Opinión
Una percepción de inseguridad
Para comprender la seguridad no hay que enfrentarse a ella, sino incorporarla a uno mismo.
Saber a diario de confusas noticias sobre atracos, asesinatos y robos en cualquier ciudad colombiana, en cierto modo, ya no causa extrañeza, porque se ha llegado al acostumbramiento social de que no hay política pública de seguridad acoplada entre autoridades, gobierno y comunidad.
Se vende la idea entre los ciudadanos, de imputar la culpa de tan anómala situación, al pésimo desempeño de gobernantes y organismos de seguridad, y se les cuestiona su capacidad administrativa de los recursos técnicos y financieros dispuestos para la policía pero que no se consumen en realidad, por no contar con una aterrizada estrategia direccionada a combatir el crimen.
Quizá, sea injusto tratar de atribuir toda esa carga a los enturnados gobernantes y no concebir que ellos mismos mantienen la preocupación por no ser víctimas de los bandidos, y que a diario de igual manera, se ven expuestos al robo o atraco muchas veces junto a sus comitivas de aduladores, en esas folclóricas y narcisistas apariciones públicas, cualquier día por la ciudad.
No podría quedar el accionar del gobernante, solo en propiciar los consabidos y recurrentes “consejos de seguridad”, cada vez que acaecen estos eventos agresivos, es necesario desde su mandato hacer ordenamiento general de la ciudad y el espacio público, y la delimitación, y control sobre esas zonas diagnosticadas de peligro.
También lo es con la Institución policial, que tienen un mensaje subliminal muy expedito del director, en cuanto que si algo pasa a su integridad “es por estar en la calle”, bastante les dijo, que no se expusieran públicamente. Y no es precisamente la entidad, la más preocupada por la bienandanza de sus integrantes.
Pero se demanda del cumplimiento del deber policial mediante la vigilancia, y escudriñamiento del comportamiento de los individuos, focalizados en diferentes ambientes determinados o no, utilizando esas herramientas que hoy proporciona la tecnología y los amplios presupuestos para seguridad. Las cámaras, vehículos especiales, especialistas de interpretación, uniformes, armas disuasivas y en fin una amplia gama de técnicas y tácticas para aplicar a la protección ciudadana.
Subiste entonces en el aterido ciudadano, el deber de ejercer a su cuenta y riesgo los principios fundamentales, como el de solidaridad y participación comunitaria, para establecer mecanismos propios y congruentes con la defensa de cada uno y de todos. El ciudadano en su transitar puede cuidadosamente desde su equipo celular, antes que se lo roben; informar a las autoridades por medio de la línea 123 o la 900, cuando observa movimientos sospechosos. El servicio policial es bueno pero necesita retroalimentación ciudadana y oportuna información.
Como no avisar de esas motos con placas viradas en tal forma que dificultan la identificación, de vehículos afanosos con personajes en actitud de acecho a situaciones particulares, de merodeadores y malcarados portando armas subrepticiamente, de descuidos ciudadanos en las calles que propician la oportunidad del robo o atraco.
Es que se debe cambiar el viejo esquema de extrema confianza, por estrategias más sutiles y efectivas. Ya no se vale exponer la vida cargando sumas de dinero o valores en bolsos personales, retirar sumas de entidades financieras o recibirlas de manos de particulares a la vista de todos, como si la ostentación lo protegiera.
Se requiere más habilidad de los ciudadanos al percibir, y observar con sutileza, y desconfianza el entorno que le rodea, calificar rápida y convenientemente con sentido común las actitudes y posturas de quienes rondan y parlotean a la redonda, y fríamente arroparse con seguridad bajo la premisa de no dar papaya.
Alfonso Suárez Arias
@SUAREZALFONSO
Sobre el autor
Alfonso Suárez Arias
Aguijón social
Alfonso Suárez Arias (Charalá, 1956). Abogado en formación (Fundación Universitaria del Área Andina en Valledupar). Suscrito a la investigación y análisis de problemas sociológicos y jurídicos. Sus escritos pretenden generar crítica y análisis en el lector sobre temas muy habituales relacionados con la dinámica social, el entendimiento del Derecho y la participación del individuo en la Política como condicionamiento para el desarrollo integral.
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