Cine
El abogado del crimen: elenco fastuoso pero sin alma
Ridley Scott es un fenómeno incontestable del cine moderno. Con un número enorme de títulos a su haber, éxitos como Hannibal o Gladiador, muchos no dudan en presentar al director como una leyenda, aunque otros muchos contestan esa atribución un poco ligera.
Esas contestaciones se deben a las inconsistencias que aparecen en un número importante de sus producciones. El mejor ejemplo lo tenemos en su última película “El abogado del crimen”, basada en un guión del escritor Cormac McCarthy que obtuvo un premio Pulitzer.
Ambientada en el presente, la historia trata de un respetado abogado del suroeste de Estados Unidos que cree que puede involucrarse en el negocio de la droga sin ser absorbido por completo. Pero su decisión no tardará en enfrentarlo con una situación desesperada.
Con un reparto majestuoso que reúne a los actores más prestigiosos del momento en Hollywood, esta película podría ser una producción memorable. De hecho, se beneficia de escenas grandiosas donde vemos cómo el mundo pende de un hilo pero también surgen otras más embarazosas –como la de un cadáver que no tiene relación alguna con la historia– donde la coherencia y la consistencia de la historia quedan cuestionadas.
Brad Pitt y Cameron Díaz, quiénes tienen papeles importantes, nos subliman de entrada por su estilo, su porte, pero poco tiempo después nos dejan con un sabor agrio ya que comprobamos que sus papeles están totalmente desproporcionados en cuanto a diálogos y apariciones en pantalla.
Penélope Cruz solo destaca en su primera escena, pero luego va perdiendo su fuerza, se diluye en la historia para convertirse en un personaje totalmente artificial. Mientras que Michael Fassbender –aunque sepa interpretar su papel y mostrarnos una evolución a lo largo de la historia que impresiona–, desentona con el resto de los participantes, como si solo él pudiera destacarse.
El guión impide que cada una de estas figuras resalten o se expresen en su más alto nivel y favorece los cambios de ritmos que confunden e irritan al espectador.
Se percibe muy claramente cómo el ritmo sube y baja a lo largo de dos horas de una película que avanza por pedacitos, tratando de mantener un misterio. Entendemos la intención: el espectador tiene que construir la historia con las conjeturas. Sin embargo, ese esfuerzo no es natural, es casi forzado.
El peor fallo es el guión y el resto de la película trata de reparar o completar el vacío causado por ese guión.
En definitiva, tenemos una película que pasará a la historia como un intento más de sorprender con lo mismo y que dejará a los espectadores la sensación de no haber estado en ninguna parte, ni siquiera en un cine, porque las historias mal contadas se olvidan enseguida.
Alberto Campos
Sobre el autor
Alberto Campos
Cinescrúpulos
Alberto Campos, Valledupar (1976). Sociólogo y Abogado de la Universidad Popular del Cesar. En Cinescrúpulos expone su faceta de crítico y amante del Cine, pero con total independencia. Su fin es alabar las buenas películas y señalar las malas producciones.
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