Opinión

Barras bravas de guerra y paz

Diógenes Armando Pino Ávila

29/05/2015 - 05:40

 

Cuando en un país se cantan los muertos como se cantan los goles del campeonato nacional de fútbol, es indicativo de que es una sociedad enferma. Cuando un país se polariza y asume actitud de “barras bravas” para corear las bajas de sus enemigos es sintomático de que la guerra lo ha degradado y está tocando fondo.

En las últimas semanas notamos cómo los medios de comunicación sirven de tribuna y caja de resonancia de esas voces envalentonadas que promueven el odio y la violencia, voces que promueven la guerra como el único medio para afrontar el conflicto armado. Vimos desplegar una gigantesca campaña mediática donde resaltaban la muerte de los once soldados en el Cauca, masacrados por una guerrilla prepotente que quería mostrar su poderío sumando más muertos a su haber para subir su estatus de beligerancia y así, equivocadamente, mostrar su poderío en la mesa de negociaciones. Veíamos el lamento del ministro de defensa catalogando la FARC como ratas que debían ser -palabras más palabras menos- exterminadas de la faz de la tierra. Vimos a los generales lanzar sus discursos guerreristas ante la muerte de estos soldados. Observamos al señor Presidente de la republica condenando severamente esta atrocidad cometida por la guerrilla. Vimos al senador Uribe con sus consabidas arengas en favor de la guerra y en contra del proceso de paz, le hizo coro el señor Procurador que no se pierde de un muerto ni de una tragedia para mostrar el culiprontismo de Santos.

Ante esta andanada, la FARC fue tibia en sus explicaciones, no fueron francas ni enfrentaron con seriedad el problema que acababan de suscitar, no fueron capaces de asumir una posición crítica y seria y se entretuvierpn tratando de capotear la tormenta con comunicados desabridos y contradictorios, no asumieron su responsabilidad ante el país.

A la semana siguiente, como en los clásicos del futbol, en esos partidos de ida y vuelta, se da el bombardeo por parte del ejército que ocasiona 26 guerrilleros muertos. En la televisión nacional se anuncia por parte de los mismos actores la felicidad por las bajas causadas al enemigo, se nota el regocijo de los que pregonan la guerra, se lanzan arengas pidiendo más fuego, más violencia y más sangre. Se nota en estos la alegría por las muertes causadas. La FARC acusa el golpe y como repuesta suspende el cese unilateral del fuego que había decretado hacía varios meses, se duele por la muerte de sus hombres. Las redes sociales se viralizan con tendencias encontradas y como barras bravas se trenzan en trinos y mensajes insultantes que muestran el grado de polarización a que ha llegado la sociedad y que, además, demuestra el poco estudio del tema de la paz por parte de los colombianos.

Por un lado encontramos fanáticos, amigos de la guerrilla que justifican sus desmanes. Encontramos amigos de la paz que, aun siendo conscientes de los desafueros de la guerrilla, optan por justificarlos, pensando que en aras de la paz se puede, por lo menos, minimizar sus acciones violentas si el fin último es la firma de la paz. Hay otros que atacan despiadadamente a las guerrillas, por acciones del pasado y del presente y pregonan a voz en cuello que hay que reducirlos por la fuerza de las balas y que sólo la guerra y la política de tierra arrasada es la única salida que tiene el país para erradicar a los violentos, es decir, erradicar la violencia con violencia.

Las barras bravas de la guerra olvidan que hace más de cincuenta años se viene diciendo lo mismo, y que la guerra, la política de tierra arrasada, las desapariciones, los falsos positivos, los desplazamientos, las tomas guerrilleras, los secuestros, los atentados, las masacres y tantas salvajadas más no han dado resultados y que en 50 años, por el contrario, el conflicto se ha intensificado, que han corrido ríos de sangres, que las víctimas de la violencia se cuentan por cientos de miles y que el ejército y el gobierno no ha podido derrotar a la guerrilla y lo saben, y que a su vez la guerrilla no ha podido derrotar al ejército y que no podrán tomar el poder por las armas y lo saben también.

La única salida que le queda al país es la paz negociada y que para que se dé lo primero que hay que hacer es desarmar el discurso y exorcizar los demonios sanguinarios que aúpan la guerra desde las dos orillas.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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