Opinión

¿Por qué nos duele lo de Petro?

Diógenes Armando Pino Ávila

20/01/2014 - 11:00

 

Vivo en un pueblo del sur del departamento del Cesar, no tengo ninguna relación con Bogotá, la última vez que estuve en la capital del país fue en la Feria del libro de 2010, no soy abogado, no tengo intereses en el Distrito Capital, no soy amigo de los Nule, ni de Uribe, ni de Pachito Santos, no conozco a Gotardo, no conozco al Procurador de la Nación, no conozco a Petro, no soy del Eme, no soy de la Farc, no soy Uribista (Dios me libre), sin embargo, me duele lo que han tratado y le están haciendo a Petro. ¿Por qué? La gran mayoría de los colombianos de provincia están en las mismas condiciones, sintiendo igual sentimiento de impotencia y rechazo, y creo, se hacen la misma pregunta. ¿Por qué?

Somos muchos los que hemos gastado horas en las redes sociales haciendo activismo en favor de Petro, rechazando la actitud del Procurador, convencidos de que su actitud obedece más al sectarismo político-religioso que al cumplimiento de la norma. Hemos gastado horas de nuestro tiempo escuchando y leyendo las opiniones de juristas y constitucionalistas connotados para entender lo que pasa y cada entrevista, cada lectura, cada opinión nos reafirma en que el caso es más de persecutoria política que de justicia.

Cada día que escuchamos los noticieros de Tv, y vemos las entrevistas sesgadas y la saña con que los noticieros privados enfocan el caso tratando de manipular la opinión pública, crece el repudio a este tipo de periodismo maniqueo, cada vez que vemos a los presentadores de estos noticieros, que en este caso no presentan la noticia, sino que opinan sesgadamente, se convence uno más de que estos medios son una maquinaria del sistema para distorsionar la realidad y convencer al pueblo de que la verdad es la verdad de los diarios y noticieros privados y no la verdad de los hechos.

Afortunadamente, la Internet permite que los medios alternativos muestren la otra cara: Contravía. Las 2 Orillas, Canal Capital, TV Sur, y que las redes sociales: Facebook, Twitter cumplan el papel de difusores populares de la noticia, por fortuna están los blogs y páginas web especializadas en mostrar la otra cara de la moneda, por eso la patraña no ha prosperado.

¿Pero por qué nos duele lo de Petro? Muy a pesar del proceso de deshumanización acelerado que ha vivido Colombia, producto de la violencia política generada por la guerrilla y demás actores armados, en el corazón de los colombianos de bien, comienza a renacer la esperanza de la paz. Ese anhelo cálido de una patria mejor, propicia sentimientos de solidaridad sobre una persona como Petro, que ha demostrado con creces su deseo de que las generaciones futuras crezcan sin odio y sin temores. Hay un sentimiento colectivo en el espíritu de los colombianos de defender su tranquilidad y su derecho a vivir en paz, de hacer respetar su derecho democrático al voto, de repudiar las formas violentas con que históricamente se han aferrado al poder la clase dirigente.

Parece que hemos llegado al punto de no retorno, donde las fuerzas democráticas (las del pueblo) han decidido no dejarse pisotear ni arrebatar sus derechos constitucionales y políticos. Hay un despertar, en que los líderes populares se atreven a levantar la voz, en que el pueblo desafía a las autoridades para reclamar sus derechos.

Algunos dicen, de pronto con mucha razón, que el caso no es Petro, que lo que se pide es el respeto por la democracia, que cese el garrote castigador de los adinerados que históricamente han gobernado a este país, que se cambien las formas de hacer política por imposición: Sí o sí. Que se imponga la justicia verdadera y democrática, que se acabe la corrupción, que termine el amedrentamiento, que renazca la libertad, que la boca del fusil no sea la opción que marque tu voto, que te acerques a la urna confiado y confiando de que tu voto por fin decida qué gobernante llega al poder.

El caso Petro tan solo ha sido el detonante, el estímulo externo que ha encendido los sentimientos de solidaridad de un pueblo que estaba aletargado, pero vivo. Ojalá no se apague, o no apaguen con violencia, este sentimiento colectivo que ha despertado un hombre, que ha sido capaz de convocar en corto tiempo manifestaciones multitudinarias sin un solo brote de violencia, demostrando que sí se puede, que el pueblo es capaz de dominar a los violentos y que sí somos capaces de forjar sin armas ni violencia un futuro digno y pacifico para nuestros hijos y nietos.

Ha de abrirse paso otra forma de hacer política, una forma justa y verdaderamente democrática, donde primen las ideas, una política fundada en el respeto a la oposición, una política programática, una política donde no se compre ni se venda el voto, una política donde lo dicho por Sir Francis Bacon que “Es muy difícil hacer compatibles la política y la moral” pierda vigencia y el político sea ejemplo de honradez y moralidad.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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