Literatura

Los “Manuscritos de buhardilla” de Rodolfo Ortega

Lolita Acosta

14/03/2013 - 11:30

 

Portada de Manuscritos de buhardilla (2013)Confieso que nunca me había sentido con un compromiso tan grande de escribir algo que estuviese a la gran altura de la presente circunstancia.

No sólo por tratarse de la presentación de un libro, el número once de tan prolífico escritor, creo que uno de los mayores de ellos, al lado de la periodista y escritora Mary Daza Orozco, en nuestra tierra valduparense, sino también por el selecto auditorio que, en mis acertadas adivinaciones, sabía que con ustedes íbamos a contar. Intentaré entonces hacer mi mejor esfuerzo.

Manuscritos de buhardilla… Manuscritos de buhardilla, de entrada el escritor nos ubica en el tiempo y en el espacio. En los tiempos de cuando estas crónicas, estas acuarelas de la provincia tuvieron lugar y de cuando aquellos otros florilegios de su imaginación surgieron, como el mismo autor lo expresa, “a manera de antídoto para paliar la angustia que el convulsionado mundo actual me provoca”.

Su buhardilla es el espacio donde él, Carlos Rodolfo Ortega Montero como escritor se pertrecha, para, desde allí, arrojar luz hacia nosotros, sus lectores, en su múltiple condición de historiador, hombre de leyes y de letras, entre otros.

Dice el diccionario que buhardilla es aquella ventana que se levanta por encima del tejado de una casa, con su caballete cubierto de tejas o pizarras, y sirve para dar luz a los desvanes o para salir por ella a los tejados.

Ése es y ha sido Carlos Rodolfo Ortega Montero en su vivir como escritor y hombre de leyes, como docente universitario y como vallenato raizal amante, propagador y defensor de su tierra y de sus costumbre: un hombre que nos ha arrojado luces, ora sobre las vicisitudes del derecho administrativo, el orden constitucional, la legislación de familia, ora sobre la geografía e historia del Valle de Eupari desde la época de la Conquista, pasando por las detalladas biografías y la amplia genealogía investigada de los personajes insignes de nuestra comarca, que él conoce muy bien y tiene el don y ha tenido la voluntad de transmitirnos, hasta haber tocado un tema, en apariencias tan árido, como la lírica política en la historia de Colombia, o traernos noticias acerca de las “Legislaciones del Mundo Antiguo”, de la mano de sus hijos, los abogados Carlos Rodolfo y María Isabel Ortega Saurith, su libro número diez.

El título: Manuscritos de buhardilla, no tan simple como pareciera, nos remonta a tiempos distantes, a áticos empolvados, a poetas seducidos por la soledad y el alcohol, viviendo entre el pecado y el arrepentimiento. Eran otros tiempos y no es el caso de nuestro asceta Rodolfo Ortega Montero, hombre universal actual de valores provincianos de siempre.

Hay una gran diferencia entre los escritores del presente y aquellos que permanecían en sus buhardillas, a veces en la extrema miseria, incomunicados, privados de compañía, con la mirada perdida en lontananza. El escritor de hoy utiliza normalmente espacios cómodos e iluminados y permanece horas incontables frente a su procesador de textos.

Sea como sea, porque no se lo he preguntado, Rodolfo Ortega nos lleva en esta obra a esa cercanía de aquella visión del poeta en su buhardilla, solitario luchador contra las obscuridades del olvido, aunque no esté solo, él lo sabe, porque no estoy hablando de esa frustración de quien vive en la soledad y el abandono, más bien estoy hablando de la extraña hermandad que se siente en la soledad compartida... donde su esposa, Mary Saurith, es una gran soporte, inspiración y protagonista.

No usa papel ni pluma, su ático no es ático, sino un cuarto como todos, en una casa como todas, con su escritorio, su sillón, su cama, sus cuadros, su biblioteca y múltiples portarretratos, donde hay un hombre, Rodolfo, que detrás de la pantalla teclea todos los días, intentando expresar aquello que Ortega y Gasset denominó como “sensibilidad vital”: eso que define gustos y repudios, la forma de mirar la vida.

Quizá en antaño, trágicamente, el poeta yacía expulsado, como el Minotauro, en un laberinto incomunicado del resto del mundo y sobre todo con el resto de los poetas. Pero este escritor de hoy, Ortega Montero, vive, palpita y anima a su comunidad de alumnos universitarios, a su progenie y a sus coterráneos todos, agita debates, protagoniza la actualidad noticiosa, opina todos los días por los diversos medios.

Es la diferencia de los tiempos.... aunque él nos aguaite desde su buhadilla, monte adentro, donde tiene una rocita y cría de animales y desde donde contempla la Naturaleza, o en el Novalito, donde vive con la amada familia que ha construido y desde donde observa y analiza la Sociedad que le ha tocado compartir.

No hace falta esperar a que la historia, con sus dedos injustos y selectivos, otorgue un lugar a los grandes personajes de nuestra época. Aquí tenemos ya a uno. Y no es uno más. Es un escritor en la brillantez de su primavera. Once obras ya publicadas son el reflejo de su sensibilidad vital.

Nunca fue tan ingenuo hablar de fronteras como ahora. Detrás de las computadoras, hombres de todo el mundo nos comunicamos por la misma necesidad de siempre. Seguimos lanzando botellas al mar esperando que al otro lado, en otra costa, alguien las reciba.

Este libro es una de ellas: ¿qué si no lo es el capítulo “Acuarelas de provincia”, donde rescata la historia de Batata y sus milagrosos medicamentos?

En un mundo cada vez más dominado por la Internet, donde quien con su guitarra o su piano o un acordeón escribe canciones en espera de ser escuchadas al otro lado del mundo, vía Youtube, pues tuvo el deseo de que todo el mundo sintiera lo que él sentía con esa melodía; donde los bloguistas disertan sobre las ideas de Jacques Lacan, el eminente médico psiquiatra y psicoanalista francés conocido por los aportes teóricos al psicoanálisis basándose en la lectura de Freud; donde los politólogos denuncian los excesos o mentiras en la prensa; donde por Twitter nos invitan a leer al filósofo esloveno Slavoj Žižek, quien en su obra integra el pensamiento de Jacques Lacan con el marxismo y en “Viviendo en el fin de los tiempos” pronostica la crisis terminal del capitalismo global, atreverse todavía a publicar libros, como lo hace Rodolfo Ortega es una osadía, hoy, cuando todas aquellas buhardillas, antes inconexas, encontraron en la web su propio Hermes, su mensajero y su hermeneútica, es decir, el arte de interpretarse, traducirse y explicarse. Ciertamente, en las redes, estamos todos, reunidos por primera vez en la historia. Sin embargo, el libro se niega a desaparecer. El libro, ese que convoca a la soledad, al contacto íntimo con el autor, reclama y lucha por su espacio.

 

Lolita Acosta

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