Opinión

¿El Valle de Upar Vs La Sabana?

Luis Carlos Ramirez Lascarro

19/07/2016 - 06:15

 

El pasado nueve de Julio, Jacobo Solano Cerchiaro volvió a compartir en su cuenta de twitter una vieja columna suya, publicada en el diario Valduparense El Pilón en 2010, titulada: “El eterno complejo de los músicos sabaneros” que es, más que desafortunada, inapropiada.

Si bien es cierto que hablar de folclor es como hablar de política e incluso de religión, temas en los que es difícil llegar a un consenso debido a lo subjetivo de los terrenos, no deja de ser extraña la frecuente y poco respetuosa actitud de muchos “vallenatólogos” al referirse a las otras expresiones musicales del Caribe colombiano, sean estas interpretadas con acordeón o no.

El columnista Solano trajo de nuevo a colación dicha columna aprovechando la coyuntura del incidente del pasado dos de Julio en el que el cantante Peter Manjarrés debió bajar de la tarima del complejo cultural María Barilla en San Pelayo, adicionando a esta unos trinos donde afirma: “Se armó la pelea entre el porro y el vallenato… Los sabaneros no deberían molestarse porque el vallenato nació en la provincia… Deberían explorar, fusionar y recuperar esa riqueza… Pero fue en la provincia donde se fusionó (el acordeón) con la caja, la guacharaca y la composición…” Apartes de sus declaraciones que lo único que hacen es desinformar y contribuir a esa tal pelea que musicalmente es improbable y que sólo existe en busca de sintonía y alboroto, todo centrado en el ataque personal o regionalista, sin el aporte de datos comprobables que engrandezcan un debate en busca de la construcción de una identidad multicultural que es la que nos caracteriza como región y como país. Reducir la música de acordeón buena, bonita y valedera a los cuatro ritmos del subgénero vallenato es castrante, empobrecedor, corto de vista.

Asegurar que lo que hoy día se conoce como vallenato nació en Valledupar no es correcto e implica desconocer los procesos sociales, comerciales y musicales que se llevaron a cabo en la región Caribe desde mediados del siglo XIX, tiempos en los que no hay una sola descripción de la actividad musical en Valledupar que se pueda rastrear en los centros de documentación y en los que esta misma ciudad carecía de importante actividad comercial como si la tenían Ciénaga, Santa Marta y Riohacha, para fijarnos sólo en su otrora departamento, el Magdalena.

Los valduparenses definieron un entorno cultural en el cual crearon una serie de leyendas en la búsqueda de dar y afianzar una identidad a su departamento en base a la música de acordeón, cuya grandeza han querido reducir a los ritmos: Paseo, Puya, Son y Merengue que no son tan nativos del valle como se puede y se pretende hacer creer ni logran constituir al vallenato como un género musical pues estos se definen en función de la afinidad que les brinde su función, instrumentación, contexto social o el contenido de sus textos. Elementos que no le permiten al vallenato definirse como género y que si podrían permitírselo a las músicas de acordeón del caribe colombiano, como sí lo reconocen Daniel Samper y Adolfo Pacheco, por ejemplo. El vallenato tampoco es un ritmo musical, este subgénero cuenta con cuatro ritmos que también suelen llamarse aires y que fueron los estatuidos para concursar en el Festival de Valledupar.

Pedir a los músicos sabaneros explorar, fusionar, es algo realmente contradictorio teniendo en cuenta que son, precisamente, los vallenatos, quienes más cerrados a los cambios y a las influencias externas se han mostrado históricamente a pesar de que los grupos vallenatos de mayor renombre comercial siempre han buscado algunas alternativas renovadoras muchas de las cuales se han dado, mayoritariamente, en torno a las músicas del resto de la costa caribe y particularmente en torno a la de las sabanas del viejo Bolívar.

Respecto a esto los “vallenatólogos” dicen que se hace sólo con un afán comercial de los nuevos tiempos, olvidando que incluso Luis Enrique Martínez (quien definió el estilo vallenato en el acordeón) no sólo grabó sino hizo los arreglos de la célebre Cumbia Cienaguera, así como Alejo grabó La Candela Viva que es una tambora, Juancho Polo grabó la cumbia Se Quema el Monte y los paseaitos Vení, vení y El Duende entre otros temas bastante alejados del canon vallenatologico,  Calixto Ochoa grabó un sinfín de éxitos alejados de este canon incluyendo a algunos que son tenidos como pertenecientes a ritmos vallenatos, como Los Sabanales que realmente es un paseaito y ni en la versión de Diomedes llega a acomodarse del todo a la cadencia y características de la nota de los vallenatos. Esto se nota fácilmente en la base percutiva de la canción más allá de la melodía de los pitos del acordeón. Si se siguiera revisando a los conjuntos, cantantes o acordeoneros más representativos de la música vallenata se encontraría que en uno u otro momento han grabado o interpretado música distinta a la vallenata y no precisamente por un afán comercial como se acostumbra decir fácil y descalificadoramente.

A parte del maestro Luis Enrique Martínez, que tampoco es precisamente vallenato y aunque naciera en territorio Guajiro se hizo musicalmente en Fundación, los otros tres intérpretes que revolucionaron el acordeón no son, precisamente, de La Provincia: José María Peñaranda y Aníbal Velásquez de Barranquilla y Alfredo Gutiérrez de Los Palmitos.  El Barranquillero Chelito de Castro y el Guamalero Jimmy Zambrano fueron considerados como adelantados del acordeón por el compositor, intérprete del acordeón y curador del Museo del Acordeón Alberto Murgas en una reciente visita a dicho museo. Provincianos tampoco son.

Si no nos limitamos sólo a la música de las sabanas del viejo Bolívar, sino que incluimos a las del Valle del Bajo Magdalena, que va geográficamente desde Ciénaga y Barranquilla hasta la Depresión Momposina, encontraremos no sólo a los pioneros de la música popular tropical y que hizo dio un nombre a Colombia a nivel internacional, como: Eulalio Meléndez, Guillermo Buitrago, Crescencio Salcedo, Francisco Rada, Luis Carlos Meyer y Abel Antonio Villa, entre otros, sino a quienes consolidaron ese prestigio musical aún antes de que el término vallenato fuera acuñado para el subgénero musical, como: Aníbal Velásquez, Pablo Flórez, Antonio María Peñaloza, José María Peñaranda, Pacho Galán, Lucho Bermúdez, Esther Forero, José Barros, Julio Erazo y la Pléyade de Los Corraleros  de Majagual que incluye a Alfredo Gutiérrez, Lisandro Meza, César Castro, Calixto Ochoa y muchos más que no sólo llevaron al acetato varios de nuestros ritmos tradicionales, a veces aportándoles una nueva vestidura, sino que llegaron a crear algunos nuevos que tuvieron, en ocasiones, mayor o menor repercusión como el Merecumbé y la Patacumbia de Pacho Galán y Lucho Bermúdez, respectivamente, que tuvieron destinos musicales y comerciales totalmente opuestos, por citar sólo dos ejemplos.

La fusión ha sido una constante en las músicas del caribe colombiano: El clarinetista Carmero Lucho Bermúdez fusionó el sonido de las Big Band del Jazz con los ritmos tropicales del caribe colombiano y creó los ritmos: Patacumbia y Tumbasón, El trompetista Soledeño Pacho Galán también fusionó el sonido de las Big Band del Jazz con los ritmos tropicales del caribe colombiano y creó los ritmos: Merecumbé, Chiquichá y Tuquituqui, El acordeonero Plateño Pacho Rada le dio identidad propia al Son vallenato al variar el “golpe de bajo”, terminando de diferenciarlo del paseo, ritmo con el cual en su época, según sus mismas declaraciones, se confundía, El pianista Barranquillero Al Escobar fue el primer colombiano en intervenir en la escena grande del Jazz Mundial, El acordeonero Barranquillero Aníbal Velásquez creó un nuevo estilo de Guaracha al cambiar el tiempo a las guarachas cubanas de la época que, además, no eran interpretadas con acordeón, El Cartagenero Joe Madrid, brillante pianista, realizó importantes fusiones de jazz con los géneros autóctono colombianos, El acordeonero Morroano Rubén Dario Salcedo junto al Palmitero Alfredo Gutiérrez creó el Pasebol al injertar al Bolero y el Paseo, El Piñonero Carlos Martelo creó el Jalaito al fusionar varios ritmos caribeños, El Cereteano Francisco Zumaqué ha compuesto obras sinfónicas, de cámara, vocal y electroacústica con ritmos caribes, llegando a fusionar el Mapalé y la Cumbia en el nuevo ritmo Macumbia, El maestro Calixto Ochoa, acordeonero de Valencia de Jesús, tan cercano a la música sabanera, creó el Paseaito al fusionar el Paseo y el Jalaito, El Cartagenero Joe Arroyo no sólo aportó al movimiento salsero colombiano sino que creó un nuevo ritmo llamado Joeson en el cual mezclaba a la matriz básica de la salsa ritmos autóctonos del caribe colombiano, El Samario Carlos Vives partió en dos la historia de la música pop colombiana con su LP La Tierra del Olvido de 1995 y luego, con los aportes del Magangueleño Martín Madera volvió a revitalizarla incluyendo temas en ritmos caribeños como: Cumbia (Tu Amor Eterno), Porro (Santa Elegía), Berroche (Fruta Fresca y Luna Nueva), entre otros, con algunas variaciones interpretativas y fusionados al pop internacional, llegando a crear lo conocido como Tropipop.  Carlos ha seguido fusionando la base de los ritmos caribeños de la que se nutre con el rock, la balada e incluso el reggaetón, diferenciándose por incluir en estos temas letras perdurables. Martín Madera se ha decantado por lo que ha denominado el Porrock, en un trabajo en el que vuelve a aportar letras de temáticas impensadas para ritmos autóctonos colombianos, como en el caso de los temas De Sincelejo a South Beach y La perla del Sinú que son una especie de declaración de amor Montería y a las mujeres sabaneras.

Además de estas constantes búsquedas de Vives y Madera, podemos señalar en las más nuevas fusiones los aportes hechos por la Loriquera Adriana Lucía con sus recientes trabajos Porro Nuevo y Porro hecho en Colombia, donde fusiona elementos de la balada, el rock y el pop con la base del porro y el fandango, además de piezas de corte clásico en ocasiones con letras poco convencionales como en el caso del tema: Porro bonito, compuesto por su padre. El colectivo Palenke Soultribe ha hecho un aporte enorme al volver a presentar nuestros ritmos de manera renovada a la escena anglo con aportes como la Electrochalupa Las Penas Alegres en compañía de la cantaora Petrona Martínez que quizá sea su corte más conocido para nosotros. Por la misma vía de fusión de lo electrónico con lo autóctono colombiano están los grupos: Sidestepper en el que participan varios músicos caribeños como la cantante Erika Muñoz, quien interpreta entre otros temas el conocido Come see us play. El colectivo músico – visual Systema Solar que ya goza de gran reconocimiento e importante trayectoria. Bomba estéreo con su fusión de electrónica, reggae, rock y rap con aires de la región caribe es ya una de las bandas más importantes de Colombia a nivel nacional e internacional. La Makina del Karibe ha llevado la herencia del soukus africano y otros ritmos afrolatinos como la Champeta a otro nivel con su Terapia Kósmica Champetúa. Revisando sólo estas nuevas búsquedas me pregunto: ¿a cuenta de qué pedía Solano en su twitter a los músicos sabaneros explorar y fusionar? ¿Tiene el idea de lo que en este sentido han hecho los músicos del resto del caribe colombiano y en particular los sabaneros?

La pelea que Solano pregonó en su twitter no ha existido entre los músicos, pues los de un estilo se han alimentado del otro estilo, enriqueciéndose ambos, a través de la historia. Los músicos del resto del caribe colombiano, principalmente los sabaneros, sólo han querido que se respete y se valore en su justa medida su música y es en este sentido que han sido escritas canciones como: No Soy Enemigo del Vallenato de Pablo Flórez Camargo, El Engaño y La Diferencia de Adolfo Pacheco y Aquí Está el Magdalena de Julio Erazo. Estas canciones o sus declaraciones en busca de esta reivindicación no deben catalogarse como belicosas ni resentidas, sobre todo porque en su mayoría no han sido dadas en términos desobligantes ni siquiera con ocasión de los encuentros del Cluster vallenato que término por definir el Plan Especial de Salvaguardia de esta música hoy declarada patrimonio. PES que no cumple con el mínimo de hacer una pedagogía esclarecedora y bien orientada que de una vez por todas desbarate la pretensión de que desde la región de la Provincia de Padilla se extendió la música de acordeón al resto de la costa caribe y, por tanto, las otras músicas son derivadas de la vallenata. El vallenato sabanero no existe, existe la música sabanera que bien puede interpretarse en acordeón o no. El vallenato bajero o del valle del río Magdalena, probablemente si exista, pero no como una variante del de Valledupar puesto que fueron quienes abrieron el camino de esta gran música e incluso ayudaron en gran medida a definir el estilo de este último.

Un poco más de respeto con la diferencia y de cuidado y certeza en las declaraciones.

 

Luis Carlos Ramírez Lascarro 

 

Sobre el autor

Luis Carlos Ramirez Lascarro

Luis Carlos Ramirez Lascarro

A tres tabacos

Guamal, Magdalena, Colombia, 1984. Historiador y Gestor patrimonial, egresado de la Universidad del Magdalena. Autor de los libros: La cumbia en Guamal, Magdalena, en coautoría con David Ramírez (2023); El acordeón de Juancho (2020) y Semana Santa de Guamal, Magdalena, una reseña histórica, en coautoría con Alberto Ávila Bagarozza (2020). Autor de las obras teatrales: Flores de María (2020), montada por el colectivo Maderos Teatro de Valledupar, y Cruselfa (2020), Monólogo coescrito con Luis Mario Jiménez, quien lo representa. Ha participado en las antologías poéticas: Poesía Social sin banderas (2005); Polen para fecundar manantiales (2008); Con otra voz y Poemas inolvidables (2011), Tocando el viento (2012) Antología Nacional de Relata (2013), Contagio poesía (2020) y Quemarlo todo (2021). He participado en las antologías narrativas: Elipsis internacional y Diez años no son tanto (2021). Ha participado en las siguientes revistas de divulgación: Hojalata y María mulata (2020); Heterotopías (2022) y Atarraya cultural (2023). He participado en todos los números de la revista La gota fría: No. 1 (2018), No. 2 (2020), No. 3 (2021), No. 4 (2022) y No. 5 (2023). Ha participado en los siguientes eventos culturales como conferencista invitado: Segundo Simposio literario estudiantil IED NARA (2023), con la ponencia: La literatura como reflejo de la identidad del caribe colombiano; VI Encuentro nacional de investigadores de la música vallenata (2017), con la ponencia: Julio Erazo Cuevas, el Juglar guamalero y Foro Vallenato clásico (2016), en el marco del 49 Festival de la Leyenda vallenata, con la ponencia: Zuletazos clásicos. Ha participado como corrector estilístico y ortotipográfico de los siguientes libros: El vallenato en Bogotá, su redención y popularidad (2021) y Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020), en el cual también participé como prologuista. El artículo El vallenato protesta fue citado en la tesis de maestría en musicología: El vallenato de “protesta”: La obra musical de Máximo Jiménez (2017); Los artículos: Poesía en la música vallenata y Salsa y vallenato fueron citados en el libro: Poesía romántica en el canto vallenato: Rosendo Romero Ospino, el poeta del camino (2020); El artículo La ciencia y el vallenato fue citado en la tesis de maestría en Literatura hispanoamericana y del caribe: Rafael Manjarrez: el vínculo entre la tradición y la modernidad (2021).

@luiskramirezl

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