Opinión

El Encuentro con mi cultura

Diógenes Armando Pino Sanjur

17/12/2012 - 12:10

 

Toda mi vida ha estado relacionada con la Tambora, toda vez que mi padre Diógenes Armando Pino Ávila, es un investigador, cultor y sobre todo un enamorado de las Tamboras. De ahí que en mi casa siempre se habla y se oye Tambora.

Toda mi juventud estuvo relacionada con ese entorno. Viví la lucha, dedicación, vocación y voluntad impuesta por mi padre y un grupo de amigos por hacer realidad sus sueños de llevar a cabo el Festival Nacional de las Tamboras.

Año tras año conviví con sus premuras, sus desvelos, su largo trajinar, para que el Festival no acabara. Eran unos luchadores incansables, quienes por muchos días, semanas o meses se despegaban de su seno familiar, para entrarse en esa zona maravillosa de nuestra geografía nacional como es la Depresión Momposina para extender la invitación a todos los Grupos de Tamboras que concurrieran a Tamalameque a Celebrar el Festival.

Era una cita con la historia, con nuestros antepasados, con nuestra cultura, mil veces oí decir, pero poco o nada me interesaban ese esfuerzo y esas batallas libradas por estos próceres de nuestra cultura.

Asimismo fui testigo de la incansable y exhaustiva investigación adelantada por mi padre sobre las Tamboras, sus desvelos, desalientos, admiración y ese gran amor que iba creciendo día a día cada vez que profundizaba y exploraba más ese mundo fascinante de las Tamboras.

De ese esfuerzo nació el Primer libro de Tamboras, “La Tambora Universo Mágico”, el cual se ha convertido en la guía para los actuales investigadores y escritores sobre Tamboras. Pero a pesar de estar rodeado en todo mi entorno por mi familia, mi pueblo, los grupos culturales, el festival, de la tambora paradójicamente a mí me cautivaba otro Folclor: el Vallenato.

Era un enamorado de la música vallenata, especialmente la del Cacique Diomedes Díaz, por eso mientras mi padre se deleitaba con los pozos brillantes, tanga gaviota, el mico se come el may o con salía la Llorona, yo prefería un Oye Bonita, Mi Muchacho, Ilusiones o Volvamos.

Viajé a Cartagena y mi apego al vallenato no cambió, a pesar de encontrarme con nuevos ritmos, Champeta, Hip Hop, Jíbaro, etc., pero era más fuerte el amor por la música de Rafael Escalona, por eso seguí escuchando la música del cacique, olvidando mis raíces, mi identidad cultural.

Así crecí, ahora con más alternativas de música ya que después de los múltiples problemas de mi Cantante favorito Diomedes, comencé a degustar la música de otros artistas como los Betos, Villazón y de la Nueva ola Silvestre Dangond. Pero el destino y la historia me tenían un encuentro con mis raíces, con mis costumbres, con mis antepasados, y fue en la fría Capital Bogotá que ocurrió, llegué de visita ya que mi señora y mi hijo se encuentran pasando unas vacaciones en esa ciudad. Para sorpresa, Diana mi esposa me encarga un CD de Tambora para mi hijo, yo desprevenido y sin dar mucha importancia al hecho acudo donde mi Padre, él con ese inmenso amor que siente por las Tamboras y por su familia, agradado, envía el CD a su nieto.

Llego a la capital bajo una lluvia pertinaz y un frío endiablado, con razón a esta vaina le dicen la nevera --pienso-- casi entumecido por el incesante frío. Me encuentro con mi familia, la dicha y la felicidad embarga todo mi ser.

Mi primogénito después de un largo beso y abrazo me asalta con su inocencia angelical preguntándome por su CD de Tambora, yo desprevenido y agobiado por el cansancio de 17 horas de viaje le hago entrega del CD. Sin saber que le hacía entrega de su más valioso tesoro, decido ir a descansar, con la sorpresa que no hubo tal descanso ya que mi pequeño angelito decidió oír desde ese momento y a todo volumen su CD, a lo cual no le presté mucha atención ya que pensé que estaba contento por el regalo enviado por su abuelo.

Pero para sorpresa mía, al día siguiente desde las buenas 6 de la mañana me despiertan de un profundo sueño el dum-dum de las Tamboras, me despierto despavorido, y contento a la vez, no por el amor a las tamboras, sino que en mi sueño pensé que estaba en mi Tamalameque del Alma, y por el sonar de las Tamboras se encontraba de fiesta, todos sabemos que nosotros los Tamalamequeros buscamos cualquier excusa para enrumbarnos.

Cual Tamalameque, cual fiesta es mi hijo que está escuchando y bailando Tamboras, bajo a deleitarme con su alegría y travesuras, cuando lo saludo me reclama que ése no es el CD. Yo ignorante le digo que sí, que ése es el Grupo los Hijos de Chaulo, la mamá me saca de la duda y de la ignorancia comentándome que él quiere oír al Grupo Folclórico la Llorona.

Vaya problema. En pleno Bogotá, dónde carajo busco el CD de la Llorona. Bueno, me hice el loco y le prometí que su abuelo se lo enviaba con su tía que estaba en Tamalameque; fueron 4 días que mi hijo me hizo oír Tamboras mañana, tarde y noche, cuatro días que comencé al lado de ese angelito que me regaló Dios a saborearme la Tambora, a degustar su música, me imaginaba en mi natal Tamalameque en pleno Festival aunque gozando las Tamboras como nunca las había gozado, pero dentro de mí me asaltaba una duda.

¿De dónde a mi hijo le gustan las Tamboras? Si su madre no escucha Tamboras aunque tuvo un efímero paso por el Grupo los Hijos de Chaulo y desde su nacimiento siempre ha escuchado mis vallenatos.

Asaltado por la duda y la curiosidad de ver cómo cantaba y bailaba las Canciones que el finado Ernesto Gutiérrez cantaba con su prodigiosa voz, decidí hacerle la pregunta: ¿Hijo, a ti por qué te gusta tanto las Tamboras? ¡Oh! Qué sorpresa su respuesta, con esa voz y gestos angelicales y llenos de ternura que sólo un niño puede hacer, me contestó: “Papi, no vas a saber... ¡por mi Abuelo!”

Vaya sorpresa, mi hijo de apenas tres años, sin tener todas las vivencias al lado de mi padre, de los Grupos Folclóricos y de haber tenido la oportunidad de apreciar de primera mano todo el contexto geográfico de las Tamboras, me asombra con su respuesta.

Me sentí apenado con mis antepasados, con mi historia y sobre todo con mi padre que ha dedicado toda su vida por el rescate de las Tamboras, me siento culpable por el desamor y el desarraigo a mis costumbres, por eso desde ese día que mi primogénito me dio la mejor lección de vida, donde me demostró que nuestra Cultura es valiosísima y que debemos estar orgullosos de ella y defenderlas para no dejarla morir.

He visto con gran preocupación nuestra apatía hacia lo cultural, hacia nuestras costumbres, nuestras creencias, por eso hago un llamado a todos los Tamalamequeros para que nos apersonemos de nuestra Cultura, defendamos nuestro Festival y trabajemos mancomunadamente para que ese esfuerzo y sacrificio de un sinnúmero de personas no sea en vano, Luchemos para que nuestra Cultura se reencuentre con el sitial de honor de otros tiempos.

Para que nuestros grupos Culturales vuelvan y amenicen grandes eventos como la reunión de los No Alineados, los grandes eventos de la cultura que se celebran en Bogotá, Barranquilla y las principales ciudades de nuestra patria, como también los de la Fría en Venezuela, en Europa o que nuestra Cultura siga recibiendo méritos como la Tesis Laureada de Guillermo Carbó en la Universidad Soborna de París.

Amigo Tamalamequero no olvides tú Cultura, aprecia el legado cultural de nuestros antepasados, ama, rescata y difunde nuestra Tamboras, no dejes que después de tanto tiempo la vida y el destino te demuestre lo hermoso y maravilloso que es nuestro folclor.

Yo tuve esa suerte, pero de pronto mucho de nosotros no, por eso los invito a que no dejemos morir el Festival, ése es el máximo epicentro de difusión de nuestra cultura a nivel Departamental, Nacional e Internacional, luchemos por que siga realizándose todos los años, lo único que importa es el Rescate y Difusión de nuestra Cultura Vernácula. Por eso amala, defiéndela y difúndela.

 

Diógenes Armando Pino Sanjur

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Sanjur

Diógenes Armando Pino Sanjur

Tamalamequeando

Diógenes Armando Pino Sanjur, más conocido como May Francisco, nació el 24 de junio de 1976 en un pueblo mágico lleno de historia, cultura y leyendas situado en la margen derecha del Río Magdalena llamado Tamalameque. Hijo de los docentes Diógenes Armando Pino Ávila y Petrona Sanjur De Pino, tiene 2 hijos, May Francisco y Diógenes Miguel, los cuales son su gran amor, alegría, motor y mayor orgullo. Abogado de Profesión, despertó su interés con la escritura de su padre quien es escritor e historiador, se declara un enamorado de su pueblo, de su cultura (la tambora) y apasionado por la política como arte de servir.

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