Literatura

Los salmos de la sangre o los matices de una enfermedad

Redacción PanoramaCultural.com.co

15/08/2012 - 12:15

 

Portada de Los salmos de la sangreDespués de que hiciera sonar las alarmas sanitarias y morales en los años 90, el Sida se hizo un espacio en la conciencia colectiva. Hoy, puede considerarse un tema casi cotidiano al que nos referimos con símbolos (como el preservativo) y, sin embargo, el trauma de la enfermedad persiste en el relato de la gente que lo ha vivido en primera persona.

Leer “Los salmos de la sangre” (Alfaguara, 2009) de Luis Barros Pavajeau nos induce en ese universo de sutilezas y sentimientos que desaparecen por culpa de los miedos y las etiquetas. Es penetrar en la intimidad de quienes han sido afectadas –por error o simple capricho de un destino inescrutable– y que se esfuerzan en buscar un sentido a la vida.

A modo de historietas o monólogos independientes, el autor nos muestra la experiencia de trece personas que han contraído el virus. La pluma ágil y versátil de Barros Pavajeau recrea los acentos de cada protagonista, sus costumbres, sus dudas y aseveraciones, con una precisión fotográfica.

Los involucrados describen detalles de su vida previa a la enfermedad, el momento crítico del descubrimiento y la posterior asimilación o resignación. Este esquema permite hilvanar unos relatos que sintetizan la esencia de cada ser y divulgan su humanidad.

De entrada, el relato de Sasha nos sobrecoge. Esta mujer que emigra a Bogotá para ganarse un sustento acaba cayendo en la trampa del dinero fácil y del sexo para ordenar su vida y emprender un taller de teatro. Poco después de hacer unos exámenes, se entera de la mala notica, decide buscar consuelo en la iglesia pero sólo recibe los comentarios reprobatorios del cura: “Me soltó uno de los primeros prejuicios que escuché sobre la enfermedad: que aquello era un castigo divino para que enderezara mi vida y me escapara del infierno” (p.28).

Por su lado, Ariadna conoce desde muy temprano la inestabilidad. Sus padres se separan, su hermano cae en la delincuencia callejera, y ella se enzarza en una vida frívola donde los hombres se suceden a un ritmo alto. La noticia del Sida le cae encima como un mazazo y, sin embargo, sabe reponerse. “Cuando supe de la infección se me dio por escribir. Pasaba horas y horas con el lápiz en la mano, picoteando la página en blanco”. (p.56).

A estos casos se suman el de Hermógenes, un homosexual libertino que tiene evidentes problemas para comunicar con su familia y se desahoga con una vida desenfrenada en la calle. O también el de Patricia quien, tras ser violada en su juventud, persigue una vida marcada por el alcohol y el sexo. Al descubrir el diagnóstico, ella trata de reencaminar su existencia: “Creo que ésta es una oportunidad para enfrentar a todos los miedos que lo entorpecen a uno. Ahora vivimos [ella y su marido] la vida segundo a segundo, sin desperdiciarla” (p. 100).

Pero el Sida no tiene que ver especialmente con la miseria o la homosexualidad. Luis Barros logra con algunos relatos ampliar la imagen y mostrar la realidad de otras víctimas de estratos altos y parejas aparentemente normales que no detallaremos en esta reseña para mantener el interés de la lectura hasta el final.

Con “Los Salmos de la sangre”, Luis Barros consigue convertir un escrupuloso y delicado trabajo periodístico en una obra literaria completa y definitiva que bien podría servir en las escuelas o universidades para el estudio sobre los efectos sociales del Sida y de otras epidemias (marginación, etiquetación, reinserción…).

Es una obra que se devora en un instante y que describe, página a página, el verdadero valor de la vida.

Johari Gautier Carmona

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