Literatura

El velo

Berta Lucía Estrada

23/04/2015 - 05:30

 

El encuentro

I

La tarde del miércoles es mi preferida, no tengo que ir al liceo. Estoy tirada en mi cama, con los ojos cerrados, tratando de descansar un poco. El timbre  suena dos veces con insistencia. Estoy sola en el cuarto y no tengo deseos de recibir a mis amigas. Escucho la voz de mi madre pidiéndome que eche un vistazo. Me paro con desgano y recorro la distancia que hay entre mi cuarto y la entrada principal. El timbre suena por tercera vez, -ya voy, ya voy -grito, malhumorada-. Al abrir la puerta, veo a un hombre parado en el corredor. Su rostro no me dice nada, no creo conocerlo. No es muy alto, debe medir 1.68 m., es más bien delgado, de rostro alargado; pienso que no ha debido afeitarse en los últimos días. Su pelo es liso y sus ojos cafés claros. No vive en el edificio. Todos los vecinos nos conocemos los unos a los otros, los muchachos son amigos de mis hermanos. Es una pequeña comunidad que ha dejado sus raíces atrás en busca de un mejor futuro. Un futuro que aún no llega. El recién llegado me mira y cuando voy a preguntarle que desea, da media vuelta y desaparece en el ascensor.

II

No había vuelto a pensar en el incidente, hasta ahora que lo he vuelto a ver al salir de la tienda de abarrotes con mi mamá. Está recostado en el umbral del edificio del frente, con los ojos puestos en el local. Apenas salimos se escabulle entre la gente. Hay otros “encuentros”, me doy cuenta que no son fortuitos, me molestan, me producen una sensación de agobio que no puedo definir. Puede ser a la salida del liceo, o en el parque, donde llevo a mi hermano pequeño, o en la calle donde vivo. Nunca me habla. No obstante su presencia me disgusta.

La petición

I

Son las ocho de la noche, estamos en familia, es la hora de la cena, no esperamos a nadie. El timbre de la puerta suena. Mi hermano mayor dice que debe de ser uno de sus amigos. Se equivoca, es el mismo hombre que me hostiga desde hace varias semanas. Sin ser invitado, y sin saludar siquiera, entra directo a la sala. Pide hablar con mi papá y con mis hermanos. Mi mamá y yo nos vamos para la cocina. -¿Qué querrá? –me pregunta-. No contesto nada, pero yo lo sé. Lo comprendí al verlo atravesar el comedor y sentarse en el sofá. Es por mí que viene, quiere negociar con mi padre y la mercancía soy yo. Venimos de lejos, nos hemos instalado en los suburbios de una gran megalópolis, pero no hemos abandonado nuestras tradiciones ancestrales. En nuestra cultura las mujeres no escogen el marido, son los padres los que deciden por ellas. Me pregunto si mi papá y mis hermanos aceptarán su petición. Siento que los ojos se me llenan de lágrimas, pero sé que no puedo decir nada. De todas formas nadie me escucharía. Sólo me queda esperar.

II

Por mi mamá sé que el desconocido me quiere como esposa. Le ha propuesto a mi padre una buena cantidad de dinero que él no ha aceptado, tiene otros planes para mí. Debería sentirme aliviada, pero no lo estoy. Una vaga sensación de incertidumbre se aloja en mi pecho. Sigo saliendo a hacer las compras o al liceo; lo hago insegura, no quisiera encontrarlo al doblar una esquina o en la mitad de la calle; para mi gran tranquilidad no lo vuelvo a ver. Pasado el tiempo ya ni me acuerdo de él.

III

Hoy nos ha vuelto a visitar el supuesto pretendiente de F. y nuevamente lo he rechazado. No tengo nada en su contra, es sólo que no pertenece a nuestro mundo, aunque profese las mismas creencias religiosas. No habla nuestra lengua, ni conocemos su familia, no sabemos nada de él. Por otra parte he estado hablando con mi primo, hemos acordado unir a nuestras dos familias con la alianza entre su hijo y F. Aún no le he dicho nada a la madre ni a sus hermanos, pienso hacerlo pronto; cuando todo esté arreglado. En cuanto a mi hija será la última en saberlo, su opinión no cuenta, sabrá obedecer, como lo hizo su madre y la madre de su madre y así sucesivamente.

No duermas más, mi niña…

I

Es miércoles, acabo de hacer las compras del día. Me demoré un poco más en la tienda de abastos, había mucha gente esperando su turno. Regreso a casa, los paquetes están pesados, me detengo a cada instante para descansar un poco; ojalá que en casa sepan entenderlo, no me gusta ver a mi papá enojado. Cuando eso sucede me encierro en el cuarto, hasta que se le pase. Sólo me faltan diez metros para llegar a la calle donde vivimos, respiro tranquila; si estoy con suerte llegaré antes que él. Al doblar la esquina escucho que me llaman por mi nombre, debe de ser uno de mis primos; levanto la cabeza confiada y es entonces cuando veo al señor de pelo liso y ojos cafés claros delante de mí. No debo hablarle, ni siquiera mirarle a la cara; sino me convertiría en la vergüenza de la familia. Decido pasar a su lado rápidamente, pero no logro hacerlo; me ha tirado algo al cuerpo, mis ropas se impregnan de un fuerte olor, luego enciende un fósforo, me ha convertido en una tea humana.

II

No sé donde estoy, imagino que en mi cuarto, aunque no reconozco el colchón donde estoy acostada. A veces escucho la voz de mis hermanos, aunque no logro comprender del todo lo que dicen. Solo he podido escuchar a mi papá que me susurraba muy cerca al oído: -No duermas más mi niña, despierta, despierta. Y yo que creía que no me amaba. Me doy cuenta que debo de estar durmiendo desde hace mucho tiempo, lucho por despertar, pero en vano, no lo logro. Me viene a la mente el cuento de la bella durmiente que me narraban en la guardería, debo dormir igual que ella; la diferencia es que no habrá un  príncipe encantado que venga algún día a despertarme, hace mucho dejé de creer en ellos.

 

Berta Lucía Estrada

bertalucia@gmail.com

Nota de la autora: Esta narración hace parte de mi libro Voces del Silencio (Ediciones Ble, Manizales, 2008). Pueden ver dos artículos que he publicado sobre este flagelo que catalogo como un crimen de lesa humanidad: Quemada viva, el caso de Suad y Las víctimas del ácido en el país de machitos.

Sobre el autor

Berta Lucía Estrada

Berta Lucía Estrada

Fractales

Berta Lucía Estrada Estrada (Manizales). Estudios: Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana, una Maestría y un Diploma de Estudios Profundos (DEA) en literatura, en la Universidad de la Sorbona (París- Francia), una Especialización en Docencia Universitaria en la Universidad de Caldas, un Diplomado en Historia y Crítica del arte del Siglo XX y un Diplomado en Cultura Latinoamericana. Soy librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. He publicado nueve libros, entre ellos La ruta del espejo, poesía, Editions du Cygne (Francia-2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético, Ediciones Embalaje-Museo Rayo, 2012, ¡Cuidado! Escritoras a la vista..., ensayo literario sobre la mal llamada literatura de género; y el ensayo sobre literatura infantil y juvenil ... de ninfas, hadas, gnomos y otros seres fantásticos. Docente universitaria en las áreas de lengua francesa, literatura hispanoamericana y francófona en la Universidad de Caldas; conferencista internacional y profesora invitada en universidades de Brasil y Panamá. He dado recitales de poesía en Colombia, Brasil, Francia, Panamá, Polonia y Alemania. Soy integrante de Ia Asociación Canadiense de Hispanistas y del Registro Creativo, éste último fundado por la poeta argentino-canadiense Nela Río.

Premios literarios:

Primer Premio Nacional de Poesía 2011 Meira del Mar, realizado por el Encuentro de Mujeres Poetas de Antioquia, con el libro "Endechas del Último Funámbulo", basado en la vida y obra de Malcolm Lowry.
Premio Especial, fuera de concurso, Ediciones Embalaje del Museo Rayo-2010, con el ensayo poético "Náufraga Perpetua".
2o puesto en el Concurso Nacional de Poesía Carlos Héctor Trejos Reyes-2011.
4o lugar en el XXVII Concurso Nacional de Poesía Ediciones Embalaje-Museo Rayo 2011.

Blog El Hilo de Ariadna, en www.elespectador.com
http://blogs.elespectador.com/elhilodeariadna/
Blog personal: Voces del Silencio:
http://beluesfeminas.blogspot.com
*Correo electrónico: bertalucia@gmail.com

2 Comentarios


Aurora Elena Montes 30-04-2015 05:18 PM

Decir !me encantó! resulta raro, porque el trasfondo de la historia está en la vida invisible de las mujeres musulmanas, en una cultura creada por hombres y en la cual ellas reinan en un pequeño espacio que va de la cocina al patio trasero (ni siquiera en la alcoba deciden). Pero aquí en esta Colombia de machos no es tan diferente cuando resulta uno que otro maldito mediocre que en vez de rumiar su miseria con una cerveza y una mala película decide ir a la ferretería y destrozarle la vida a una mujer porque tomó una libre y autónoma decisión

Berta Lucia Estrada 04-05-2015 01:33 AM

Buenos días Aura Elena Acabo de leer tu comentario, mil gracias. Has sabido transmitir la esencia del machismo en todas sus facetas. Me alegra saber que compartimos la misma preocupación ante la misoginia en cualquier entorno cultural; llámese Occidente u Oriente. Con aprecio, Berta Lucía Estrada

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