Opinión
El imperio de la mezquindad
Valledupar está creciendo. Poco a poco desaparecen sus características de ciudad bucólica, rural. Algunas transformaciones físicas y la prestación de nuevos servicios, empiezan a otorgarle un ambiente más urbano. Su conexión con el resto del mundo y los avances tecnológicos son más fuertes, ahora ofrece unas formas de vida menos rudimentarias y provincianas.
Hoy su aeropuerto brinda más vuelos hacia Bogotá y Barranquilla, que son el eje del país y el Caribe, respectivamente. Cuenta con tres centros comerciales y van a construir otros. Tiene más hoteles, restaurantes, cafeterías, supermercados, heladerías, bares, discotecas y prostíbulos. Los conjuntos cerrados, los edificios y las casas de campo, han aparecido como el nuevo tipo de vivienda. Por sus calles se ven más taxis, buses de servicio público (la mayoría desbarajustados), carros y sobre todo motos, motos irresponsables, desbocadas, locas.
No obstante, el crecimiento de Valledupar ha sido aturdido, descontrolado y peligroso, pues ha afianzado algunos problemas que existían y ha originado unos nuevos. La inseguridad ocasiona cada vez más pánico, los servicios de Emdupar tienen muchas inconsistencias, el transporte público no se ajusta a la expansión de la ciudad, la movilidad es caótica en ciertos sectores, hay muchas calles llenas de huecos, la cultura ciudadana es insípida, el servicio de salud es deficiente, no hay las suficientes fuentes de empleo y han aumentado las invasiones.
Así es, Valledupar crece y sus problemas también. Las autoridades públicas y la ciudadanía (que finalmente elige a sus dirigentes) no han tenido la inteligencia para proyectar a la ciudad de forma organizada, integral y progresiva. Hay quienes dicen que Valledupar es una de las ciudades mejor planificadas del país, claro, en teoría y en algunos aspectos de infraestructura puede que lo sea, pero cuando se analiza su realidad de una manera armónica no es difícil descubrir las dificultades económicas, sociales y culturales que se han ocasionado por no definir y construir con seriedad el camino para llegar a un desarrollo sostenible.
Da dolor ver cómo cada alcalde intenta instituir su propio modelo de ciudad, dejándose llevar de la mezquindad, la dejadez y el egocentrismo. Todos pretenden con egoísmo dejar su sello, solo se preocupan por marcar su nombre o su lema en las pocas obras que realizan. Nada les importa construir una ciudad a largo plazo, una ciudad que no dependa del pie con el que se levanten sino de un plan claro, consensuado, sensato y que cumpla con los requerimientos técnicos que permitan su realización en el tiempo.
Por su historia, actualidad y geografía, Valledupar debe ser enfocada como una ciudad cultural, turística, ecológica, universitaria y moderna. El tiempo todavía ofrece la oportunidad para enderezar el camino, la gente debe requerir y participar en la elaboración de un proyecto de ciudad serio y los mandatarios deben dejarse de envidias, complejos y disputas inservibles. Basta de mirar tanto por el retrovisor y sacar tanto los trapitos sucios, llego la hora de dejar de trabajar sin un rumbo fijo y sin continuidad: Valledupar no puede seguir siendo una cometa loca.
Carlos César Silva
@CCsilva86
Sobre el autor
Carlos Cesar Silva
La curva
Carlos César Silva. Valledupar (Cesar) 22 de noviembre de 1986. Abogado de la Universidad Popular del Cesar, especialista y magister en Derecho Público de la Universidad del Norte. En el 2013 publicó en la web el libro de artículos Cine sin crispetas. Cuentos suyos han sido publicados en las revistas Puesto de Combate y Panorama Cultural. Miembro fundador del grupo artístico Jauría. Cocreador del bar cultural Tlön.
1 Comentarios
De acuerdo. AsÍ como vamos hay que cambiarle el nombre a la ciudad, ya no será Valledupar sino, ciudad ANOMIA
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