Opinión

Los niños que dirigen la izquierda en Colombia

Uriel Cassiani

12/06/2017 - 09:10

 

 

Es una premonición a voces: ese sueño de un país justo y equilibrado, volverá a aplazarse, por lo menos no empezarán a sentarse sus bases con un triunfo en las elecciones presidenciales de 2018; aquellos que creemos en la utopía, despertaremos con una nueva frustración.

Se volverá a deshacer el sueño antes nuestros ojos, se consumirá bajo el fuego que alimenta la vanidad de los líderes de izquierda. Cada uno se asume como un mesías. Es sospechoso que lo hagan porque es una de las críticas que hacen al señor Uribe Vélez. Hablan del dolor que les producen los millones de desposeídos que deambulan en las principales ciudades del país. De los niños que mueren por no tener algo básico como los alimentos. De los que no tienen estudios o asisten a lamentables escuelas, y terminan como sus padres hundidos en el lodazal. De los muchachos que viven la vida solo para pagar cuotas de Icetex.  De la madre que ve morir a su hijo por simple inasistencia hospitalaria. De los ríos y manantiales destruidos por la fiebre del oro que parece interminable. De las selvas y bosques que dejarán de serlo porque se llevan las fábricas a sus árboles. De la gente que no puede salir de sus casas porque la delincuencia los acorrala. De los innumerables carteles que esquilman sin conmoverse en lo público y lo privado. Mentira, nada sienten.

A la izquierda en el fondo nada le duele, con velada hipocresía puede estar actuando. En eso la derecha por lo menos nos deja en claro su rancia honestidad: No le gusta que se les reconozcan derechos a las minorías, nutre de manera sistemática el racismo y la discriminación; son abiertamente homofóbicos, adoran la sangre derramada, siempre y cuando sea la de los más humildes.

A los líderes de izquierda, advierto, no les duele el país, lo de ellos es farsa pura. A ellos lo que les interesa es detentar el poder, y quedar en los libros de historia como hombres o mujeres que un día se sentaron en el solio de Bolívar. Los niños que dirigen la izquierda en Colombia, asumen la realidad como un macabro juego que pareciera estar sucediendo en otra tierra. Bueno, les refresco la memoria, los millares de muertos, los miles de lisiados, los millones de desplazados cuya voz se desvanece entre el polvo y el olvido. La gente que no sabe que van a desayunar sus hijos cada mañana, que espera una respuesta a sus imparables males. Están frente a sus ojos. Creo que, si Petro, Fajardo, Robledo y Claudia, llevaran en sus corazones y propósitos a los millones de miserables que despiertan sin esperanza en todas las regiones del país, ya hubiesen establecido una fórmula que les permitiera unificar alrededor de ellos a un pueblo que con los ojos abiertos mira el futuro.

No hay justicia cuando no comprenden que están frente a un suceso que transformaría desde la base la historia del país, ganar en franca lid la presidencia de la república, ganarla para el pueblo. Uno puede entender la tranquilidad de esos líderes de izquierda que van de un lugar a otro en sus camionetas blindadas, con sus vidas a salvo en muchos sentidos, sus hijos desconocen el significado real de la palabra hambre. Uno puede comprender sus desavenencias dentro del marco de la patria boba, hoy la izquierda boba. Uno no puede escuchar a Robledo afirmar que con Petro no va ni a la esquina, y no dudar de su inteligencia científica, o escuchar a Claudia López afirmar que la izquierda no requiere unidad, es una ingenuidad clásica de uno de los pocos humanos que fustiga con verdad y en la cara al patrón de una Colombia oscura. Uno puede sentir la frialdad de Fajardo que parece estar siempre mirando hacia otro lado, y Petro, ése que siempre tiene postura de sobrio señor, en el que de seguro millones de colombianos tienen su esperanza de cambio depositada; en muchas ocasiones ha demostrado que lo gobierna el orgullo.

El pueblo reclama de sus líderes de izquierda, sensatez, entereza, ponderación, y alto criterio a la hora de decidir sobre el destino social de la próxima vigencia presidencial. Hasta ahora los muchachos de las Farc observan, juegan su propio ajedrez, al país tal vez ha sorprendido la serenidad con la que asumen la realidad política. Comprendo que cada acto, cada acción puede estar encaminada a desactivar el odio que, contra ellos, les inocularon a los colombianos, a veces merecido, a veces no. Los presidenciables de izquierda hacen cálculo para quedarse con la nominación. Mientras ellos disputan la derecha con el hombre de las casas y las carreteras está en sus marcas. Y por otro lado las personas madrugan, rebuscan, buscan empleo, preguntando al cielo cuando llegará el día en que pare ese suplicio de no tener futuro.

Los niños que dirigen la izquierda no pueden comprender que en el fondo está la vida cotidiana del pueblo, de la gente sencilla que sufre mientras ellos juegan a la política.   

 

Uriel Cassiani

@CassianiUriel

Sobre el autor

Uriel Cassiani

Uriel Cassiani

Garras de leopardo

Poeta y escritor, gestor cultural, activista social y humano de las comunidades afros. Representante Legal de la Corporación Socio Cultural de Afrodescendientes Ataole, que agencia proyectos pedagógicos, culturales, artísticos y productivos en el Caribe Colombiano. Cofundador del Taller literario Mundo Alterno (2001), Integrante de los talleres de poesía Luis Carlos López (2001) y Siembra (2002).

En 2010 publicó Ceremonias para criaturas de Agua Dulce. En 2011 publicó el poemario Alguna vez fuimos árboles o pájaros o sombras. Editorial Pluma de Mompox. Entre sus trabajos inéditos están los libros: Dosis personal (Poesía) Música para bandidos (Novela) Las fugas probadas de la memoria (Cuentos). Un Brebaje para Orika (Novela).

@CassianiUriel

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