Música y folclor

Anécdotas de Juancho Polo en mi pueblo: Santa Ana (Magdalena)

Gustavo A. Carreño Jiménez

02/05/2024 - 05:20

 

Anécdotas de Juancho Polo en mi pueblo: Santa Ana (Magdalena)
Juancho Polo Valencia, gran juglar del Magdalena / Foto: Créditos a su autor

 

“Yo me crié en una región de verdes cañaverales
de gemidos de trapiches y relinchos de caballos
y de muchachas bonitas cual tardes primaverales
tierra alegre de acordeón de fiesta y riñas de gallos

Y de muchachas bonitas cual tardes primaverales
tierra alegre de acordeón de fiesta y riñas de gallos.

(…) Ya no se escuchan trapiches ni caballos ni acordeones

ya no cantan sus mujeres en noches plenilunares

Ya no canta Raúl Parodi, ni Vásquez ni Chema Gómez

que cantaron la belleza de esa tierra inolvidable”[1]

De igual manera, se apagó para siempre la voz, versos y vivencias de Juancho Polo Valencia en mi natal Santa Ana, población frecuentaba permanentemente en sus correrías juglarescas, dejando sembradas anécdotas que muchos coterráneos conservan vivas en su memoria. Juan Manuel Polo Cervantes, su nombre de pila, es uno de los más grandes cultores de la música de acordeón en la costa Caribe colombiana, autor clásico, icónico, los estudios sobre su obra y vida musical están en permanente revisión, interpretación y reinterpretación histórica, musical, cultural, filosófica y literaria.

Para “el respeto del Magdalena”[2], gran “gallo de punta aguda”[3] como se autodenominaba, la zona hace parte de una vastedad territorial predilecta en la que no se sentía ni lo consideraban forastero, más bien era un nativo más de los pueblos en los que andaba errante y de visita con su amigo inseparable, el acordeón.

Ser “anfibio”, tal y como magistralmente lo estudió Fals Borda, haber nacido en Cerro de San Antonio, en la margen izquierda del río grande de la Magdalena, fue un motivo de inspiración plasmada en muchas de sus obras, que en cierta medida son la vida de un “hombre hicotea”[4] cargado de muchas afujías, angustias y privaciones, pero el arte y la música fueron su caparazón que le permitió resistir y ser resiliente para andar los caminos de la vida.

En “La niña Mane” hace reconocimiento al río Cauca y sus gentes, recientemente detallado por Álvaro Rojano[5], gran investigador de este portal. Otros cantos explicitan homenajes, al rio Manzanares (“Las aguas del Manzanares”); rio Badillo (Moralito) y Bahía de Santa Marta (“La Bahía de Santa Marta” y hay muchos más.

Recorrió la zona el bajo Magdalena, desde El Banco hasta su desembocadura en el mar, pasando por Guamal, San Zenón, Pinto, Santa Ana, Plato, Tenerife, Pedraza, Ariguaní, Salamina, Zona Bananera, Remolino, San Ángel, Cerro de San Antonio, su tierra natal, Sitio Nuevo, Chibolo, Fundación, El Reten y Granada entre otros.

Por el occidente, en Bolívar, al otro lado del río, visitaba pueblos como Magangué, Mompox, Talaigua, Altos Del Rosario, San Martín de Loba; y por el Cesar, en medio de la depresión Momposina, El paso, Chiriguana, Chimichagua, Gamarra y Tamalameque, entre otros.

Juancho convirtió su vida terrenal y experiencia vital en forraje textual, cultural y filosófico de su prolija obra musical, llena de mundo campesino, amores y desamores, alegorías, metáforas, alusiones bíblicas y metafísicas, oníricas, alegrías y tristezas, ficciones, imaginación y delirios muchas veces en estados de sobriedad, pero también de ebriedad.

Solía andar errante por Santa Ana, su figura por las calles y pretiles o pisos pulidos de las casas a la usanza de la época me recuerda a Diógenes de Sinope deambulando por  las calles de Atenas, el célebre cínico discípulo de Antístenes, quien a su vez fue pupilo de Sócrates. Polo Valencia con mucha frecuencia deambulaba por las  calles polvorientas del Santa Ana de ayer como Diógenes en Atenas, dormía en las calles, no en tinajas, si no en pretiles, provisto casi siempre de su inseparable sombrero y su entrañable acordeón.

Ese fue su mundo de vida errabunda, empedernido, bohemio, callejero, peleonero, mujeriego y bebedor, vivió sin convencionalismos sociales, humilde y sencillo. Nadie se metía con él, conociendo su grandeza y talento de ángel caído de cielo por las tragedias de su existencia.    

De mi niñez recuerdo cierto día a muy tempranas horas, al salir a la terraza de mi casa veo justo en el pretil de mis vecinos de enfrente, la familia Royero serpa, la figura de un señor ya mayor de edad, al lado tenía su acordeón, su infaltable sombrero y una botella de ron caña. En el momento no indague  quién era la persona, lógicamente la estampa del viejo músico me quedó grabada.

En el transcurso del día, por cierto, de concentración de cuerdas de gallos, escuché de un desafío en la gallera central que estaba justo al lado del colegio de primaria de mi maestro Don Rafael Jiménez Altahona, diagonal a la casa de las hermanas Masón. Unos de los desafiantes era Cristóbal Passo Molina, reconocido acordeonero oriundo de Plato (Magdalena), radicado en el Santa Ana, mi pueblo lo acogió como un hijo más.

El otro desafiante era el viejo borracho que había visto reposando su larga pea en el pretil de mis vecinos. Ya reposado y con la misma vestimenta tocaba con los músicos de su contrincante, al anunciarlo en la gallera vine a conocer quién era, se trataba ni más ni menos que del señor Juancho Polo Valencia, gran juglar del Magdalena. Esa tarde tocaron todos los ritmos, versearon, improvisaron, la afición se gozó la parranda tributando aplausos a ambos músicos, alzado en hombros a Juancho Polo, ganador indiscutible de la piqueria[6].

Enrique Royero Serpa, gestor cultural de Santa Ana en una semblanza que escribió sobre Passo Molina recuperó esta otra anécdota de Juancho Polo en nuestro poblado, relata en sugestiva prosa el episodio de Juancho en el pretil de la casa de la señora Rosa pacheco donde reposaba una de sus “Inmarcesibles peas”, “placidez que fue interrumpida por la visión de una imponente y robusta mujer, la turca Miriam Eljaude, entonces estudiante del Colegio María Auxiliadora, aquella esbelta mujer lo estremeció. Sin medir consecuencias la abrazó y le estampó un beso en la mejilla, en principio el asombro rápidamente pasó a una rabia cercana al llanto, ¿cómo era posible que un borracho arrastrao se hubiera atrevido a tanto?; a lo que el Maestro contestó: "Niña, no sabes quién te ha besado... Cuántas mujeres dieran lo que no tienen por un beso de Juancho Polo y riéndose se volvió a tirar en el piso retomando el sueño”[7].

El coleccionista de antigüedades Osvaldo Medina me comenta este detalle poco conocido en una de las estadías de Juancho en Santa Ana, siendo testigo ocular de aquello. Luego de hacer el recorrido por la calle de la albarrada, entonces “gran tarima-fachada del pueblo”, andaba trashumante con sus músicos cuando el afamado acordeonista sube por la empinada que iba del hospedaje de Guillermina Ospino al puesto de salud, caminaba con grupo de personas, en medio de la subida alguien le coge las nalgas a Juancho, esto despertó su descontento, no sabiendo que el culpable de semejante irrespeto era su propio hermano, un joven mucho menor que él[8].

Termino con este otro episodio en Mompox, al otro lado del río, el guitarrista José David Aguilar[9], mi primo, me comentó está anécdota hermosa de Juancho Polo, compartida junto a otro portentoso Juglar, Alejandro Durán. Acabada la presentación musical tipo 5 de la mañana en una caseta en “la tierra de Dios” donde los tres coincidieron, José David y Alejo dialogaba cuando de repente se acerca Juancho molesto por que Alejo había grabado “Alicia adorada” obteniendo un éxito rotundo y suponía que le había robado la canción.

Con la serenidad y aplomo que caracterizaba a Alejo este le contesto a Juancho muy tranquilo “ve Juancho esa canción es tuya, yo la grabé y está a tú nombre, así que tranquilo, prepárate, te llegarán muchos chivitos por regalías”, la emoción invadió a Juancho quién seguidamente dijo “entonces festejemos, yo mando media de caña”. Juancho desconocía también que “Alicia Adorada” fue uno de los cuatro temas que Alejo presentó resultando ganador en la primera versión del festival de la leyenda vallenata en Valledupar en 1968, un poco más adelante la grabaría con autoría de Juancho Polo Valencia siendo el mejor homenaje de un grande a otro grande.         

  

Gustavo A. Carreño Jiménez

 

[1] Canción Hermosos tiempos (1972), autoría de Carlos Huertashttps://www.youtube.com/watch?v=pLsspZBGVjg

[2] Canción “El Provincianito” en alusión al viejo Emiliano Zuleta Baquero. https://www.youtube.com/watch?v=KcQwe96lpoI

[3] Canción “El gallo de punta aguda” en alusión al viejo Pacho Rada. https://www.youtube.com/watch?v=PVORo8jzWcU

[4] Fals Borda, O. (1986). Historia doble de la Costa. Universidad Nacional de Colombia. Banco de la República. El Áncora.

[5] https://panoramacultural.com.co/musica-y-folclor/9820/juancho-polo-para-donde-vas-voy-para-el-cauca-y-regreso-ligero

[6] Carreño Jiménez, Gustavo (2023). Juglares de visita en mi pueblo. https://panoramacultural.com.co/musica-y-folclor/9218/juglares-de-visita-en-mi-pueblo

[7] Royero Serpa, Enrique (2001). Palabras leídas en el homenaje que se le rindiera al gran juglar Cristóbal Passo Molina. Casa de la Cultura Óscar Delgado Campo, Santa Ana (Magdalena), el 10 de julio de 2001.

[8] Testimonio de Osvaldo Medina. Enero de 2024

[9] Testimonio  de José David Aguilar Jiménez, Febrero de 2024

Sobre el autor

Gustavo A. Carreño Jiménez

Gustavo A. Carreño Jiménez

Desmitificando a la India Catalina

Economista, Universidad de Cartagena. Especialista en Gerencia de Proyectos, Universidad Piloto de Colombia (Bogotá). Magister en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Investigador Cultural. Maestro de Ciencias Sociales Distrito de Cartagena de Indias.

@TavoCarJim

1 Comentarios


Arminda Rosa 02-05-2024 07:34 PM

Felicitaciones colega, por ese movimiento lingüístico, colorido y gustoso que ud le da a sus escritos.

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