Opinión

Latinoamérica o Grecia: el miedo como instrumento económico

Antonio Ureña García

16/07/2015 - 05:40

 

Semanas o meses antes del 1 de enero de 2003 -fecha en la que Luis Ignacio Lula da Silva ganaba las elecciones con un 61,3 % de los votos válidos- en los medios informativos no sólo de Latinoamérica si no del resto del mundo, podían leerse noticias que, con mayor o menor sentido apocalíptico, ponían en evidencia el temor de los mercados ante una victoria izquierdista; temor que intentaban transmitir a la opinión pública y con ello a los votantes.

Así, a modo de ejemplo, en los diarios españoles podían leerse titulares de este tipo: La incertidumbre electoral en Brasil desata los nervios en los mercados y dispara la cotización del dólar; o Brasil tiembla ante el “efecto Lula. Este proceder nos recuerda bastante las informaciones de contenido similar pero de geografía diferente, publicados en la prensa mundial  al hablar de impago de la deuda griega.

Si hacemos un poco de historia, entre ambos países encontrarnos una serie de paralelismos que llaman la atención. Fernando Collor de Mello, que gobernó el país amazónico entre 1990-1992, implementó una agenda de reformas estructurales consistentes en apertura comercial y financiera, sin olvidar la privatización de servicios públicos. Despojado de su cargo por el Senado bajo acusaciones de corrupción, fue sustituido por su vicepresidente quien en dos años nombró hasta 5 ministros de economía, siendo el último de ellos Enrique Cardoso. Elegido presidente en 1994, a  partir de esta fecha continuó aplicando una política económica similar a la de Mello; esto es, siguiendo los dictados del denominado consenso de Washington, al que ya nos referimos con anterioridad en otro artículo publicado en Panorama Cultural.

Los resultados son de todos conocidos: la deuda fiscal y la deuda externa se duplicaron durante su mandato. Sin embargo, los mercados se alarmaron y pusieron en marcha el mecanismo del miedo ante la llegada de un nuevo gabinete que impulsaría un cambio de modelo económico. 

En Grecia, la  deuda y el gasto público se dispararon durante los años de consecutivos gobiernos socialdemócratas y conservadores, especialmente en la última década sobre todo por la organización de los Juegos Olímpicos de 2004. A esta situación hay que sumar un 35-40% de economía sumergida y unos ingresos fiscales reducidos. Ni la banca, ni la Iglesia Ortodoxa -el mayor terrateniente del país- ni la construcción naval -la primera industria griega- paga un solo euro de impuestos.

Durante años el Gobierno maquilló sus deudas, presentando a la Unión Europea unos informes que no reflejaban la gravedad de la situación. La cruda realidad llegaría a finales de 2009, cuando tras un cambio de Gobierno y la llegada al poder del socialista Yorgos Papandreu, el nuevo Ejecutivo ponía al descubierto la dramática realidad económica de su país con un déficit público muy superior al 13% del PIB anunciado. Es el mismo paisaje que en Brasil  o el resto de la región: años de implementación de un modelo económico nefasto y corrupción, personificada en el caso de Grecia por el  citado maquillaje contable.

Pese a la estrategia del miedo con la que se intentó disuadir a la población brasileña de votar a Lula, el antiguo sindicalista ganó las elecciones y de una situación económica como la descrita en  párrafos anteriores, en 10 años de gobierno del Partido de Los Trabajadores y, según datos del Banco Mundial, Brasil se convierte en la mayor economía América Latina; la segunda de toda América y la séptima a nivel mundial. Las mismas voces apocalípticas sonaron en los medios de comunicación cuando Rafael Correa lanzó en campaña electoral una frase que bien podría haber sido pronunciada por el Primer Ministro o el Ministro de Economía griegos: “Primero nuestra gente, luego los banqueros, el Fondo Monetario y todos los acreedores”. De este tema nos hacíamos eco en nuestro artículo sobre el pago de la deuda externa publicado en esta columna.

En Argentina, el Fondo Monetario Internacional acudiría al rescate con una importante inyección de capital, al igual que en Grecia -en este caso, arropado por el Banco Central Europeo y la Comisión Europea-, siempre y cuando se aplicara un modelo de ajustes estructurales basados en estabilizar, privatizar y liberalizar, recortar sueldos, gastos sociales. La letra de esta canción se parece demasiado a la que se podía escuchar estos días aplicada al país mediterráneo.

Como dice Julio C. Gambina (Grecia y Argentina, similitudes y diferencias) comparando las situaciones del año 2001 vividas en el país austral con la del 2015 europeo: "el problema no es la deuda en sí misma, sino el orden capitalista, que utiliza a la deuda como mecanismo de chantaje a los pueblos de Grecia y de Argentina".

En este sentido, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, en entrevista concedida a la BBC, publicada el 30 de Junio del 2015 nos explica como las cosas suceden al contrario de las amenazas del mercado. Después del default, Argentina empezó a crecer a una tasa del 8% anual, la segunda más alta en el mundo después de China. La experiencia argentina prueba que hay vida después de una reestructuración de deuda, y después de dejar un sistema cambiario".

El citado Premio Nobel, en un artículo recientemente publicado en la prensa española, señala que “los resultados económicos del programa que la troika (conjunto de instituciones formado por el Fondo Monetario internacional, el Banco Central Europeo y el Consejo Europeo) impuso a Grecia hace cinco años han sido terribles, con un descenso del 25% del PIB nacional y una tasa de desempleo juvenil que alcanza ya el 60%. Ante esta situación, continúa el autor, sorprende que la troika se niegue a asumir la responsabilidad de todo eso y no reconozca que sus previsiones y modelos estaban equivocados”.

Por el contrario, exigen mayores recortes que empobrecerían aún más a la población griega  a sabiendas que si dicha deuda no se reestructura, el país Heleno no será capaz de pagarla, lo cual es un hecho que nos atrevemos a calificar de criminal. Así, el informe elaborado por el propio Fondo Monetario Internacional, titulado Análisis Preliminar de la Sostenibilidad de la Deuda para Grecia, se afirma que, incluso después de 15 años de un supuesto fuerte crecimiento sostenido, el país se enfrentaría a un nivel de deuda  insostenible.

Dicho informe apareció el martes 30 de junio en el diario británico The Guardian. Como señala la agencia Reuters, los países europeos intentaron bloquearlo pues en el mismo se ponía de manifiesto lo correcto de las tesis griegas sobre la necesidad de reestructurar la deuda. El informe evidencia sin lugar a dudas que las instituciones acreedoras están actuando de mala fe, siendo otro el verdadero objetivo de la presión sobre Grecia. Joseph Stiglitz lo deja muy claro en el artículo citado. Muchos dirigentes europeos desean que caiga el gabinete de izquierdas de Alexis Tsipras, porque resulta muy incómodo que en Grecia haya un Gobierno contrario a las políticas que han contribuido al aumento de las desigualdades en los países avanzados y decidido a controlar el poder de la riqueza. Se trata de amedrentar a la población y a la opinión pública mundial para que no se desvíe de la senda trazada por los poderes económicos para, de esta manera, multiplicar los beneficios de las grandes corporaciones con el empobrecimiento de la población en general y la destrucción del denominado Estado de Bienestar. 

Mientras escribíamos el presente artículo, el pueblo Griego estaba votando sobre la aceptación o rechazo de las imposiciones comunitarias, con un clamoroso de resultado a favor del “No” de un  61,24 %. Dicho referéndum, significaba una apuesta por la democracia participativa frente a la democracia representativa que tantos problemas había causado a la población del país. Según el Ministro de Economía Griego Yanis Varoufakis -dimitido al día siguiente de la celebración del plebiscito para, según sus palabras, “facilitar la negociación”- el “no”, en absoluto supone una negativa a Europa o al Euro; por el contrario, es un “sí” a una resolución adecuada, a un acuerdo que contemple la reestructuración de la deuda, menos austeridad, redistribución a favor de los necesitados y reformas reales.

Sin embargo, una vez más, la razón económica se ha impuesto a la razón política y a la propia voluntad popular; y es que en la democracia Neoliberal que tenemos, el auténtico soberano es el poder económico, a pesar que en las primera páginas de todas las constituciones de los países democráticos pueda leerse que el poder reside en el pueblo.

Así, en el acuerdo alcanzado por unanimidad con Grecia el lunes 13 de julio para negociar un tercer rescate, se imponen medidas muy duras en todos los asuntos considerados hasta hace poco como innegociables por el gobierno heleno. Además de severas medidas en pensiones, mercado laboral o privatizaciones, el pacto introduce la tutela de la política griega: impone como requisito para el rescate, una consulta previa con las instituciones europeas para cualquier ley que quiera aprobar Atenas "en áreas relevantes" y la necesidad incluso de revertir legislaciones ya aprobadas desde principios de año. Estas medidas son bastante más duras que las propuestas por las instituciones en la negociación que dio lugar al referendum.

Paul Krugman, Premio Nobel de Economía de 2008, compara estas medidas con un Golpe de Estado, siendo ahora los bancos las armas, como dice Yanis Varufakis, utilizadas por las potencias extranjeras para hacerse cargo del gobierno. La diferencia es que esta vez quieren apoderarse de toda la propiedad pública. Al igual que en América Latina: primero, Golpe de Estado militar; después Golpe de Estado de los mercados.

¿Por qué se parece tanto la situación a uno y otro lado del Atlántico? Como ya explicamos en nuestro artículo citado con anterioridad, el subcontinente se convirtió en un laboratorio neoliberal donde se pusieron en marcha experiencias que ahora se están aplicando en Europa. La misma política económica y la misma política del miedo para conseguir sus objetivosEn el caso de Grecia, como dijo Krugman en el diario español El País: “ser un miembro de la zona euro significa que los acreedores pueden destruir su economía si se sale del redil; sentencia que se puede ampliar para el resto mundo, convertido por obra y gracia de la Globalización Económica en un Mercado Global”.

 

Dr.  Antonio Ureña García 

 

Sobre el autor

Antonio Ureña García

Antonio Ureña García

Contrapunteo cultural

Antonio Ureña García (Madrid, España). Doctor (PHD) en Filosofía y Ciencias de la Educación; Licenciado en Historia y Profesor de Música. Como Investigador en Ciencias Sociales es especialista en Latinoamérica, región donde ha realizado diversos trabajos de investigación así como actividades de Cooperación para el Desarrollo, siendo distinguido por este motivo con la Orden General José Antonio Páez en su Primera Categoría (Venezuela). En su columna “Contrapunteo Cultural” persigue hacer una reflexión sobre la cultura y la sociedad latinoamericanas desde una perspectiva antropológica.

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