Opinión

Buscando al Masterchef vallenato

Edgardo Mendoza

03/03/2015 - 02:30

 

Con cierta razón, la respuesta  a quienes visitan Valledupar y preguntan por el plato típico es dudosa. La verdad,  es una mezcla de cosas juntas porque nada está definido en vainas gastronómicas.

Caso tan parecido a la política, pues ambas ciencias tienden a parecerse. Aquí –como en muchas partes–, la política y el estómago van muy cercanos. Carecemos de cultura política y nadie está interesado en educarnos. En Colombia creamos partidos con nombres de personas que al morir,  terminan sus “ideologías”, es decir sus fines electorales momentáneos.

Del partido Liberal y Conservador quedan tan pocas cosas que el rojo pasó a ser rosado y el azul es celeste. Otros nombres como la U, Centro Democrático, se pelean los escenarios. Pensar que apenas hace diez años eran los mismos liberales y conservadores juntos. La Izquierda es otra cosa, algo distinta, pero condimentada algunas veces con finas hierbas al humo y otras a punta de sal y limón.

Por ahora, los platos fuertes en política vallenata los presentan el alcalde Dr. Socarrás que acaba de llegar de España, especializado en paella (tradúzcase Darling). Por los lados de la gobernación, la olla sigue tapada, como quien prepara un sudado a lo vallenato. Afuera, los partidos ensayan diferentes platillos de colores. Y sudan.

Tuto  monje radical, es uno de ellos. Ya Ape Cuello le entregó gran parte de la salsa azul, pero el religioso candidato espera guiños desde el cielo, cosa que al parecer no está clara. Tuto en vallenato en esta ciudad de ganaderos y políticos es leche de tigre, es decir mixtura de mariscos, ají mochero, dientes de ajo, apio en trozos, jugo de limón, leche evaporada, culantro finamente picado, cebollas a la pluma, choclo sancochado desgranado, camote amarillo sal y pimienta al gusto.  Por eso recoge en todas las recetas y en todas las cocinas. También en cada iglesia, donde haya pastores expertos en convenios, no en conventos.

Hablar con Tuto –me cuentan– es una de las cosas más divertidas y dubitativas que existen. Ora al cielo, le consulta al altísimo y forma un nudo en el cuello que al final su intestino político termina tan delgado que puede salir un plato callejero vallenato que llaman “chinchuria”, la misma que los pobres comen libremente en la calle y que los ricos mandan a comprar a sus domésticas  dizque por  simples antojos.

Otra diversión la tienen los CD, no los de Diomedes, sino los del Centro Democrático, los uribistas. Ellos volvieron al ábaco y solo cuentan hasta cinco, que ahora llaman pilares, palabra parecida a pilatos. Entre todos quieren preparar una empanada entre gorda y flaca al mismo tiempo, para el modelo tienen al “Ñego” Ariza, pero Faruk Urrutia que se cree el tercer hijo de Uribe, tiene sus reservas a la hora de picar la carne.

Da inmenso placer escuchar a Pedro Norberto Castro hablar antier de Mayorías Liberales, ayer del Uribismo radical y hoy de firmatón para ser candidato. A este joven lo pueden rellenar de tantas cosas que “el muchacho vallenato” puede llevar su nombre en vainas gastronómicas. Carlitos Barriga, el “venaero”, tan azul ayer, como tan pilarista hoy.

Si regresamos al liberalismo las cosas tienen color de sangre como ha sido siempre. De ese ingrediente fabrican la morcilla que luego se vuelve  negra, como el diputado Esquivel, uno de los cocineros del partido. Aquí es donde más peleas hay. El “Cota” Murillo solo habla de  Guerra, tiene una película montada donde él mismo quiere obtener su Oscar, el “Luisfabianismo”, está con un pie donde Gaviria y Serpa y el otro entre los viejos “cercharistas” de la gobernación. Olvidan que ese apellido fue cambiado por sus mismos herederos, al parecer por tener condimentos contaminantes. 

El veteranos Elías Ochoa, una especie de Harry Sasson, del partido, dice estar aburrido de tantas reuniones y nada de uniones, mientras tanto el gran general salvador de la patria, Don Araujo Cotes, está esperando reunirse con los dos Lleras expresidentes y con López Michelsen para refundar el partido. Esa reunión debe darse lo más pronto, sino toca realizarla en el más allá. Aquí nos queda el rey Arturo con  su antorcha prendida con todas las salsas del caso. Hay llamas rojas, azules de CD, “verdes felixes” y hasta del polo amarillo en estos tiempos de colores vivos y alegres como la bandera de Colombia diversa, tan afectivos en temas de paz.

Me gustan los pronósticos callejeros, mientras definen el plato vallenato. Si llegan los Fernández que amarren el palo de mango dicen unos. De triunfar Darling aumentan y escasean los cosméticos, como el arroz actual. Si es Yarime Lobo la que  asoma, el negocio de telas aumenta, y si es Eliecer Salazar el soñador al bendecir de la casa de gobierno, tintes y peluquines serán producto de altísimo costo. Los congresistas nuestros siguen callados, unos por órdenes expresas, otros, como De La Peña por hablar otro idioma, muy del sur, y el senador  José Alfredo, como todo ranchero, espera la mejor carne para su parrilla.

Si no hemos sido capaces de definir el plato típico de Valledupar, el plato político con ingredientes diversos, importados, transgénicos  será más difícil. Propongo con todo respeto izar la bandera de Colombia Diversa, tiene tantos colores como el arco iris, y resulta divertida.

Para esos tiempos ya la Corte Constitucional habrá definido la adopción de parejas disparejas y el Consejo Superior de la Judicatura será cosas del pasado. Y pensar que varios de nuestros mejores vallenatos estuvieron ahí. Definitivamente, donde hay vallenatos quieren acabar las cosas. Ése es nuestro plato favorito, acabar, no construir.

 

Edgardo Mendoza Guerra

Tiro de chorro 

Sobre el autor

Edgardo Mendoza

Edgardo Mendoza

Tiro de chorro

Edgardo Mendoza Guerra es Guajiro-Vallenato. Locutor de radio, comunicador social y abogado. Escritor de cuentos y poesías, profesor universitario, autor del libro Crónicas Vallenatas y tiene en impresión "50 Tiros de Chorro y siguen vivos", una selección de sus columnas en distintos medios. Trata de ser buena gente. Soltero. Creador de Alejo, una caricatura que apenas nace. Optimista, sentimental, poco iglesiero. Conversador vinícola.

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