Cine
El dictador, una sátira actual que seduce
Llevaba mucho tiempo sin ver una comedia divertida basada en hechos sociales. Para ser sincero, no logro recordar cuál fue la última y, quizás por eso, cuando vi que el cartel de “El dictador” me dejé tentar de inmediato.
Además, el protagonista –Baron Sasha Cohen– es conocido por haber interpretado personajes cómicos como el rapero, Ali G, o el reportero de la ex-república soviética, Borat, tan famosos en Estados Unidos y el Reino Unido.
Es inevitable pensar que la Revolución de los países árabes y la caída de ciertos regímenes de Medio Oriente el año pasado hayan influenciado el cineasta en grabar la película “El dictador” ya que describe a un dirigente parecido a Gaddafi que acude a las Naciones Unidas para representar a su país ante la comunidad internacional.
La historia empieza a complicarse cuando este estadista se ve traicionado por el hombre que hasta entonces había sido su mano derecha. El dictador es secuestrado, torturado de la forma más sórdida y despojado del símbolo que mejor lo representa: su barba extensa y negra (que también recuerda Ossama Bin Laden).
A partir de ahí, todo se convierte en una comedia imprevisible y llena de estereotipos graciosos. Relegado al nivel de un simple pordiosero o indigente, el dictador promete recuperar su trono e impedir que la democracia llegue a su país.
El hombre se ve obligado a trabajar en un restaurante para volver a entrar en las Naciones Unidas. En ese restaurante conoce a una mujer que, sin ser muy atractiva, lo seduce con su fuerza de carácter.
No les voy a contar más de la historia porque pondría en tela de juicio la intriga y la sorpresa que hacen de “El dictador” un largometraje tan atípico y convincente. Pero lo cierto es que la película aborda temas de la vida real con un humor fino y obliga a reflexionar sobre la perversidad de ciertos círculos internacionales.
El mejor ejemplo es el de la democracia. En esta película se habla de democracia como un sistema impuesto por algunos países y transnacionales con el fin de repartirse los recursos naturales.
Este tema se debate a lo largo de la película desde dos puntos de vista muy alejados y, al mismo tiempo, errados: el de Estados Unidos y Medio Oriente. Sólo al final, el espectador entenderá lo que puede ser un verdadero régimen democrático.
Luego, también llama la atención la descripción que se hace del machismo, las relaciones entre árabes y judíos, el control del pueblo, el rechazo a la injerencia, los discursos populistas y esa costumbre –muy conocida en Irak con Saddam Hussein– de recurrir a los dobles en la vida política para que el dirigente aparezca en diversos lugares a la vez.
Desde el punto de vista técnico la película es sencilla. No despuntan los efectos especiales. Es la actuación de los artistas –todos extravagantes– y la de Baron Sasha en particular lo que hace de esta película una delicia.
Para mí, es claramente la comedia del año. No sólo porque mantiene al espectador enganchado hasta el final, sino porque sabe mostrarse muy inteligente y políticamente incorrecta. Un total éxito.
Sobre el autor
Alberto Campos
Cinescrúpulos
Alberto Campos, Valledupar (1976). Sociólogo y Abogado de la Universidad Popular del Cesar. En Cinescrúpulos expone su faceta de crítico y amante del Cine, pero con total independencia. Su fin es alabar las buenas películas y señalar las malas producciones.
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