirada al grado de maldad y crueldad que es capaz de alojarse en un ser humano; por ejemplo, las casas de pique, práctica mediante la cual cercenaban a las personas para luego enterrarlas en hoyos pequeños, incinerarlas o cocinarlas y echar esa cocción a los perros para que no quedaran rastros de esos seres humanos; tal como sucedió en la cárcel Modelo de Bogotá.

Están allí los rostros del drama ambiental a raíz de la contaminación de los ríos con petróleo regado tras los ataques a oleoductos. Se muestra la fisionomía de prácticas como lanzar personas vivas a un foso lleno de caimanes que los despedazaban en un santiamén; maniatar a las víctimas, ‘sembrarlas’ desnudas en la tierra y bañarlas con miel para que las atacara toda suerte de bichos y –al final- ahogarlas con una bolsa negra en la cabeza. Se ven ríos arrastrando cuerpos, fosas comunes con fragmentos humanos, cuerpos con botas en bolsas negras que cayeron en la práctica absurda de las ejecuciones extrajudiciales (falsos positivos), y también está la Justicia, con un papel dudoso, el congreso de la República escenificando una pelea de gallos y, claro, las víctimas esperando, unas ya desaparecidas por la fuerza del tiempo, otras que han sido cortadas de raíz y unas más que han echado raíces esperando que la verdad, justicia y reparación sea algo real para ellas.

Impacta que estos rostros estén donde están: en la Plaza Alfonso López, la Plaza Mayor, el corazón de Valledupar, emblemático escenario de fiestas y faenas monárquicas, donde se le rinde culto a la alegría y se construye la memoria y se procura la pervivencia de una manifestación cultural que hoy es patrimonio inmaterial de la humanidad. Es importante que esté ahí porque no deja olvidar que tanto lo uno y lo otro hacen parte de la historia, que las alegrías que ahí se exacerban son tan reales como el dolor cuyos rostros se ven hoy y que proclaman la necesidad imperiosa de no olvidar, de no repetir. Ahí permanecerán hasta este 20 de mayo.

Y duele ver el rostro de Mario, vecino, traductor y custodio de los demás rostros ahí presentes, guiando los recorridos de las personas que quieren saber qué significa todo aquello; tomando la voz de todos para la suya aguante, sin quebrarse, para contar una y otra vez la barbarie. A él le ha tocado convivir con ellos, sufrir lo que ellos representan y también lo que encarnan quienes los llevaron a esa realidad; él, otra víctima del conflicto armado colombiano, es el encargado de mantenerlos ‘presentables’ ante una sociedad que olvida pronto, de llevarlos de un lugar a otro para que la humanidad conozca, pero sobretodo no se olvide de lo que sobre el suelo colombiano sucedió, para alimentar la memoria, para garantizar la no repetición.

Duele ver el rostro de Mario. Duele también escucharlo:

Panorama Cultural: ¿Cuál es el mensaje que la Fundación Manos Unidas quiere darle al país con este trabajo?

Mario Antonio Jácome: Con ‘Los Rostros del conflicto’ queremos mostrar la crudeza de la guerra durante cincuenta años; cómo fueron violados los Derechos Humanos de las víctimas, victimas inertes que no tenían nada que ver en esto. Apunta también a la construcción de la memoria porque quien no conoce la historia de los hechos está condenado a repetirla. Mostramos muchos hechos victimizantes en la región y en todo el país, como los campos minados, artefactos explosivos improvisados, el caso de multinacionales que inyectaron dineros importantes para el recrudecimiento del conflicto…

Le han dado ustedes un papel preponderante a la simbología.

Sí, Algo muy importante es la simbología de la víctima, que es el sombrero vueltiao. A partir de la colombianidad, el sombrero vueltiao fue escogido como símbolo nacional y este es nuestro símbolo”.

¿Quiénes son ustedes (Manos Unidas)? ¿Y qué los motiva a hacer este trabajo?

Somos un grupo de la sociedad civil, comprometidos con los derechos humanos, con los derechos de las víctimas, con la construcción de la memoria,  pero, definitivamente, hoy en este trabajo hemos contado con el apoyo incondicional del Alcalde de Valledupar (Augusto Ramírez Uhía), la secretaria de gobierno municipal (Sandra Cujia), que se apersonó de este proyecto, por lo importante de los hechos que nosotros reflejamos acá. Es crudo, es difícil aceptar situaciones tan aberrantes que sucedieron durante cincuenta años de guerra, pero es el compromiso del municipio frente a este esclarecimiento de la verdad y de la justicia.

¿Cómo ha sido la construcción y el montaje de esta obra?

La construcción de la obra tiene cinco años. Nosotros llegamos al sitio donde han sucedido los hechos, conocemos la historia y procedemos a construirla. Comenzamos con nuestra Fundación Manos Unidas de Colombia; al segundo año de haber creado la Fundación, fuimos avasallados por el conflicto; de once que éramos, quedamos tres vivos.

¿Cuáles fueron los móviles de esos asesinatos? ¿Que no sacaran la verdad a la luz?

Muy seguramente. Era para acabar con la Fundación. Nosotros teníamos un propósito que era construir los hechos victimizantes que se perpetraron en muchas poblaciones en el Cesar. Comenzamos a trabajar en el año 2007, después de la desmovilización del Bloque Norte de las Autodefensas. Penetramos en las zonas donde ellos estuvieron diseminados y, cuando comenzamos a trabajar con las víctimas en el esclarecimiento de la verdad, desaparecieron dos de nuestros compañeros fundadores; después, encontramos tres asesinatos en la vía a La Paz; eso está en manos de las autoridades…

¿Qué reacción esperan ustedes -como Fundación- de parte dela sociedad, del Estado, de los organismos internacionales?

Contamos con el apoyo de la Alcaldía de Valledupar; de la MAPP-OEA (Misión de Apoyo al Proceso de Paz de la Organización de Estados Americanos, del Centro de Memoria del Conflicto, un grupo de jóvenes muy interesante que se han apropiado de la investigación y la construcción de la memoria. También tenemos asocio con el Centro Nacional de Memoria e Historia, la Fiscalía General de la Nación, la Defensoría del Pueblo y la Oficina de Derechos Humanos de la Presidencia de la Republica.

¿Es esta una exposición itinerante?

Sí. Esta es la séptima ciudad en que la presentamos. Notamos cómo es aceptada por la población. Aquí, por ejemplo, teníamos calculado un número de visitantes por día, pero lo hemos superado. Calculábamos unas 200 personas diarias, pero a la tercera mañana ya habíamos superado las 715 personas”.

¿Entre estos visitantes se encuentran personas que al ver las imágenes y escuchar la narración de los hechos, no creen que esto sucedió en el país?

Han sucedido varios casos. Unos hechos de dolor, que muchas personas víctimas ven en la obra su hecho victimizante y recuerdan todo. Nosotros tenemos en la obra dos psicólogos forenses para atender esos casos. Ayer, precisamente, hablando de unos hechos, una señora nos contaba su historia; los referenciamos, nos va a dar la oportunidad de conocer esas historias más profundamente, queremos construirlas como muchas más del conflicto. Y se han acercado personas con esa intención.

Y una invitación a mudar la piel de acero…

En este ejercicio estamos mostrando, bajo un concepto artístico, estos hechos victimizantes para que toda la población se toque esa piel de acero, que mire estos hechos y reflexione para que, finalmente –ojalá-, podamos desarmar nuestro corazón y entrar en un proceso de reconciliación personal, para poder perdonar a los demás y que los demás también nos perdonen a nosotros.

 

María Ruth Mosquera

@sherowiya

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