Opinión

Sin ninguna duda: Sí a la paz

Diógenes Armando Pino Ávila

24/06/2016 - 06:40

 

A propósito de la finalización del conflicto con la firma protocolaria entre gobierno y FARC en La Habana, se abre un cielo de esperanza en Colombia. Éste es un triunfo de la civilidad contra las fuerzas oscuras que se lucran de la guerra. No obstante, esa firma habrá quienes persistan en ponerle palos a la rueda de la paz y encarnizarán más sus ataques haciendo campaña al NO en el plebiscito  y emponzoñarán más sus argumentos para convencer incautos.

No entiendo, me resisto a comprender el que hayan personas que se acostumbran a la guerra y a las salvajadas que se dieron y se dan en esta. Pienso que algunos saben de qué hablan, pues han hecho negocios en él y con el conflicto armado, se han enriquecido y han expandido sus propiedades con el producto sangriento de la vida y el sufrimiento de un pueblo. Hay otros que son los necrófilos mentales que a falta de un pensamiento propio se adueñan del decir de su líder y lo repiten sin ninguna reflexión. No sé cuál de los dos grupos es más peligroso.

No entiendo, no comprendo que aún publicadas hasta la saciedad las cifras que ha arrojado la guerra haya algunos que se aferren a ella como esencia de su vida, pareciera que las cifras publicadas por el Centro Nacional de Memoria Histórica fueran una bicoca para estas personas, mientras que una mente medianamente civilizada sentiría escalofríos al revisarlas: las masacres registradas desde 1980 hasta el año 2012 fueron 1982 (59.9% de ellas las cometieron los paramilitares; el 17,3% se le atribuyen a las guerrillas; 7,9% a la fuerza pública; 14,8% a grupos armados no identificados; 0,6% a paramilitares y fuerza pública en acciones conjuntas; y 0,4% a otros grupos).

Me aterra pensar que a estas personas no les inmute la cifra de sevicia y tortura registrada en este periodo donde que según el Grupo de Memoria Histórica ascendió a 1530 personas torturadas y asesinadas después en 588 eventos de terror donde la crueldad extrema hizo presencia. De esos 588 eventos, registra el Grupo de Memoria Histórica que 371 (63%) fueron atribuidas a los grupos paramilitares; 126 (21,4%) a grupos armados no identificados; 57 (9,7%) a la Fuerza pública; 30 (5,1%) a las guerrillas; y 4 (0,7%) a grupos paramilitares y Fuerza pública en acciones conjuntas.

Me indigna pensar que haya individuos que no reaccionen ante la cifra del Registro Nacional de Desaparecidos, que reportó hasta noviembre de 2011 la suma de 50891 casos, es decir, una población igual a la del municipio de Agustín Codazzi en el Cesar incluyendo cabecera municipal, corregimientos y veredas.

Enerva el ánimo pensar que a estos individuos no les conmueva que entre 1970 y 2010 se registraran 27023 secuestros asociados al conflicto armado; otros 9568 perpetrados por la criminalidad organizada; 1962 por otros autores y de otros 500 no se conoce a los responsables. Sumando estas cifras da la suma de 38.783 secuestrados, es decir una población igual o parecida a la del casco Urbano de Agustín Codazzi.

Asombra por decir lo menos que los enemigos de la paz no se inmuten por la cifra de SEIS MILLONES de desplazados internos que registra un informe de la agencia de la ONU para los refugiados (Acnur). Este número es cercana al número de habitantes la de ciudad de Bogotá. Somos el segundo país con mayor desplazamiento interno después de Siria. Enferma solo pensar que no les toque la fibra que el número de refugiados que arrojamos hacia otros países sea de 400.000 personas, una población igual a la ciudad de Pereira.

Falta espacio para mencionar cifras de violencia sexual contra la mujer, reclutamiento de menores y otras aberraciones más que sería largo enumerar y que asustan la mente civilizada. Por ello concluyo que los enemigos de la paz, aquellos que están en favor de la guerra deben tener algo retorcido en su interior, que es lo mismo que aceptar tener un alma enferma para acostumbrarse al estado de barbarie que los colombianos de bien deseamos terminar.

Seguro que Uribe y su Centro Democrático seguirá enrareciendo el ambiente con su propaganda guerrerista y de seguro Ordóñez seguirá rezando en latín y hablando en godo para perpetuar este baño de sangre, pero el pueblo colombiano seguirá adelante con la esperanza de ser un país decente, donde las futuras generaciones no se avergüencen de sus mayores por no haber parado esta guerra demencial.

Por último traer a la memoria la frase de Erasmo de Rotterdam: “La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa.”

 

Diógenes Armando Pino Ávila

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Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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