Artes escénicas

Un Festival de danzas tradicionales bajo la lluvia del Caribe

Redacción

25/07/2012 - 11:44

 

Todo estaba listo. En la tarde del martes 24 de julio, el parqueadero sur del Coliseo en Valledupar tenía ya ubicado gran parte de la logística para acoger un grandísimo espectáculo folclórico y miles de espectadores. Pero el tiempo lo quiso de otra manera.

El aguacero que cayó a las 4pm aportó el frescor que la ciudad requería después de varios días de un calor intenso, pero también cambió los planes de los amantes de la danza. Así pues, quienes el día anterior se deleitaron con las primicias de un conversatorio organizado en la Casa de la Cultura tuvieron que esperar a que la lluvia cesara.

Sólo fue a partir de las 8pm que las diferentes agrupaciones invitadas al V Festival Internacional de Danzas Tradicionales pudieron hacer su entrada y, entonces, el público paciente descubrió la belleza de unas danzas que albergan toda la historia de un pueblo. Los grupos Chingalé y Ballet Vallenato se encargaron de abrir el espectáculo con demostraciones de cumbia, bambuco, joropo y mapalé. Todavía lloviznaba y el agua reflejaba los pasos experimentados de los bailarines en el piso.

La magia fue creciendo con la energía de los cuerpos y la hermosura de los atuendos. El folclor colombiano sedujo a  los asistentes y los delegados extranjeros, atraídos por la emoción, tuvieron que dejar de consumir el preciado “Tutti Frutti” para apreciar cada detalle de este festival único.

A la alegría colombiana siguió la voluptuosidad y sensibilidad peruana. La agrupación Pasos Lejanos de la Universidad Cesar Vallejo expuso también un recital de primerísima excelencia con unos bailes influenciados por la cultura europea, indígena y africana.

La elegancia y la sensualidad del vals peruano se impusieron de repente. Unos atuendos flamantes, dignos de las veladas más exclusivas, acompañaban las parejas en sus coreografías sincronizadas y hacía que cada uno de sus movimientos pareciera un gesto majestuoso.

A continuación, el folclor volvió con fuerza y la danza se hizo testigo de las fiestas campesinas del Perú y de los momentos claves de enamoramiento de una pareja. Con atuendos típicos del norte del país, los bailarines recreaban escenas de seducción donde el hombre, siempre incansable conquistar, no deja de cortejar a la mujer y la persigue hasta el último suspiro.

Finalmente, la esencia africana coronó esta muestra peruana con un “destejo” de grandísima calidad. Mujeres y hombres menearon las caderas de manera expresiva y jovial ante una audiencia encantada. El movimiento de los hombros y de la cintura recordaba el mapalé aunque, en comparación con la danza colombiana, esta coreografía era más encorsetada en el espacio.

A este vendaval de emociones latinoamericanas sucedieron las danzas polacas de la compañía “Águilas blancas” de Canadá. Ataviados de vestidos negros e solemnes, los bailarines recrearon una coreografía sobria pero alegre, marcada por las figuras colectivas (más que el fulgor individual), en la cual primaba la formalidad europea.

En las voces de los representantes de esta agrupación vibraba el amor por sus tradiciones y la alegría de poder mostrarlo en un lugar del Caribe –la capital del Cesar– donde la lluvia lo interrumpe todo, absolutamente todo,  menos las más bellas celebraciones.

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