Literatura

La ley de Dios

Luis Alcides Aguilar Pérez

27/10/2015 - 05:30

 

Los brazos abiertos, las manos extendidas hacia el cielo. Con mirada de esperanza, el padre ve a los feligreses que ese domingo se encontraban en la misa de la mañana y les dice. “Hijos míos podéis ir en paz”.

Río Adentro es un pueblo de mucho cuidado, no por lo violento, si no por las estrategias que cada uno de sus habitantes utilizan, algunos para no dejarse joder y otros para joder a los incautos, un pueblo como muchos en Colombia sumidos en el olvido, aun así la felicidad se reflejaba en la cara de sus habitantes.

Un visitante se dirige al pueblo de Río Adentro y a pocos metros de su entrada le pregunta a una persona. “Señor falta mucho para llegar al pueblo”.

“No amigo -le responden-, si prácticamente usted está en la calle principal del pueblo”. Sorprendido por la respuesta se preguntó: “¡Carajo! ¿Será que Río Adentro estará así de pela’o como sus calles?

El presunto visitante llega finalmente a la primera casa del pueblo que es un hospedaje con el llamativo nombre de “La Cueva del Guácharo”, deteniendo su viejo vehículo le pregunta a un nativo que viene saliendo del hospedaje. “Oiga, señor, éste es Río Adentro”. “Sí señor bienvenido”-continuando con las preguntas, pide información sobre la ubicación de la alcaldía municipal y la oficina del personero.

Al día siguiente despierta con la espalda un poco maltratada a causa de los nudos del colchón de la cama que le correspondió en el hospedaje, con las mismas energías del día anterior se dispone a continuar con su objetivo.

Llega a las oficinas de la Alcaldía, y mostrándose ante el alcalde, le dice. “Señor Alcalde, permítame presentarme, soy Aquilino Gordillo, nuevo personero de Río Adentro”. “Bienvenido señor personero, espero que sus acciones traigan soluciones”. “Téngalo por seguro, señor alcalde” -responde, siguiendo  dialogando, el alcalde argumenta-: “Todavía no entiendo por qué el concejo  Municipal escogió como personero a un foráneo, usted disculpe abogado Aquilino,  lo que me caracteriza es que digo la verdad y esa es una inquietud que me acosa”. “Tranquilo Alcalde no he venido a incomodarlo, por el contrario tenga fe que seré un defensor de los ciudadanos de Río Adentro, aquellos cuyos derechos sean violados”.

Pocos minutos de estar el personero en su oficina le llegó la primera queja, primera queja para él, ya que el anterior personero no la atendió, queja de la comunidad referente a las impúdicas escenas que presentan en la calle las putas de la taberna de doña Penélope, meditabundo el personero quiere poner en práctica la posmoderna estrategia para dar soluciones a los conflictos, es así que llega al bar a dialogar y solucionar la aberrante situación.

Después de presentarse, Penélope  dice “Bueno, qué es lo que le pasa a los maricones que gobiernan este pueblo, que tienen que traer de otra parte a las personas que nos van a enseñar reglas de urbanidad”. El personero se sorprende por la actitud belicosa de la señora e irrumpe el diálogo diciendo: “Perdone, doña, lo que sucede es que se hace necesario que solucionemos el problema sin tanto alboroto, he venido en son de paz, más no a pelear con los habitantes de éste pueblo”. 

Penélope reacciona :  “Bueno siéntese”. El hombre accede y Penélope continúa hablando. “Miré, las chicas que tengo, ayer me llegó Julia, una hermosa morena de dieciséis años Ella, dice que es virgen. Si quiere, se la traigo para que sea usted el dueño de esa hermosa joven”.

“¡No, no!”, responde sobresaltado. “Yo sólo he venido a tratar de solucionar el problema entre usted y la comunidad del barrio. Además, doña, usted se puede meter en graves problemas al permitir que niñas menores de edad se prostituyan en su negocio”.

Penélope, se pone de pies, levantándose de su silla bastante furiosa, retando al personero diciéndole: “Ah, usted es el único honrado que viene a jodernos, todos los que han llegado administrar justicia a éste puto pueblo son más corruptos que nosotros mismos,  hoy es el dios que viene a corregir lo que nos han inculcado los podridos de  éste lugar, diga de una vez ¿cuánto es lo que quiere? y dejemos de hablar tanta porquería, ¡Y no se le vaya ocurrir hablarme de que me va a cerrar la cantina, porque soy capaz de matarlo con  mis propias manos!.

El personero le dice: “Doña no es conveniente que usted me amenace porque la puedo demandar por su imprudencia agravándosele la situación”. -Al escuchar lo que dijo, Penélope, hace una señal, alzando la mano derecha y chasqueando sus  dedos pulgar y corazón,  el resultado es que al personero se le acerca un señor alto, corpulento, quién se le pone frente  de él, lanzándole una trompada que se estrella en su mejilla derecha, cayendo tres metros lejos del sitio donde estaba sentado, quedando inmóvil. Las personas que en ese momento se encontraban en el lugar dijeron, “Échenle agua, para que vaya y se anime de la priva, en su oficina”-.

Tres días después el personero se recuperaba de la inflamación en su rostro,  optando por no realizar una demanda de la situación, creyendo que esa reacción fue solamente una dolorosa advertencia.

En su escritorio se encontraban un sin número de denuncias viejas, de los ciudadanos de Río Adentro contra el Alcalde. Al leerlas mueve su cabeza en señal de negación, apretando los labios decide dirigirse a la oficina del burgomaestre, mediante previa cita. “Alcalde me preocupan las denuncias de la ciudadanía sobre las inconformidades que existen de su administración, es necesario que usted preste atención a las irregularidades que se están presentando en el Municipio”.

Después de estar callado, el Alcalde le responde-. “Señor defensor del pueblo, usted sabe que la gente siempre va a estar quejándose de las situaciones, yo con ayuda de los concejales, los secretarios de turno estamos implementado unos mecanismo que le permitirá al ente Municipal recaudar unos impuestos, entonces sí invertir en la parte social, eso no es para mañana ni para un mes, así que tranquilo que yo  estoy más preocupado que usted por darle solución a los problemas de mi pueblo”. El personero insiste: “Alcalde usted y yo sabemos que los recursos para salud y otros aspectos los tiene el Municipio, no entiendo el proyecto que usted pretende implementar si el presupuesto está funcionando y el Estado hace llegar puntualmente los recursos, ¿qué es lo que sucede Alcalde?”.

Un poco molesto el Alcalde le responde: “Escuche, Doctor, aquí las vainas se hacen como digo yo y mi gente, usted no es de aquí, quizás no sabe cómo es la cuestión en estos municipios, cálmese que usted también recibirá su tajada. Ahora, espero que no me vaya a demandar ante los órganos competentes del Estado, por qué creo que le irá peor y no es una amenaza”.

El representante del pueblo se sintió frustrado, preocupado se retiró de la oficina del alcalde buscando una manera de hacer entrar en razón a los gobernantes del pueblo, dándole a entender la importancia de corregir los errores.

Tratando de cumplir con su deber, con las leyes de nuestra Constitución Política  se acerca al representante de la acción comunal del pueblo, poniéndole en su conocimiento  la necesidad de apoyo, éste le responde. “Bueno, Doctor. ¿Por qué acude a mí?, ¿Quién más que usted tiene el poder de acercarse a los diferentes organismos de la Nación y poner en su conocimiento la situación de Río Adentro”. “Sí, tiene razón, lo que busco es agotar primero los recursos locales, si no se puede, entonces recurriré a otras instancias”.-El agente de la acción comunal se ríe de lo mencionado, expresándole-. “Me gusta su actitud Doctor, lo que sucede es que casi siempre los que manejan las instituciones que defienden al pueblo son comprados, si usted sigue con el deseo de ayudarnos puede que su vida corra peligro, así que yo le aconsejo que la coja suave y no se preocupe por un pueblo que no es suyo”.

El hombre de leyes se confundió aún más, disponiéndose ir a la casa cural para hablar con el padre del pueblo. Poco después de recorrer un gran tramo de las calles, finalmente llega a su objetivo. “Hola padre, ¿Cómo está? “Pues será bien, gracias al Señor, ¿a la orden hijo?”. “Padre, permítame presentarme, Aquilino Gordillo, personero municipal, para servirle”. “A qué se debe tu visita”. “Padre, me preocupa el pueblo, me doy cuenta que sus  habitantes no se consideran así mismo, dejan pasar todo sin quejarse”. “Eso te preocupa”. “Sí, padre”. “Bueno, muchacho, escucha, la gente no es que no se preocupe, lo que sucede es que ya ellos se cansaron de exigir y se quedaron solos, nadie los escucha, a pesar de las quejas hechas ante los organismos competentes, los mismos que  llegan, investigan encuentran fallas, escriben, toman fotos, hacen preguntas a los ciudadanos. Vienen aparentemente muy serios, pero no sucede nada”.

“¡Mira! –lo que dice abriendo sus brazos, señalándose  con su mirada  y su entorno -  hijo yo vine con la intención de hacer las cosa bien, hable con todos incluyendo los concejales y el Alcalde, ya tengo Díez años de estar aquí, creo que a la curia se le ha olvidado que existe éste pueblo, no me han cambiado de parroquia, el obispo, ni  nadie me comunica nada, fíjate, mejor no puedo estar; todo lo acepto sin quejarme, recibo las dádivas que los mismos facinerosos me dan,  sin temor a equivocarme creo que ésta es la Ley de Dios”.

“¡No, padre!”. Interpela el personero. “Cómo se le ocurre decir eso, esto que pasa aquí no es obra de Dios, quizás las personas que propusieron mi nombre pensaron que yo sería la salvación, porque de pronto ellos no han sido capaces de lograr una solución. 

“Creo que lo mejor que puedo hacer es renunciar  del  cargo, ya la consciencia la siento lejos de mí, tengo miedo de ensuciarme con las mañas que utilizan, me duele la decisión, sé que hay muchos humildes que sufren y ansiosos esperan un redentor, sin apoyo yo no puedo funcionar. Me parece padre que la solución del país con  gente  como estas, verdaderamente es la Ley de Dios, pero no en la que usted cree padre, la suya es maquiavélica  y la de su verdadero jefe es desinteresada brinda esperanzas a sus discípulos. Por eso padre a cada marrano gordo, le llega su San Martín.

A los pocos días todos los que tienen el poder en Río Adentro, celebraban en la taberna de Doña Penélope, la posesión del nuevo Personero Municipal, el que remplazó al abogado Aquilino Gordillo. De bienvenida, Doña Penélope, le da el honor de desflorar a la joven Julia.

 

Luis Alcides Aguilar P.

Tomado del libro “Sueños de libertad”

Sobre el autor

Luis Alcides Aguilar Pérez

Luis Alcides Aguilar Pérez

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Luis Alcides Aguilar Pérez (Chiriguaná- Cesar). Lic. En Ciencias Sociales de la Universidad del Magdalena. Docente de secundaria. Fiel enamorado del arte de escribir. Publicaciones: La Múcura de Parménides – Compendio de cuentos, poesías y reflexiones; Sueños de libertad – Cuentos, poemas y diez reflexiones; Chiriguaná. Historia y Cultura. Novela inédita “¡Y la culpa no es de Dios!”

@LuisAguilarPe

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