Literatura
La ventana
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Era martes. Como todos los martes y los jueves, Juliancito, como le decÃa su madre, llegaba del colegio, apurando a su progenitora para que le sirviera la comida, ni siquiera se cambiaba el uniforme, apenas alcanzaba a lavarse las manos, sin lo cual no se le permitÃa sentarse a la mesa.
No importaba cual fuera el menú, si el platillo era de su agrado o no, lo importante era comer lo más rápido posible para colocarse en la ventana que daba a la calle.
VivÃan en un segundo piso, por lo que la vista era inmejorable, los vehÃculos que pasaban no obstruÃan la visibilidad en la acera de enfrente, no se perdÃa ningún detalle de lo que sucediera en ese lugar.
A los cinco minutos para las tres de la tarde, ya estaba instalado en la ventana, esperando impaciente, se llevaba una gaseosa y unos dulces para acompañar la espera.
Dos o tres minutos después de las tres sucedÃa, pasaba ella, una linda muchacha no mayor a los dieciocho años que lucÃa sus atributos, que no eran pocos, siempre cuidadosamente arreglada, generalmente con una mini que dejaba al descubierto sus bien torneadas piernas y una blusa, las más de las veces semi-transparente que dejaba ver dos senos erguidos de un tamaño perfecto para el gusto de Juliancito.
La visión duraba dos o tres minutos, desde que la chica llegaba, recorrÃa toda la acera caminando a paso lento hasta la esquina, dando vuelta a su izquierda donde desaparecÃa.
Juliancito quedaba extasiado contemplando la bella figura de la chica, recorriéndola con la vista, de frente y luego por la espalda, no despegándose de la ventana hasta que la aparición desaparecÃa.
Y esa tarde todo valÃa la pena, se entregaba con gusto a sus tareas cotidianas, incluso las clases de inglés que tanto detestaba las tomaba con filosofÃa y todo era bello, porque la habÃa visto, la aparición se habÃa vuelto la razón de su existencia.
- 2 –
El jueves siguiente la maravillosa visión pasó a las 3:05. Cosa que llenó de angustia al chico, llegó a pensar que ella no vendrÃa y, entonces, ¿qué serÃa de él? Afortunadamente, toda la angustia se esfumó, ella pasó como siempre radiante luciendo inevitablemente esa belleza juvenil que tenÃa al muchacho encantado con solo contemplarla.
Llevaba esta vez unos jeans que resaltaban su figura, parecÃa una princesa, su pelo largo, castaño claro, la hacÃa más deseable, conocÃa cada centÃmetro de su figura y su cara era como de un ángel, un ángel o tal vez un demonio que despertaba todos los instintos de Julián.
HacÃa dos meses que la habÃa visto por primera vez y, desde entonces, su vida tenÃa una razón, no perder la ocasión de contemplar a su amada y desearla cada dÃa más.
Por las noches se acostaba con la firme intención de soñarla, cosa que sucedÃa algunas veces, en uno de esos sueños, ella llegaba en la noche a su recámara y lentamente se desvestÃa ante la mirada extasiada del chico, que sentÃa que el deseo iba in crescendo, en verdad la muchacha era muy hermosa, después se acostaba junto a él y lo empezaba a acariciar, hasta que el muchacho sentÃa que iba a enloquecer. Hasta ahà llegaba el sueño, despertaba con gran excitación, deseando que llegara otro sueño donde pudiera ir más allá.
Un buen dÃa, decidió esperarla en la calle para verla de cerca y tratar de hablarle, necesitaba oÃr su voz, que debÃa ser hermosa como toda ella, no resistÃa más verla solo desde su ventana.
Ese dÃa decidido, se colocó en la esquina contraria a donde venÃa la muchacha, cuando la vio en el otro extremo de la calle, sintió que las piernas le temblaban, un sudor lo invadió, sin embargo, consiguió sobreponerse para ir a su encuentro.
LucÃa, encantadora, con un vestido amplio que no impedÃa adivinar sus formas, ella se acercaba y Julián repetÃa mentalmente las palabras que pensaba decirle, tenÃa que aprovechar la oportunidad.
Cada vez estaban más cerca, el muchacho sentÃa un hormigueo en el estómago y un nudo en la garganta le impedÃa hablar, se acercaba lentamente y en unos segundos estarÃa frente a ella.
- 3 -
Cuando estaba a menos de un metro de la muchacha, Julián bajó la cabeza y tiró sus llaves para poder agacharse, no podÃa hablar, podÃa percibir el perfume de la chica, recogió sus llaves mientras la muchacha pasaba, desconsolado la vio alejarse, se sentÃa desdichado y cobarde por no haber podido hablar con su amada, nunca habÃa estado tan cerca de ella, su pasión se vio incrementada sensiblemente, desconsolado se dirigió a su casa, donde estuvo encerrado toda la tarde.
El siguiente dÃa que la aparición pasó, Julián habÃa conseguido prestada con un buen amigo una cámara de cine, que montó cuidadosamente en su ventana, filmando a la muchacha desde que aparecÃa en el extremo de la calle, hasta que daba vuelta en la otra esquina.
Aunque la pelÃcula no era un dechado de perfección, al muchacho le pareció excelente ya tenÃa algo más de ella, una pelÃcula que veÃa varias veces al dÃa, de la misma pelÃcula sacó varias fotos y mandó hacer un póster con su primo Juan que trabajaba en una tienda de fotografÃa. Estaba endeudado por mucho tiempo, pero no importaba, ella lo valÃa.
El martes de la siguiente semana Julián estuvo en la ventana hasta las cinco de la tarde y la muchacha no pasó, se sentÃa el ser más desdichado de la tierra, algo malo le habÃa sucedido a su amada, pero ya vendrÃa el siguiente jueves.
El jueves ni siquiera comió, pretextando un malestar estomacal, se plantó en la ventana desde las dos de la tarde deseando que la hermosa chica pasara e hiciera su vida agradable.
Dieron las tres y, luego, las tres y cuarto, hasta que dieron las cuatro de la tarde, ella no iba a pasar, las lágrimas salÃan de los ojos de Julián, desconsolado no aceptaba que la chica hubiera desparecido sin previo aviso, pero, ¿cómo iba a dar un previo aviso, si, él, cobarde, nunca se atrevió a dirigirle la palabra para confesarle lo que sentÃa?
La siguiente semana Julián no salió de su casa, una bronquitis lo postró en la cama. Él sentÃa que estaba enfermo por la ausencia de ella, sin embargo, los dÃas de costumbre no abandonó la ventana hasta bien entrada la noche con la esperanza de que ella volviera a aparecer.
Su madre, preocupada, lo observaba y no atinaba a descubrir que era lo que le sucedÃa a su hijo, era inútil preguntarle, sabÃa que Julián nada dirÃa, la preocupación era grande, la mujer no sabÃa qué hacer.
- 4 -
Se acercaba la fecha del cumpleaños de Julián y su madre le preparó como nunca, una fiesta que necesariamente lo harÃa alegrarse, invitó a sus amigos, a sus primos y a todos los familiares que apreciaban sinceramente al muchacho.
Ella nunca volvió a aparecer y Julián festejó su décimo segundo cumpleaños con más pena que gloria.
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Emilio Enrique Acevedo
Sobre el autor
Emilio Enrique Acevedo
Aquà Entre Nos
Emilio Enrique, escritor mexicano nacido en el Distrito Federal, bajo el signo de Sagitario (diciembre 2) es autor de La Niña del Tepeyac, obra que lo ha dado a conocer en algunos países de Centroamérica y en su país. Radicado actualmente en Colombia, dirige en Valledupar una Fundación que tiene tres grandes objetivos: La Culura, la asistencia al campo colombiano con nuevas técnicas de cultivo y el apoyo a personas con cáncer. Es compositor y músico, área donde ha tenido buenos resultados. Enamorado de Colombia, espera desde este país proyectarse a toda latinoamérica como escritor, tarea a la que está entregado.
1 Comentarios
Felicitaciones .Sr Emilio Enrique La firma literaria ,transporta al lector a una capacidad de entender y comprender cada párrafo . Muchos éxitos.
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