Otras expresiones
Con sus palmas caladas y sus fotografías de ayer
El escenario no pudo ser mejor: una de las conocidas casitas de Bahareque que está en la calle catorce. Allí, el olor del pasado se mezcla con las fragancias de lo actual. Así cómo sus paredes añejas están reparadas y pintadas con materiales frescos, los visitantes al evento inaugural, variaban entre aquellos que conocieron en carne viva ese Valledupar de los retratos, y los que no podían creer los cambios del paisaje en aquellos y estos días.
Quizás esa era la cara más visible del tufo mágico que tuvo la noche. Tanto así, que en momentos, los mayores podían verse tan inmersos en sus anécdotas y recuerdos que el tono de su voz junto al sonido de sus carcajadas se elevaba como en aquellas tardes de gallarda mocedad.
El color de la noche acompañó la simpleza perfecta de un singular acontecimiento. Propios y extraños indagaban sobre la procedencia de los retratos; esa imagen misma de las miradas curiosas que hurgaban en los cuadros, era digna de ser expuesta.
Da gusto deleitar la pupila con el murmullo inquieto de los asistentes a un suceso nuevo para ellos. Esos que ignoraban que podían pasar un buen rato colgados en el pasado. Congelados en un cuadro surrealista que logra traer a nuestros días ese “viejo Valledupar”
Este tipo de oportunidades, así como otras ofrecidas por la fundación Aviva, están enmarcadas dentro del Mes del Patrimonio Cultural, llevado a cabo durante todo septiembre de este año. Con ellas se intenta refrescar la memoria colectiva. Solo así se permite dejar en las nuevas generaciones, esa semillita que no les consienta olvidar su pasado. Una tarea difícil que parece encontrar obstáculos superables. Sobre todo si se miran con los ojos necios del que tiene paciencia y cree en un proceso existente de reeducación. Es complejo dejar de lado el rótulo de ajeno o intocable que parece portar consigo el término cultura.
Aparte del romanticismo, a veces cursi, que tiene el hecho de reunir personajes y memorias del pasado; esta exposición tiene la capacidad de intervenir de forma directa en la psiquis de sus visitantes. En ella está la oportunidad irrepetible de capturar la atención de los que la recorren y entienden que tienen por lo menos, una acción en esa sociedad anónima que es el pasado. Encarnando ese pretérito en su alter ego actual: el Patrimonio Cultural.
Sobre el autor
Pepe Morón Reales
Habemos PepeM
La Paz (Colombia, 1984). Después de interrumpir su carrera de medicina en la ciudad de Barranquilla, viajó a Bogotá a estudiar comunicación social. Ahí descubre su gusto por el teatro y comienza a introducirse, de a poco, en el mundo de las tablas. En el año 2007 se radica en Buenos Aires para formarse como periodista y combina su aprendizaje histriónico con su fascinación por la literatura.
En el 2009 participa en el concurso de Argentores y Metrovía y abre su primer blog donde intenta mostrar algunos de sus trabajos. A mediados del mismo año comienza a escribir Muerte De Cruz, su primera novela y la publica a finales de 2010.
Los años siguientes se vinculó con Gramática Comunicaciones, encargados de redactar los suplementos de Pymes y arquitectura de los diarios Clarín y Nación.
En el año 2012 se radica nuevamente en Colombia y ahí se prepara para el lanzamiento de su segundo libro llamado El Juego del Ahorcado.
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