Ocio y sociedad
El tintico, un lugar al aire libre para saborear el café
El café va íntimamente ligado con la vida del vallenato. Pocos minutos después de levantarse el café ya se convierte en un ritual, que puede ir acompañado de la arepa o la empanada (según los gustos de cada uno) y de un buen paseo.
Luego, el termo garantiza que ese placer se traslade a otros escenarios y otros momentos estratégicos del día: en la oficina, en el carro, la esquina, cualquier sitio mientras ese café se mantenga caliente y sabroso.
Visto de ese modo, el café es un elemento fundamental de la vida diaria en el Cesar y el empresario Gilberto Grajales lo entendió perfectamente. Con poco más de 6 meses en activo, su negocio “El tintico” se ha convertido en una de las mayores atracciones del Parque El viajero en Valledupar.
Faltaba un lugar para saborear el café, sentarse y conversar, y Gilberto lo creó con unos medios inusuales: un carro todoterreno convertido en un maquina suministradora de café. Pero no cualquier café: el suyo es uno de los más sabrosos del país, viene del eje cafetero y lo muele cada mañana para garantizar así a sus clientes un café fresco y aromatizado.
La idea le surgió hace ya tiempo cuando trabajaba para una empresa parecida en Pereira llamada Móviles del café. Sintió que podía tener mayor acogida en una ciudad como Valledupar, donde la costumbre del café está bien arraigada pero escasean los locales que permiten saborearlo. Así es cómo se trasladó y lanzó su idea.
El resultado: un carro colorido que llama la atención, un lugar estratégico y una clientela maravillada por ese trato personalizado que Gilberto se empeña en ofrecer. Según él, el café es una bebida que puede adaptarse a los gustos y, por eso, se debe escuchar atentamente las expectativas del cliente.
Gilberto se deleita hablando del café. Es un conocedor apasionado y, para él, representa mucho más que una bebida: es un momento del día, una conversación, unos sorbos mágicos, un descanso bien merecido. En resumidas cuentas: una experiencia que hay que cuidar y convertir en algo inolvidable.
Por ese motivo, además del típico “tintico”, Gilberto ofrece licores para mezclarlos con el café y darles un toque distinto. En eso consiste el “carajillo”. Entre los licores, el que mayor éxito tiene es el brandy Domenec (que no llega a Coñac, pero tiene un sabor único). Las mujeres se decantarán más por el Baileys, más dulce y cremoso.
Cuando le preguntamos algunas anécdotas insólitas, Gilberto nos sonríe. “Al principio, la gente usaba el mezclador como pitillo y, entonces, el café siendo tan caliente, la gente se quemaba –explica–: A mí me daba pena y les explicaba que, aunque tuviera la forma de un pitillo, sólo era para mezclar”.
En otras ocasiones, la gente se extrañaba con el carro: “¿Y funciona? Me preguntaban los clientes. ¿Y cómo lo lleva? ¿Lo empuja? ¿Lo arrastra?”, añade el dueño de El Tintico con una carcajada.
Pero lo más sorprendente vino de unos papás quienes se acercaron con un paso lento y le preguntaron: “¿Cuánto cobra usted para pasear a mis hijos por el parque en su carro?”. Gilberto no pudo responder en ese momento, pero ahora se lo plantea con otra sonrisa: “¡Eso puede ser un nuevo servicio en el futuro!”.
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