Opinión

Nuestras costumbres perdidas

Diógenes Armando Pino Ávila

05/06/2015 - 06:00

 

Muestra de tambora / Foto: IV Encuentro Nacional de Investigadores de la Música Vallenata

Heredar de los mayores el amor por la tierra que nos vio nacer es una de las cosas que más marcan la vida de una persona, porque amar al pueblo donde nacimos denota un alto grado de identidad y nobleza de parte del que siente ese sentimiento. Si además de amar a tu pueblo te preocupas por averiguar sus costumbres y tradiciones y además te propones que se practiquen y preserven, te da una dimensión de mayor jerarquía ante tu comunidad pues fungirás como cultor de lo propio, de lo terrígena.

En esta era de las comunicaciones donde Internet marca la tendencia globalizante que homogeniza el pensamiento y promueve el unimismo, donde pueblos y personas pierden su identidad y su cultura vernácula para asumir la corriente impuesta por los centros de poder mundial, se hace perentorio salir a defender esa bella costumbre de antaño, de defender y preservar lo terrígena, de incentivar a las nuevas generaciones a que resignifiquen su propia cultura, su historia, sus costumbres y tradiciones.

Los padres, la familia entera, la escuela, el colegio, en fin, todas las instancias que inciden sobre la educación y formación de nuestros muchachos deben preocuparse por este aspecto y de seguro que el producto final será un joven formado en valores ciudadanos y apto para una convivencia pacífica en sociedad. Será un ciudadano que brindará ejemplo de comportamiento y velará por los bienes públicos, y se preocupará porque su pueblo sea culto y agradable; será un individuo que cuidará su medio ambiente y se distinguirá por el uso de buenas prácticas ciudadanas; será un miembro de su comunidad con sentido de pertenencia y conocimiento de lo propio; será recto en el cumplimiento de sus deberes y cumplidor de su palabra.

Quienes se nutren de un ambiente de costumbres, tradiciones y culturas ancestrales son personas respetuosas y cumplidoras de sus deberes, por tanto defienden el patrimonio tangible e intangible del colectivo; son personas que por el amor a su tierra critican o aplauden las obras o iniciativas gubernamentales que afectan a su pueblo, son personas que reclaman los derechos del colectivo, son personas enteradas de los sucesos que afectan a su comunidad y, por lo tanto, con opinión propia sobre los mismos. Son personas que opinan y actúan sin el cálculo egoísta de aplaudir todo lo que hace el mandatario local por ser de su grupo político o porque espera un contrato o un empleo, estas personas jamás hacen parte del comité de aplausos que halagan y adulan al mandatario local. Antes por el contrario, guardan su independencia de pensamiento y asumen actitudes críticas ante los desafueros de los políticos que medran del erario de los pueblos.

Ser educado en esos valores que cultivaron nuestros mayores debería ser preocupación de todos, tarea de todos ya que así se garantizaría la defensa de lo propio, la identidad con nuestras costumbres y tradiciones lo que a la postre se convertiría en el escudo protector que defendería a los pueblos de aberraciones sociales como la droga y otros males modernos que destruyen las comunidades que no han sabido mantener y defender sus propias tradiciones y cultura.

Naturalmente que se requiere de un gran esfuerzo colectivo que incentive estas prácticas, las cuales deben comenzar por el rescate de las fiestas patronales locales, la difusión de costumbres y tradiciones perdidas, el rescate de ese lenguaje coloquial de los pueblos, los dichos y refranes de nuestros ancianos, la investigación, codificación y difusión de la historiografía de la localidad, el reconocimiento de sus vecinos y familia, y tantas otras cosas sencillas y bellas que practicaron nuestros mayores y que hemos despreciado y abandonado por tanto tiempo.

Criarse en un ambiente de tradiciones y costumbres de nuestros mayores dan la posibilidad,  cuando  toca ser administradores de los bienes públicos, de ser personas honestas y preocupadas por el bien común, pues temen perder el afecto y la consideración de sus coterráneos y sobre todo le produce pavor mancillar el honor de su familia, por tanto se cuidan de dar un paso en falso, un desliz que macule su núcleo familiar y social.  

En el próximo cumplimiento de nuestro deber ciudadano de elegir mandatarios locales, debemos ser cuidadosos al escoger a la persona que regirá los destinos de nuestros municipios y ojalá y sin cálculos politiqueros escojamos una persona que de verdad ame a nuestro pueblo.

 

Diógenes Armando Pino Ávila

Sobre el autor

Diógenes Armando Pino Ávila

Diógenes Armando Pino Ávila

Caletreando

Diógenes Armando Pino Ávila (San Miguel de las Palmas de Tamalameque, Colombia. 1953). Lic. Comercio y contaduría U. Mariana de Pasto convenio con Universidad San Buenaventura de Medellín. Especialista en Administración del Sistema escolar Universidad de Santander orgullosamente egresado de la Normal Piloto de Bolívar de Cartagena. Publicaciones: La Tambora, Universo mágico (folclor), Agua de tinaja (cuentos), Tamalameque Historia y leyenda (Historia, oralidad y tradición).

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