Opinión
Valledupar, ciudad de cemento

La idea de que Valledupar es una ciudad arborizada, verde, y complaciente con el medio ambiente se ha congelado en el imaginario local desde las últimas “buenas administraciones” de las décadas de los 80 y 90, pero seamos honestos, Valledupar ya no es lo que era.
Desde mediados de los años 2000, la capital del Cesar ha cambiado de papel para convertirse en una ciudad de cemento. Una urbe hostil donde lo artificial y fácil de construir, lo económico y masivo se impone a todo, sin otro criterio que el de crecer a toda costa y generar dinero.
Así es como Valledupar ha llegado a tener extensiones infinitas de urbanizaciones grises y deprimentes, donde imperan el concreto: María Camila, Villa Alba, Club House, Nueva Esperanza, la Nevada, y, ahora, las maravillosas viviendas gratis con nombres de juglares (otros regalos perniciosos para la comunidad que terminarán generando grandes problemas de convivencia).
El gran problema de todo esto está en la esencia mercantil, poco creativa y poca integración de los diseños arquitectónicos. No se valora la naturaleza ni el espacio público. Han desaparecido los árboles necesarios y naturales de la región, aquellos que generan aire fresco y sombra, y han sido remplazados por las económicas –y estéticas- palmeras: simple copia de un estilo californiano pero sin litoral.
El centro comercial Guatapuri -que decía ser defensor del medio ambiente- terminó talando todos los árboles de su entorno para un proyecto de extensión. El otro –Mayales Plaza- nació cortando de una vez todos los grandes árboles de ese sector sureño. Ambos centros se han convertido en mares de cemento.
Los parques con sombra son inexistentes en Valledupar. Los únicos que puedan considerarse visionarios y admirables, El Garupal y los Algarrobillos, están en vía de extinción, amenazados por las construcciones contiguas. Y el otro –El parque de la Natividad- arrinconado en una zona elitista donde nadie pasea. Los demás parques que se observan en la ciudad son simples aperturas pequeñas y sin gusto, sin árboles y sin visión.
Hablemos de las construcciones en sí. Los constructores se han olvidado que Valledupar es una ciudad cálida que requiere diseños y materiales adaptados a la localidad. Estos enormes edificios o conjuntos con poco verde y demasiado cemento son opresivos, multiplican el calor y el desperdicio de energía.
Todos los nuevos proyectos de edificios desde la zona del Novalito hasta la zona de la Sierra en el norte se esmeran en destacar lo bonito de la modernidad pero, lamentablemente, son trampas para la ciudad y la colectividad. Grandes muros pesados, que guardan el calor en lugar de permitir la circulación del aire, zonas comunes con exceso de cemento, pocas áreas para caminar y socializar.
Y hablemos del tráfico, otro asunto preocupante. En zonas del norte se están apilando los conjuntos uno sobre otro, ni siquiera los separa una avenida o una calle, una zona de paseo o comercios, como se puede ver en ciudades donde con hay un claro proyecto urbanístico, y todo esto con el único fin de producir lo más posible en el menor espacio, y sin darse cuenta que esto será un problema a futuro. Mucha gente se queja ya del tiempo que requiere salir de su conjunto o de su edificio, mucha gente se queja del tiempo que requiere llegar al centro. Mucha gente se queja y eso que estamos en la fase cero.
Claro, es cierto que las vías siguen siendo demasiado estrechas, que el tráfico se ha hecho grande para una ciudad-pueblo, y eso se debe a la falta de respuestas de la administración pública, pero lo que debe resaltar aquí es la poca creatividad, el poco gusto, la poca consciencia, la poca actualización técnica y estética de los urbanistas que construyen en Valledupar.
No se piensa en que la vida cotidiana es mucho más que subirse a un carro e irse a trabajar. Es también salir, caminar, compartir, respirar, sonreír, descansar, leer, relajarse, hacer deporte, congregarse en espacios públicos o semi-públicos.
Mi Valle, no te has vuelto grande, pero ya estás saturado y algo triste. ¿Dónde están los constructores, planeadores y urbanistas que aman a Valledupar?
Alonso González Del Rosario
Arquitecto
2 Comentarios
Muy buen articulo
Pocas veces me atrevo a poner un comentario en estos artículos, talvez porque pocos me hacen saltar con efusividad. Pero aquí dejo constancia de que comparto la idea del autor. Valledupar vive una deriva mercantilista que va en contra de lo humano y del sentido común. Piensen y no compren por comprar (o no vendan por vender). Nuestro planeta lo necesita. Y quien dice planeta dice Dios también.
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