Opinión
Editorial: El archivo de Gabo y la memoria de Colombia
Nuestro Gabo nacional es y será un hombre universal. Su vida en Europa, su exilio y fallecimiento en tierras mejicanas, su obra descomunal traducida a un sinfín de idiomas (incluso el wayúu), y ahora su archivo inaugurado en Estados Unidos, sólo son una simple muestra de ese universalismo.
En la inauguración del archivo de Gabo en la Universidad de Austin (Texas) se reunieron académicos, gestores culturales y especialistas de la obra del Premio Nobel para destacar algunos de los principales ejes de la obra garciamarquiana, desde el periodismo y la literatura hasta el cine.
Pero lo que debe destacarse hoy es el esfuerzo de memoria que se está realizando con uno de los colombianos más famosos en la reciente historia. Y justamente ese esfuerzo de memoria realizado con el escritor fue resaltado en el saludo del presidente Juan Manuel Santos.
“Hoy que Colombia se prepara para dejar atrás más de medio siglo de conflicto interno armado, damos, más que nunca, un valor inmenso a la memoria. La memoria de nuestra historia, de nuestros muertos y de nuestras víctimas, de nuestros procesos de reconciliación, de nuestra verdad, o mejor, de nuestras verdades. Y en ese sentido, registramos maravillados la develación de otra memoria: la artística, la documental, la vivencial, del que ha sido el más grande colombiano de los últimos tiempos: nuestro nobel Gabriel García Márquez.
Y esta memoria se abre a la investigación y conocimiento de académicos, pero también del público en general, en una de las instituciones más capacitadas para albergarla y custodiarla, como es la Universidad de Texas.”
Como lo exigen los tiempos actuales, la memoria ha de ser el referente y la inquietud principal. Con ella, la ciudadanía ha de volver a abrir los ojos sobre lo que ha ocurrido en el pasado reciente, pero sin extravíos ni derivas partidistas. La memoria debe concebirse como una de las principales herramientas para contrarrestar décadas de violencia e intransigencia, y para eso es imprescindible un esfuerzo conjunto de las instituciones democráticas, educativas y culturales.
La memoria empieza por el conflicto, por los relatos de las víctimas y victimarios, y sigue con el rescate de las tradiciones y costumbres perdidas -o a punto de extinguirse-. Para eso, el arte y la cultura pueden aportar mucho.
El ejercicio de la memoria no puede ser político sino civil -no existe otro modo de garantizar una memoria completa, justa e incluyente- y ese ejercicio debe estar apegado a las organizaciones o plataformas culturales. Ellas son, por definición, las depositarias de ese esfuerzo cívico. Como bien dijo la directora del Museo de la Memoria en Medellín a su paso por Valledupar: “La Cultura nos salvará. El arte es un medio muy importante para transformar la cultura. El arte nos une en la diferencia”.
PanoramaCultural.com.co
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