Cine

Roa: el crimen que cambió la historia

Pablo Emilio Obando

13/11/2013 - 10:50

 

O “los perdedores también escriben la historia”; igual da, de todas maneras y por donde se la mire es una película carente de rigor histórico, simple, ramplona, cargada de mensajes contradictorios y ajena completamente a la verdad.

No hay nada en ella que valga la pena, un Gaitán desdibujado y casi que ridículo, un Roa convertido en víctima y una historia que más parece una fábula.

Para el cineasta desprevenido y carente de rigor histórico este asesinato se justifica ante el desplante que el líder popular hace a un Roa pobre, semi-analfabeta, agüerista y esquizofrénico. Según este film el asesinato de Gaitán se debe a tres berenjenas que Juan Roa Sierra recibe de las manos de la secretaria de Jorge Eliecer Gaitán. Crece un odio que se suma a lo inexplicable de un encuentro con unos asesinos que aprovechan la ingenuidad de Roa para el 9 de abril de 1948 asesinar al líder del pueblo.

En esta película se pinta a un Gaitán cargado de demagogia, vanidad y populismo. Queda en la retina la impresión de estar ante un político del montón, de presenciar la irrupción de un demagogo que juega con el pueblo colombiano y que poco o nada le importan las circunstancias sociales.

Puede ser fábula, pero juega con la verdad histórica y con la imagen de uno de los hombres más grandes que ha producido Colombia en toda su historia. Gaitán fue un líder socialista que ingresó al partido liberal colombiano “Como el caballo de Troya”, pues sabía perfectamente que el pueblo colombiano estaba condicionado con colores, gritos y consignas que harían difícil otro camino hacia la democracia. Se enfrenta valerosamente a la clase política de nuestro país en su intento de devolverle el poder al pueblo y de construir una democracia directa y no simplemente representativa.

Denuncia la inequidad social, los altos salarios de las clases dominantes y la miseria del pueblo colombiano, eleva su voz para protestar por las masacres de los obreros colombianos, convoca marchas y manifestaciones para pedirle al gobierno de turno actos de paz y concordia en nuestro suelo. Desenmascara los cientos de asesinatos cometidos por el gobierno de Mariano Ospina Pérez que azuza al pueblo denominado liberal o conservador para desplazar hacia las ciudades al campesino pobre y sumiso. Denuncia los abusos del sector financiero denominado por esos días las cajas de ahorro que  se apoderan del sudor y del trabajo de los colombianos asalariados, propende por un nacionalismo real sustentado en la nacionalización de las empresas petroleras y la propiedad total de sus recursos. Somete al escarnio público a los usureros de la época que venden a ochenta centavos la carga de agua mientras desestimulan la construcción de acueductos por cuanto les era más rentable su negocio de muerte y enfermedades, eleva la voz por los infantes de nuestra patria y expresa que mueren de hambre, diarreas o enfermedades por falta de asistencia social. Encara duramente a los gobernantes que sumen en la violencia a nuestra gente para mantenerse en el poder.

Para Gaitán es claro que a una simple voz de Mariano Ospina Pérez, el verdadero asesino de Gaitán, cesaría tanta violencia. Convoca a una marcha del silencio, pocos días antes de su asesinato, donde deja entrever que el pueblo está listo para tomarse el poder si es necesario y si el gobierno no da la orden de acabar con tanta barbarie, muerte y destrucción.  Es enfático al señalar a las castas liberales y conservadores como los causantes de los ríos de sangre que enlutan a miles de familias colombianas, según sus palabras, “Las castas liberales y conservadoras son la misma cosa contra el pueblo que las sufre”, y asevera que “el hambre no es liberal ni conservadora”. Crea conciencia, eleva los espíritus, educa al pueblo, forma políticamente y subvierte el orden para intentar crear una nueva república donde los postulados socialistas tengan cabida.

Roa, según testimonios de John Meplles Espirito, el verdadero asesino de Gaitán y participe de la Operación Pantomima, orquestada, dirigida y financiada por la CIA en contubernio con el gobierno de Colombia y sus castas políticas, no era ese muchacho ingenuo, inocente y simple. Era un agente de la CIA que ya había participado en otras operaciones asesinas y macabras en Colombia. En testimonio fílmico este agente de la CIA afirma que: “Al llegar a Colombia, conocí a otras gentes que trabajaban también para el Centro (de la CIA en Houston) vinculados a la Embajada (de EEUU) en Bogotá. Me presentaron a un individuo llamado Juan Roa Sierra. Este individuo, colombiano, de tendencias fascistas, era un individuo de confianza que ya había hecho algunos programas tanto para el Centro como para la Embajada. Se le prometió protegerlo debidamente ante las autoridades colombianas en caso de que fuera arrestado al cometer el hecho y a la vez se le prometió, aparte del dinero, sacarlo lo más pronto posible fuera del país. Todo eso se arregló con él de manera bastante bien. Pero nosotros pensábamos después eliminarlo físicamente, ya que iba a ser para nosotros un estorbo y un testigo presencial del caso. Nos ahorramos ese problema ya que al ajusticiar a Gaitán también fue ajusticiado por el pueblo”.

Se prepara la escena fratricida en medio de la IX Conferencia Panamericana, a la cual no es invitado Jorge Eliecer Gaitán, y se difunde la idea que la izquierda mundial saboteará este evento con actos de barbarie. De esta manera, se preparaba inconscientemente al pueblo para un asesinato que tocaría lo más íntimo de su ser,  lo llenará de odio y sed de venganza con actos de barbarie y terror. Todo esto es preparado con antelación y se aprovecha la ocasión para tumbar y quemar casas y edificios en sectores previamente seleccionados.  La maldad y la crueldad de nuestra clase dirigente no tiene límites ni fronteras y agita constantemente trapos y colores para fomentar el odio entre los de abajo.

El crimen sale perfecto. Gaitán es asesinado. Roa es linchado. Y el pueblo se levanta en protestas tal como estaba urdido. La justicia declara el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán como un hecho de características netamente persónales, se argumenta lio de faldas y se entierra en la memoria histórica.

Amparo Jaramillo de Gaitán debe sacar del hospital el cuerpo del líder inmolado en una carreta de caballos  y llevarlo en silencio hasta su residencia, al respecto Gloria Gaitán comenta que “recuerda con tristeza que su madre, doña Amparo Jaramillo, tuvo que sacar el cadáver a escondidas de la clínica que se encontraba rodeada de soldados. Ayudada por Pedro Eliseo Cruz, un eminente médico bogotano y senador gaitanista por Cundinamarca, subió el cuerpo a un carro tirado por caballos que pasaba por la zona recogiendo basura”.

Obligada a entregar al gobierno el cadáver, y ante su negativa valerosa, se entierra al caudillo en su jardín y se declara Monumento Nacional su Tumba. En palabras y testimonio de Gloria Gaitán, “Entonces constituyeron la casa como un bien de interés público para sacarnos, intentaron expropiarnos, pero mi mamá lo impidió. Hasta que un día, el 17 de abril, uniformados entraron a la casa, nos llevaron a mi mamá y a mí al segundo piso, cavaron en la sala una tumba y enterraron a mi papá como les dio la gana. Aún recuerdo el sonido de las picas. Nunca me permitieron hacer el duelo como se debe y llevo 10 años sin visitar la tumba de mi padre”.  Gloria Gaitán, hija única, apenas cuenta con once años de edad y su expresión de tristeza, llanto y angustia aún no se ha escrito en las páginas de la historia colombiana.

Durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez se despoja a su familia de esta Casa Museo entregándosela a los mercaderes de la muerte, a los comerciantes y necrófagos que hacen de todo una utilidad bancaria y comercial: “En 2004, el entonces presidente Álvaro Uribe, a través del decreto 271, ordenó la supresión de Colparticipar, que había sido creado 28 años atrás por Gloria Gaitán con el fin de “continuar la labor de mi padre”. Según ella, la decisión se debió “a presiones del ex comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, que “quería acabar con la memoria del caudillo”.

El Gobierno dijo que el decreto respondía al plan de restructuración del presidente y que “no había nada de irregular en ello”.  La lucha valiente, tesonera y solitaria de Gloria Gaitán y su familia por restituir sus derechos no se hacen conocer por los medios  y una y otra vez las intrigas jurídicas traban su deseo de recuperar para su familia y para Colombia entera la memoria histórica y real de su padre.

Sus muñecas, sus cartas íntimas y sus recuerdos son expropiados y en algunos casos destruidos. Pero su voz no se acalla, sus manos no reposan, sus palabras no se extinguen, sus certeros llamados encuentran eco y su intención de dar a conocer el verdadero mensaje de Jorge Eliecer Gaitán se empieza a dibujar en una Colombia cansada de tanto engaño, muerte y desolación.

Esta película más que una fábula es una ofensa. Un insulto a la memoria de Jorge Eliecer Gaitán y para todo ese pueblo que escribió con su propia sangre el dolor de llamarse colombiano.  Pero en buena hora que nos permite escribir y recordar algunas facetas de su vida y declarar una vez más que Colombia se hundió en el abismo tras la pérdida del único y verdadero representante de los intereses del pueblo colombiano.

Con Gaitán otra hubiese sido la historia, menos dolorosa, más prometedora, digna y enaltecedora.  Esos buitres que hoy ansían ver el cadáver de la paz son los mismos que ayer asesinaron los sueños de un pueblo.  Necrófagos que jamás se sacian y que añoran el olor a muerte para satisfacer sus instintos asesinos.

 

Pablo Emilio Obando

peobando@gmail.com

Acerca del autor: Pablo Emilio Obando. Docente, escritor, columnista y periodista. Nacido en la ciudad de San Juan de Pasto y autor de una docena de libros y textos periodísticos. Autor de "La filosofía de la gallina", "El doctor mierda", "El problema de los cristianos", "Un pueblo ante la historia". Ganador de múltiples premios y reconocimientos periodísticos a nivel local, regional, nacional e internacional. En el año 2008 obtiene el Primer Lugar en el Concurso de Periodismo "Silvio León España".

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