Opinión

Nostalgia Guajira

María Jimena Padilla Berrío

11/11/2013 - 10:20

 

La tarde está gris, como de costumbre. Cae una leve llovizna anunciando el aguacero que se avecina. A mi alrededor hay cuatro paredes que son testigo de mi desesperación, de mi ansiedad y de la nostalgia que son propias de mi vida desde que soy una forastera.

Estas cuatro paredes que me recuerdan a menudo mi condición de extrajera, son, mi cómplice, mi única amistad, y a la vez, mi refugio. Son las únicas que pueden retratar la nostalgia de la ausencia y el dolor de la soledad, las únicas capaces de sentir la frustración que siente una persona cuando no puede saciar sus ganas de sentir sus raíces cerca, de incrustar sus pies en la cálida arena de la playa de su tierra, de ver la puesta del sol al fondo del horizonte del mar Caribe, de deleitar su paladar con las exóticas delicias que solo su tierra le ofrece, de complementar su existencia al lado de las amistades que sólo su región puede brindarle. Un sinfín de sentimientos encontrados, emociones inconclusas  y pasiones profundas imposibles de describir.

De repente, la fuerte lluvia se desprende con furia de aquel cielo, desgarrando cualquier vestigio de luz, generando un ambiente hostil para cualquier sentimiento de alegría, dándole cabida a la soledad y a la remembranza. Asumo mi actitud pasiva, la de siempre: ver a través de la ventana el torrente de agua que corre sin cesar, arropada desde el interior con el más pesado de los abrigos para apaciguar el frío, sin poder abrigar mis sentimientos. Una sensación sombría se apodera de mí, es como si los caudales que se forman bajo esa furiosa tempestad arrastraran mis más íntimos y fervientes sentimientos mientras mi alma llora, gime, añora, grita la impotencia de su desolación y la desesperación de su pasión. No puedo evitar sentir estremecerse mi corazón y humedecer mis ojos amparados del recuerdo, no puedo evitar retratar la silueta de una Península que sobresale y logra hacerle afrenta al mar, no puedo describir lo orgullosa que me siento de mi Tierra y lo miserable que soy lejos de ella.

En medio de aquel letargo en el que me encuentro, mi espíritu se inunda de la melancolía y le abre espacio al trinar de una voz, que desde lo más profundo del corazón se alza para exaltar la raíz de sus hazañas y acallar la angustia de mi alma. A medida que fluyen los versos, y se hace palpable un sentimiento, empiezo a sentirme un poco más cerca de mi Tierra, y el ruido de aquella lluvia poco a poco se va disipando, al tiempo que el frío y la oscuridad se van desmoronando, transformándose en una cálida compañía. Mi alma sucumbe ante la impecable nota de un acordeón acompañada de una guacharaca y el “tan” “tan” de un tambor. De repente, empiezo a sentir la calidez de la arena del mar bajo mis pies, desdibujo la silueta de un hermoso atardecer al horizonte del océano, siento la compañía de una amistad sincera a mí alrededor y mi alma deja de añorar pasionalmente para deleitarse bajo aquel ambiente. Olvido por completo mis tristezas y el motivo de ellas para sucumbir ante “El orgullo Guajiro”, “El cantor de Fonseca”, “Benditos Versos”, “El compae chipuco”, “Mi Gran Amigo”, “Desenlace”, “Mi Hermano y yo”, “La Tierra del Olvido”, entre muchas más. Logrando así, mediante este amplio repertorio, sentirme nuevamente viva, sentirme distante pero no ausente, sentirme extranjera pero segura, malograr mi soledad.

La música sigue sonando y mis sentimientos siguen bullendo hasta que llegan al otro extremo, terminan desbordados por el profundo amor a la belleza de su Tierra y el deleite de su folklore. Empiezo a sentirme profundamente embriagada, sin hartarme, comienzo a sentir que realmente pertenezco a algún lado y termino por comprender que no soy una apátrida, que en realidad tengo una Tierra y que siempre va a estar ahí esperándome, emanando la fortaleza que necesito para seguir funcionando. Se trata de una porción de Tierra que sobresale por su carisma, su cultura, su inmensa riqueza natural, su identidad y su folklore; se trata de esa Tierra que me vio nacer, me vio crecer y que me necesita a gritos, se trata de una franja de Tierra insignificante para muchos y olvidada por otros tantos, se trata del lugar donde está sembrado el tronco de mi existencia y del cual, difícilmente puedo levar mi tallo sin perecer. Reconozco esa parte de mí, es mi identidad, sé que puedo perderme entre hermosos versos acompañados de notas de un acordeón, entre los relatos Macondianos de García Márquez y entre la nobleza del Guajiro y sentir así que jamás me he ido.

Mientras tanto, la furiosa tempestad sigue acechando, el frío sigue en su punto, yo sigo bajo aquellas cuatro paredes y la distancia se mantiene; la situación exterior no ha cambiado mucho, pero la transformación interior ha hecho efecto menoscabando mi soledad y conectando mi alma con aquellos versos. Soy invencible e infranqueable bajo aquel estado. Es mi manera particular de sobrevivir al quehacer diario. Manera que no espero que comprendan, pero sí que sepan, pues, bajo el sentimiento de la añoranza y la remembranza de mis entrañas, muchos podrán perderse bajo la esencia misma de ese vivir; es complicado entender la naturaleza de las cosas cuando sencillamente se es espectador. La situación es un poco más simple de lo que parece y algo más compleja de lo que creen; se trata de permitirle a nuestra alma soñar y delirar al amparo de nuestras raíces, se trata de sentirlo en lo más recóndito de nuestro ser y de no olvidar de dónde venimos. No lo pudo describir mejor nuestro gran compositor Rafael Manjarrez: “el que nunca ha estado ausente no ha sufrido guayabo, hay cosas que hasta que no se viven no se saben”.

 

María Jimena Padilla Berrío

@MaJiPaBe

Sobre el autor

María Jimena Padilla Berrío

María Jimena Padilla Berrío

Palabras Rodantes

Economista de la Universidad Nacional de Colombia, cuasiabogada de la Universidad de Antioquia. Soñadora incorregible, aventurera innata, errante. Guajira de cuna, crianza y corazón, ama su cultura como al coctel de camarón. Investigadora, melómana, cinéfila y bibliófila. Su mayor placer es deslizar un lápiz sobre un papel.

@MaJiPaBe

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