Música y folclor

¿Por qué la Unesco protege la música vallenata?

Diógenes Armando Pino Ávila

04/12/2015 - 04:10

 

En nuestros medios de comunicación se ha mojado tinta sobre la decisión tomada por la Unesco al declarar el vallenato como «Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad».

El señor presidente Juan Manuel Santos lo ha celebrado, se ha festejado en la provincia, las emisoras de Valledupar no han parado de hablar sobre el tema, los periódicos nacionales y regionales llenan páginas enteras sobre el tema. En estos días hablarán de juglares olvidados y abandonados, se escuchará de Juancho Polo y su «Alicia adorada», se exaltará a Alejo Durán, Colacho Mendoza, Calixto Ochoa, Luis Enrique Martínez, Emiliano Zuleta y otros que hicieron grande este folclor, pero seguramente callarán las motivaciones que tuvo la Unesco para esta declaratoria.

La Unesco consideró que el vallenato afrontaba una serie de amenazas, entre ellas muy particularmente «las derivadas del conflicto armado existente en el país, exacerbado por el narcotráfico», lo que es muy cierto y no desde ahora, pues nuestros cantantes desde hace largos años fueron tentados por el poder corruptor del dinero, primero de los marimberos de la Guajira a quienes mitificaron en sus cantos exaltando sus dotes de mujeriego y hombres de poder, luego a los politiqueros de turno en ese mercado de saludos en que se convirtieron las canciones vallenatas y, últimamente, en el servilismo pagado por los paramilitares, que pagaban altas sumas por parrandas y fiestas de pueblo, para recibir saludos y reconocimientos por parte de nuestros artistas en la tarima y a la vista de un pueblo que atraído por las notas de la música y embrutecido por el alcohol aplaudía a sus verdugos.

Otro de los aspectos tenidos en cuenta por La Unesco, lo que es otra verdad de a puño, es considerar que «un nuevo tipo de vallenato está marginando el género musical tradicional y atenuado el papel que éste desempeña en la cohesión social», lo habíamos dicho hace algún tiempo, el vallenato al perder su condición bucólica, su apego por el campo y lo que ello representa, trajo consecuencialmente que los jóvenes exponentes de la música de acordeón asumieran posturas urbanas en sus cantos y en la ejecución misma de los instrumentos, entonces el canto vallenato pierde su esencia, «la de ser un cuento bien contado» y pasa a ser portador de letras sin mensajes y a veces ridículas como «Glú glú glú», «La yuca y la tajá», «La ñoña», por solo mencionar algunas, las que contraponen por su ridiculez con piezas clásicas bellísimas como «Nostalgía», «Noches sin luceros», «Cadenas», o con piezas tradicionales como «El testamento», «El mejoral», La gota fría» entre otras. En esto hay consenso general en el pueblo que ama la música vallenata: hay que proteger al vallenato de estos excesos.

Por último, dice la Unesco, «cabe señalar que cada vez se usan menos los espacios callejeros para las parrandas vallenatas, con lo cual se corre el peligro de que desaparezca un medio importante de transmisión intergeneracional de los conocimientos y prácticas musicales». También es muy cierta esta afirmación. Ya no hay las famosas parrandas callejeras, pues la inseguridad reinante en nuestro medio hizo peligrosa esta actividad social, llena de romanticismo, que permitía la conversación entre amigos, el contar anécdotas en los intermedios, el gracejo amigable y la cohesión social. Peor aún en ese nuevo Valledupar, no se encuentran sitios donde se pueda disfrutar en vivo de la música vallenata, creo que en la actualidad hay uno solo: Guerra de cantores.

Ante estas circunstancias era apenas obvio que la Unesco declarara a la música vallenata, patrimonio cultural inmaterial, para poder salvaguardarla y evitar su extinción. Ahora ¿que viene y compromiso de quién?  La organización rectora del Festival vallenato de Valledupar, deberá ajustar su actividad a los cánones establecidos por la Unesco, e iniciar labores de rescate y re significación del legado cultural dejado por los juglares, dar apoyo real y efectivo a la escuela del maestro Turco Gil, atender con efectividad el museo privado de acordeones de Beto Murgas y seguir exaltando a músicos y compositores que hicieron posible la gloria del vallenato y  también acoger el baile cantao «La Tambora» como canto primigenio que le dio origen al vallenato.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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