Cine

Clint Eastwood: el último gran clásico del siglo XX

Edgar Ayala

31/05/2022 - 04:45

 

Clint Eastwood: el último gran clásico del siglo XX
El actor y cineasta Clint Eastwood / Foto: créditos a su autor

 

Clint Eastwood es cine en estado puro. Su naturalidad a la hora de interpretar, sin incurrir en las sobreactuaciones que otros cometen al cumplir años, así como su concepción del Séptimo Arte, ya han pasado a la historia.

Con sus antecedentes de frío pistolero o duro inspector Callahan, pocos podrían pensar que terminaría convirtiéndose en uno de los mejores cineastas de la historia. Éste es Clint Eastwood y ésta su carrera cinematográfica tras las cámaras.

Muchos consideran a Clint Eastwood como el último gran clásico que ha dado la industria cinematográfica. Comenzó en este mundo protagonizando "spaghetti westerns", tras la notoriedad adquirida en la teleserie Rawhide.

Sergio Leone lo dirigió en una serie de tres películas, conocida como "la trilogía del dólar" (Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio, y El bueno, el feo y el malo). Allí aprendió a generar tensión combinando largos planos secuenciales con planos cortos de la cara de los actores, recurso que Leone empleó a lo largo de toda su filmografía.

Sin embargo, su mayor influencia llegó de la mano de Don Siegel, con quien coincidió en La jungla humana, Dos mulas y una mujer, El seductor, Harry el Sucio y Fuga de Alcatraz. De él aprendió la meticulosa puesta en escena y la elegancia en los encuadres.

Su ópera prima como director fue Escalofrío en la noche, de 1971. Se trata de un buen film de suspense, plagiado de una manera casi descarada por Adrian Lyne años después. El film en cuestión fue la célebre Atracción fatal, muy inferior a la película de Eastwood, pero extrañamente celebrada y reconocida (llegó a estar nominada a los Oscar en seis candidaturas).

En 1973 regresó al género que le había hecho famoso, el western, dirigiendo y protagonizando Infierno de cobardes, con claras alusiones al cine de Leone, pero otorgando un matiz de corte fantástico en su tramo final. Ese mismo año estrenó Primavera en otoño, posiblemente la película menos conocida de toda su carrera. Contó con el estelar William Holden para el papel principal y narraba una historia de amor muy poco convencional entre un hombre maduro (Holden) y una joven hippy. 

Dos años después volvió a dirigirse a sí mismo en Licencia para matar, donde recuperaba uno de sus roles más típicos de tipo duro, encarnando a un asesino a sueldo que utilizaba el alpinismo a modo de tapadera, para cumplir su misión.

Durante los siguientes diez años, Eastwood realizó películas como El fuera de la ley, Ruta suicidaBronco BillyFirefoxImpacto súbito o El sargento de hierro, películas orientadas a contentar a aquellos seguidores que lo veían como el hombre más duro de Hollywood. 

Pero entre tantas aventuras, puñetazos y frases lapidarias, Eastwood sorprendió con una de sus películas más personales: El aventurero de medianoche. Resultó un fracaso en los cines, a pesar de la buena acogida que recibió por parte de la crítica occidental y europea. El paso del tiempo fue el que la puso en su sitio. Actualmente hay un reconocimiento generalizado hacia este film, no sólo en las labores de dirección, sino también en la magistral interpretación que Eastwood llevó a cabo de un fracasado y enfermo músico de country, que buscaba desesperadamente una última oportunidad.

En 1985 llevó a cabo uno de los mejores westerns de la historia de este género: El jinete pálido. En él se adivinaban ciertas influencias de uno de sus primeros trabajos, Infierno de cobardes, sobre todo en el aura de misterio que rodeaba al protagonista, un frío y despiadado pistolero interpretado de forma sublime por el propio Eastwood.

Al igual que en el film de 1973, aparecían elementos biblícos, venganzas y un particular sentido de la justicia, con un personaje central que se encuentra por encima del bien y del mal. Asimismo Eastwood ofrece su particular homenaje a Hasta que llegó su hora, de Sergio Leone, en concepto de vestuario.

Tres años después volvió a demostrar sus gustos musicales, algo que ya había dejado patente en la antes mencionada El aventurero de medianoche. En esta ocasión se trató de un biopic sobre el saxofonista de jazz Charlie Parker, muy bien interpretado por Forest Whitaker. El film obtuvo el Oscar a mejor sonido y muchos lo consideraron como la mejor película sobre el Jazz jamás realizada.

Siguiendo con las biografías, Eastwood realizó una versión, tan libre como brillante, de lo sucedido durante el rodaje de La reina de África en Cazador blanco, corazón negro, encarnando a un personaje basado claramente en el mítico John Huston. Ese mismo año, 1990, estrenó un film menor de carácter policíaco, junto a Charlie Sheen y Raúl Julia: El principiante.

Los noventa fueron para Clint Eastwood la confirmación del gran genio que llevaba dentro. En 1992 llegó el que para muchos es el mejor western jamás concebido para el cine: Sin perdón. Obtuvo el reconocimiento de la Academia de Hollywood con cuatro Oscar de los denominados importantes: película, director, actor de reparto (Gene Hackman) y montaje.

Un año después deslumbró con su thriller intimista Un mundo perfecto, protagonizado por Kevin Costner y al año siguiente llevó a cabo una de las mejores historias románticas que se recuerdan: Los puentas de Madison, con Meryl Streep.

Antes de terminar la década filmó otras tres películas de calidad como Poder absoluto (junto a Ed Harris y Gene Hackman), Medianoche en el jardín del bien y del mal (con John Cusack, Jude Law y Kevin Spacey) y Ejecución inminente (compartiendo cartel con Isaiah Washington y James Woods).

Uno de los puntos importantes que demuestran el salto de calidad de Eastwood en los 90 son los elencos con los que trabajó. Contó con muchos actores de primera línea y todos ellos, tras su experiencia en los rodajes, coincidían en lo mismo: Clint Eastwood efectúa encomiables trabajos con sus intérpretes.

Sabe qué necesita de cada actor y cómo sacar lo mejor de él. Ello deviene en grandes interpretaciones, lo que confiere a sus películas ese sello de clásico, aquel cine en que el talento de actores, guionistas y director era mucho más importante que cualquier tipo de efectos especiales.

 

Edgar Ayala

@Vikingoforerver

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