Opinión

Por la paz, ¿soy capaz?

Diógenes Armando Pino Ávila

12/09/2014 - 09:30

 

Los grandes medios de comunicación pusieron en marcha esta semana la campaña “Por la paz soy capaz” donde las grandes personalidades del país manifestaron de qué eran capaces con tal de que se consiguiera la paz en esta Colombia que ha sufrido los horrores de la guerra atroz que lleva más de 50 años.

En algunos se notaba la sinceridad sentida de su propósito, eran consecuente con el discurso, pues desde hace largo rato vienen proponiendo la firma del tratado de paz y sus posturas, por lo menos en público, siempre ha sido la de pacifistas que creen que Colombia merece un mejor futuro y que la manera de conseguirlo debe comenzar por la finalización del conflicto armado. En otros se notaba su gesto forzado, de dientes para afuera, decir que querían la paz y proponer una que otra opinión sin mayor convencimiento.

La gran mayoría hizo gestos simbólicos con los que pretendían dar el mensaje de añorar y propiciar la paz. Bruce Mac Master, presidente de la ANDI, se cambió los zapatos por otros, supongo nuevos, diciendo con su gesto que él se ponía en los zapatos de las víctimas del conflicto y, al igual que él, 120 empresarios se reunieron en el club El Nogal de Bogotá para hacer su gesto simbólico.

Las grandes emisoras: RCN, Caracol, FM, La W, Blu Radio y otras se encadenaron y la nómina principal de sus connotados periodistas hicieron en conjunto la emisión, entrevistando personajes y proponiendo a Colombia la necesidad de unión en torno a la paz. Sentí que el altruismo de la propuesta opacaba las rivalidades comerciales y periodísticas de los directores de estas emisoras y es posible que ese gesto cale en la psiquis de los colombianos.

Los noticieros de televisión entrevistaron a artistas, escritores y gente del común y cada uno a su manera manifestaron de qué eran capaces por conseguir la paz. Los mensajes fueron variados, ingeniosos, picantes y algunos de una insulsez rayana en lo estúpido, pero era la opinión de quien lo emitía y hay que respetarlos.

En Twitter se agitó el hashtag #SoyCapaz, y aquí fue Troya, esa red social donde pululan antisociales de todos los pelajes, colores y pareceres fue el escenario, como ya lo es habitual, de esa guerra de insultos, de injurias y groserías con que los guerreristas atacan sin misericordia ninguna a todo el que esté en favor de la paz.

Aquí se insultó, se ultrajó, se madrió, a los que se atrevieron a manifestarse en favor de la paz. Aquí salió a flote la mala leche y el amargor bilioso de los amantes de la guerra, aquí se despacharon contra de la paz y contra las propuestas del gobierno, aquí los enemigos de la paz mostraron sus lenguas bífidas y ponzoñosas, aflorando los sentimientos de odio y venganza que envenena a quienes son incapaces de superar los efectos de la guerra, algunos como víctimas, los más como victimarios y los más recalcitrantes por pertenecer a los negociantes inescrupulosos que le han sacado dividendos a la guerra (réditos políticos, apropiación de grandes extensiones de tierra y el usufructo de  protección por parte de los actores ilegales del conflicto)

Lo lamentable es que en este hashtag, algunos defensores de la paz se dejaron tocar del delirio colectivo de los guerreristas y comenzaron a ripostar con ofensas, dimes y diretes. Estoy convencido de que la actitud del que desee la paz ha de ser de ecuanimidad, de entereza y dignidad y por tanto debe establecer un código ético de no responder insultos con insultos, sino por el contrario, argumentar con ponderación sobre su postura sin abandonar sus principios.

Creo que gobierno y guerrilla midieron el sentimiento de las mayorías que están pidiendo a gritos que se firme la paz, ojalá este tipo de manifestaciones sirva para que las partes agilicen las negociaciones, se centren en los acuerdos y dejen de dilatar el proceso y de viciarlo con los comunicados contradictorios que cada día confunden a la opinión pública y siembran desconfianza y polarización.

La paz es posible, si todos deponemos los odios y los deseos de venganza. Hay que hacer el ejercicio, Colombia y las futuras generaciones lo merecen.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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