Opinión
A Colombia la quieren enfermar
“Deja que los perros ladren, Sancho, es señal que caminamos”.
Con una simple observación crítica, el espectador puede inferir que los mandatarios se avejentan más rápido que los ciudadanos comunes y corrientes, como si una extraña afinidad se fusionara entre la práctica del poder y la salud personal, afanada de cobrarle un arancel por ejercer discrecionalmente ciertos trastornos patéticos paridos de: preocupaciones, carga, prepotencia, ineptitud y abuso entre otros.
Tiempos atrás, la teoría Lombrosiana enseñaba que expresos rasgos físicos determinaban al delincuente, hoy casi que es paradigma para los gobernantes, en los que su rostro, a través del tiempo de su mandato se va transfigurando y moldeándose a las circunstancias, pareciera también, que las decisiones políticas y aconteceres rutinarios impulsaran esa distorsión real y observable.
Pero, la codicia del poder a veces es más fuerte que el ideal de vida, muchos de éstos elegidos prefieren hipotecar su salud para pavonearse y subsistir en él, gobiernan legando sus efectos a la salud física, asumiendo presunciones de omnipotencia, como si la mala hora no les fuese a llegar nunca, obligándoles a levantar velas, sin llevarse nada de lo que en vida usufructuaron.
Hay que entender y reflexionar que las enfermedades presentadas en los mandatarios o dirigentes activos, son fenómenos sociales, con dinámica propia y universalidad de la manifestación, que se origina en los mismos procesos biológicos, psíquicos y ambientales del entorno comunitario en respuesta a situaciones políticas, económicas, religiosas o ideológicas.
Para gobernar se requiere de buena salud integral del gobernante y estrecha relación de la laboriosidad y vitalidad, con la ejecución del programa de gobierno, sin embargo; la historia muestra que la enfermedad nunca les ha faltado a los poderosos y también a quienes no lo son, ante ella desfilaron Hitler, Mitterrand, Roosevelt, Kennedy, Chávez, y en Colombia, Núñez, Barco, Turbay, Angelino Garzón, Petro y otros.
Lo grave es que esa condición patógena se trasmite del poder a los subyugados, y entonces se habla de una sociedad enferma no solo físicamente sino también del alma. La quimera que solidariza la enfermedad con alguna trasgresión es tan antigua como reciente, quedando claro que ciertas decisiones erradas que afectaron o afectan el curso evolutivo de la sociedad humana pueden atribuirse sin duda a una seria enfermedad en la sombra, ocultada al gran público sufrida por el vitoreado dirigente de turno.
Está en mora que el Congreso legisle sobre la actuación en caso de detectarse serias anomalías en mandatarios y altos funcionarios del Estado, que precisen dejar el cargo y evitar se ponga en peligro el sistema constitucional y democrático por el deterioro de las necesarias facultades físicas y mentales.
También de un modo evaluativo que interprete la salud general del conglomerado, afectado por absurdas promesas y propuestas de transformaciones sociales que solo han dejado detrimento, hambre y miseria en otras comunidades que sirvieron de chivos expiatorios y que hoy se trasluce a la colombiana, como un virus inoculado muy fácil de propagarse.
Esto nos lleva a reflexionar si el actual mandatario, supera los tests de sanidad garantistas de un correcto direccionamiento de las políticas de Estado y mandato del pueblo, porque es que la duda se creó desde que públicamente se avizoró algo anormal con el control de esfínteres urinarios ante intervenciones públicas, y ahora con los resultados de los desacertados diálogos para la paz y sus nefastas consecuencias, nada raro que sea incapaz de controlar sus otros esfínteres y por lo tanto el ejercicio de conducir a un país al bienestar y progreso general quede también, mal embadurnado.
Alfonso Suárez Arias
@SuarezAlfonso
Sobre el autor
Alfonso Suárez Arias
Aguijón social
Alfonso Suárez Arias (Charalá, 1956). Abogado en formación (Fundación Universitaria del Área Andina en Valledupar). Suscrito a la investigación y análisis de problemas sociológicos y jurídicos. Sus escritos pretenden generar crítica y análisis en el lector sobre temas muy habituales relacionados con la dinámica social, el entendimiento del Derecho y la participación del individuo en la Política como condicionamiento para el desarrollo integral.
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