Literatura

Breves acotaciones sobre el poeta Luis Mizar

José Atuesta Mindiola

08/07/2021 - 05:55

 

Breves acotaciones sobre el poeta Luis Mizar
Luis Mizar / Foto: José Luis Molina Torres

 

Luis Mizar Maestre desde su infancia vive sediento de evocaciones. Apenas escuchaba el nombre de Atánquez, la tierra de su madre Carlina y de su abuela Delfina Carrillo: en sus manos se posaban invisibles pájaros, el aroma de los heliotropos le acariciaba la piel y la voz enternecedora de la abuela le tejía el alma de fábulas. 

En su memoria las letras eran racimos de imágenes y metáforas. Eran flores en sus labios los nombres de los maestros que le ayudaron a develar la ruta generosa de la lectura: Luis Mendoza Villalba, su primer maestro. Fidel Gutiérrez, Isabel Santana y Álvaro Parodi, en la Escuela ‘Enrique Pupo Martínez. Efraín Armenta y Pedro Daza en el Colegio Nacional Loperena, donde estudió todo el bachillerato (1973-1978). Santiago Colorado, director del Grupo Literario ‘El Candil’ en La Universidad de Cartagena, donde Luis Mizar en 1980 empieza en el programa de ingeniería civil y la literatura termina ocupando todo su tiempo, y se olvida de los estudios de ingeniería.

A propósito, escribe Jorge García Esta: “El maestro Santiago se dedicó a reunir cada sábado a un grupo de jóvenes que amaban la literatura, con una disciplina de trote largo que casi rebasaba el inmenso aguante de su cuerpo, se metió en la aventura de mostrar caminos, limar petulancias y enseñar las flores y piedras del sendero”.

En la revista ‘El Candil’, Luis Mizar publica sus primeros poemas. Desde entonces revela su espíritu observador persistente y persuasivo del entorno material y metafísico, y fascina a sus lectores con la mariposa de los sueños erguidos, con la peineta azul que interrogaba la mano de la abuela y con el pájaro posado en un rayo de luz, cantando rojos ocasos al misterio de la muerte.

Regresa a Valledupar iluminado por los poemas de Saint-John Perse, Kavafis, Pessoa, Montejo, Borges, Machado, entre otros, y se convierte en el maestro renovador de la poesía en el Cesar. Su prolífica y novedosa obra es premiada en diversos concursos regionales, y en 1996 su poemario Psalmos Apócrifos es premiado en el Concurso Internacional ‘Carlos Castro Saavedra’, en Medellín. La crítica nacional lo exalta por la originalidad y agudeza metafórica.  Posteriormente aparecen sus libros “Expresiones para el descalabro”, “Partitura en sepia para la maga”, “Bitácora del atisbador”, “Letanías del convaleciente” y “Brizna de la Nada Umbría”.

De sus libros publicados, el más conocido es ‘Psalmos Apócrifos’ (1996), Juan Manuel Roca, en el Magazín Dominical de El espectador (14/09/1997), escribe: “Esta poesía adhiere a la vertiente poética más clara de nuestro tiempo, aquella que entrelaza imaginación con reflexión filosófica.  Además, Luis Mizar es el poeta que suscita notable interés, una persona calma, lector ávido, una especie de antena que percibe desde los vientos que bajan de la sierra hasta los aromas de las frutas de su valle”.

El poeta Luis Mizar Maestre no tenía prisa. Cuando descubría que la poesía lo perseguía, se detenía, se abrazaba a ella y caminaban juntos, inseparables, como hermanos gemelos en el vientre de la madre. Será siempre para nosotros, un experto incitador a la epifanía de la palabra. El poeta es un descubridor de itinerarios que viaja: por el invierno y apresura la tristeza en los zapatos de Vallejo, por el regocijo del venado en la tarde mansa del jaguar y por las lágrimas de la noche en el lienzo de Penélope. Disfruta el desfile de la lluvia en la intimidad de sus colores y bendice al árbol que suelta sus ramas antes de que la muerte deslice la cuerda.

Las dificultades de la vida son una metáfora de la fábula del laberinto, y a veces tenemos la suerte de Teseo y encontramos a una Ariadna que nos entrega el hilo salvador para salir victoriosos. La vida del poeta tiene muchos laberintos, y el hilo que lo salva del olvido son sus versos. Uno de esos laberintos es la soledad del proceso de la escritura, pero aparecen los seres intangibles que dialogan en los aposentos de la memoria para vencer el desolado espanto.

El poeta Mizar, como lo describió en sus salmos Apócrifos, vivió momentos en que lo asediaban los días apretados de sal y el toro de cornamenta brava. El literato José Luis Garcés, escribió: “Mizar es un poeta interior. Por fuera puede parecer un apacible vendedor de mostrador o un astuto jugador de dominó que, para cazar incautos, se las da de gil. Caminando despacito, rostro con barbas, una camiseta popular y mochila al hombro. Su indumentaria le cubre su personalidad esencial…  Y uno se pregunta: ¿Qué clase de poeta es este que incluye en un poema un verso que habla del cordón de su zapato derecho? ¿Quién, en el fondo es este poeta que habla del turpial como la melodía de un piano, que habla del almendro que Intenta rozar con sus ramas la misericordia y el aroma de Dios? Qué lleva a este poeta a escribir el Psalmo del reclamo, en el cual implora, invoca, exige: Señor, yo merezco (¡y por eso mismo reclamo!) una múcura de dolor más pesada y más grande?”

El poeta Mizar amaba a Jorge Luis Borges y decía con él: “somos el tiempo. Somos la famosa parábola de Heráclito. Somos el agua, la que se pierde, no la que reposa.  Somos como aquel griego que se mira en el río”. Mizar era amante del agua y los silencios variantes del asombro, un pensador de las facetas profundas de la conciencia del ser, un atisbador del entorno metafísico, un lector reflexivo de las ventanas que muestran el interior del espíritu. En uno de sus poemas, se hizo este interrogante: “¿Qué hace por aquí Mizar, el sempiterno meditador?  Con la sonrisa de fraile que lo caracteriza”.  Con su sonrisa de fraile y radiante de inocencia, se fue su cuerpo (25 de agosto de 2015); pero aquí se quedaron con nosotros las bondades de su condición humana y la sinfonía inagotable de sus poemas.

 

José Atuesta Mindiola

Sobre el autor

José Atuesta Mindiola

José Atuesta Mindiola

El tinajero

José Atuesta Mindiola (Mariangola, Cesar). Poeta y profesor de biología. Ganó en el año 2003 el Premio Nacional Casa de Poesía Silva y es autor de libros como “Dulce arena del musengue” (1991), “Estación de los cuerpos” (1996), “Décimas Vallenatas” (2006), “La décima es como el río” (2008) y “Sonetos Vallenatos” (2011).

Su columna “El Tinajero” aborda los capítulos más variados de la actualidad y la cultura del Cesar.

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