Pensamiento

Mentalidad Neocolonial

Antonio Ureña García

09/11/2017 - 06:35

 

 

El pasado mes se celebró la festividad del 12 de octubre, denominada pomposamente en España Día de la Hispanidad. Para dar mayor solemnidad a la fecha, la misma coincide con la Fiesta Nacional. ¿Son los acontecimientos que se conmemoran motivo de orgullo o sería necesario una revisión histórica de los tiempos de la Conquista y Colonia con objeto de ponerlo todo en su lugar?

En diferentes artículos publicados en esta columna nos hemos hecho eco de un sentir cada vez más presente a uno y otro lado del Atlántico, recogido en el lema: 12 de octubre, nada que celebrar; frase inspirada en un artículo escrito por Eduardo Galeano, de título similar.Según podía leerse estos días en imágenes que circulaban por las redes sociales, América no fue descubierta: fue invadida y saqueada.

Ya lo decía Colón en su diario con fecha de 16 de diciembre de 1492: los indios sirven para les mandar y les hacer trabajar, sembrar y hacer todo lo que fuere menester...

Pero los tiempos de saqueo y explotación no finalizaron con la Independencia. Más bien al contrario. Los gobiernos, en manos de la minoría criolla a un lado del Atlántico, de la antigua metrópoli al otro, continuaron poniendo en práctica durante siglos la misma mentalidad, casi con independencia de su orientación política. En los tiempos de la Colonia y animados por el espíritu de Cruzada -de manera similar a la Edad Media, donde la expansión de la economía y la reapertura de las rutas comerciales en el Mediterráneo se escondían bajo argumentos religiosos- las riquezas de los nuevos territorios eran expoliadas a modo de botín de guerra, considerándose una práctica normal como pago a los esfuerzos realizados. El problema es que, desde entonces hasta la actualidad, se procede de similar manera;  eso sí, con resultados menos cruentos.

Cuando después de feroces batallas un ejército derrota al enemigo, se apodera, a modo de reparación, de todas las riquezas que encuentra a su paso. Cuando un grupo político, después de una ardua competencia electoral, es proclamado vencedor, se apodera del dinero público  Aunque los tiempos han cambiado, no la forma de actuar y es que la corrupción no es otra cosa que la versión actualizada de esa mentalidad colonial que ha regido y sigue rigiendo nuestro devenir histórico.

Un ejemplo de esta mentalidad lo encontramos en la tan elogiada Transición española, o paso de una de las dictaduras más sangrientas de la historia a la democracia ¿consolidada? Los herederos políticos de quienes hicieron carrera durante el franquismo hoy gobiernan el Estado. El ejército franquista ganó en 1939 una guerra de conquista bendecida por el Vaticano como Cruzada; por ello se arrojó el derecho a repartirse el país y a exterminar a sus enemigos, contándose por miles las ejecuciones extrajudiciales una vez finalizada la contienda. Los partidarios del franquismo se han apresurado a calificar de falsedad la existencia de tales ejecuciones. Sin embargo, alguien tan poco sospechoso de militancia izquierdista como el Conde Ciano, Ministro de Asuntos Exteriores de la Italia fascista y yerno de Mussolini, afirmó al término de una visita al país meses después de acabada la guerra: todavía hay muchas ejecuciones. Solo en Madrid, entre 200 y 250 diarias; en Barcelona, 150; en Sevilla, una ciudad que nunca estuvo en manos de los rojos, 80 (Ciano’s Diplomatic Papers, Odhams Press, 1948, pg. 294). El colmo del esperpento es que la fundación que lleva el nombre del dictador reciba fondos públicos, mientras promueve la apología del franquismo. ¿Qué hace el Estado frente a esta situación? Absolutamente nada.

La Colonia finalizó con los procesos de Independencia en todos los países de la región y el franquismo con la Transición. ¿O no? Al igual que durante la Colonia se nombraban jueces que dirimieran las causas siempre en favor de los círculos de poder, en la actualidad se nombran jueces o fiscales que pongan trabas, archiven o simplemente miren para otro lado frente a los casos de corrupción que, semana si, semana también, se destapan en los dos márgenes atlánticos de la “hispanidad”.

Si durante la Colonia se colocaba a personas de confianza al frente de las instituciones del Gobierno de Indias que pudieran hacer llegar a la Corona el oro y la plata con el que mantener la “aventura imperial” -a cambio, eso sí, de quedarse con una parte del mismo- hoy se nombran altos cargos que otorgan la obra pública a las empresas que les han apoyado en la “lid electoral”, a cambio de suntuosas comisiones que luego son repartidas en partes proporcionales y, finalmente, pagadas por la ciudadanía en forma de sobrecostes en relación a lo pactado inicialmente. Estos procesos de corrupción vuelven a hermanar a los “ciudadanos de a pie” de una y otra orilla del Atlántico, al igual que la época de la Colonia.

El Franquismo o la Colonia fueron animados por el espíritu de Cruzada, por ello, en la actualidad, la Iglesia Católica sigue reivindicando su porción del pastel. En un correo que saltó a los medios de comunicación en septiembre de 2009, el Obispo de Caracas, después de manifestar que la educación debía estar en manos de la Iglesia, explicaba el porqué:  “Los hijos de familias pudientes, llamados a ir a las universidades y, más tarde, tomar las riendas de empresas, negocios, ejercer las profesiones libres y ocupar los cargos más altos de la administración pública, deben ser educados para alcanzar estos fines y asumir su responsabilidad social de la forma más responsable y cristiana. Los niños que, por su origen socioeconómico, tienen desventajas, deben ser educados en el respeto hacia la autoridad, en la diligencia, en la modestia y, sobre todo en el mensaje cristiano del amor”. Por si sus motivos no quedaban suficientemente claros, apostilla: “Los niños de los estratos más pobres querrán acceder a las mismas posiciones que sus compañeros más afortunados, creándose la inconformidad y alimentándose la envidia”. Para evitarlo, continúa Monseñor, la educación dirigida por la Iglesia Católica es la única forma de garantizar la paz social y el desarrollo del país.

Si como decíamos en nuestro artículo con motivo de esta fecha, reeditado por Panorama Cultural, la verdadera conmemoración del 12 de octubre es la “resistencia indígena”,  recordemos también y sea este escrito un medio para ello, la resistencia de la población frente a la invasión y rapiña del Neoliberalismo -producto de una mentalidad colonial todavía presente en los grupos económicos y políticos que detentan el poder- gracias a la cual se mantienen algunas conquistas sociales que han costado largos años de lucha poner en marcha.

 

Antonio Ureña García 

Sobre el autor

Antonio Ureña García

Antonio Ureña García

Contrapunteo cultural

Antonio Ureña García (Madrid, España). Doctor (PHD) en Filosofía y Ciencias de la Educación; Licenciado en Historia y Profesor de Música. Como Investigador en Ciencias Sociales es especialista en Latinoamérica, región donde ha realizado diversos trabajos de investigación así como actividades de Cooperación para el Desarrollo, siendo distinguido por este motivo con la Orden General José Antonio Páez en su Primera Categoría (Venezuela). En su columna “Contrapunteo Cultural” persigue hacer una reflexión sobre la cultura y la sociedad latinoamericanas desde una perspectiva antropológica.

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