Literatura
Antorchas: algunas minificciones
2
Frida Kahlo se acaba de cortar el cabello. ¡Está emputada! Bebe tequila a pico de botella. Toma las tijeras y la entierra varias veces en un lienzo.
Al minuto, ya solo sobrevive un ojo del rostro de Diego Rivera.
5
Hipatia de Alejandría se despertó sobresaltada. Desde la azotea miró hacia el edificio de la biblioteca. Una lágrima. El brillo del sol en los techos impregnados por la arena. Suspiró al recordar las llamas y el humo de los papiros extendidos en el sueño.
Y durante toda esa mañana, Hipatia no hizo sino repetir:
“Las manos empuñan conchas marinas afiladas. Duele la piel del pensamiento. Se avecinan siglos invadidos por la niebla…”
9
Jesús de Nazaret, recargado contra una piedra, se agarra la cabeza a dos manos. Anunciado para la tarde El Sermón de la Montaña y… ¡cómo es posible que no recuerde ni una parábola!
22
Antes de abrirse el vientre con una daga, y que uno de los soldados de su pequeño ejército lo decapitara con la katana para completar el seppuku, Yukio Mishima vio rodar su cabeza por un camino rodeado de crisantemos, siguió por un puente y, escalón por escalón, rebotó hasta quedar oculta bajo las sombras de una máscara.
En esa noche, el rugido del mar, dio a entender que contenía el acero ensangrentado de todas las batallas samurái.
Al día siguiente le correspondió al viento sacudir los cerezos del Japón.
37
La máscara de la “Muerte Roja”, todavía con olor a tinta de la pluma Allan Poe, se sienta en una silla mecedora. No tiene prisa. Encantada se mece con su guadaña echada al hombro. El banquero, sin sospechar en lo más mínimo que alguien está espiándolo, disfruta de un salmón ahumado y piensa en sus finanzas. La máscara de la “Muerte Roja”, todavía más cómoda por el sopor del clima a medio día, esperará tranquila a que el banquero termine de almorzar.
60
Desnuda, lavada en sangre de una doncella de catorce años que cuelga sobre su cabeza, la condesa Erzsébet Báthory, espera tranquila a una poeta para narrarle su historia. Eructa el vapor de la sangre, aferra un cáliz y dice:
—Poeta… Poeta… Poeta… No te olvides de traer papel y lápiz.
En Argentina son las diez y treinta y cinco minutos de la noche. Flora Alejandra Pizarnik ya tiene sueño…
61
Mi padre, el viejo Manuel*, que vive en la última casa de la última vereda del pueblo, se acaba de vestir de blanco. Alista unas tijeras en cruz, una cuchilla, una vela prendida, un clavel rojo, algodón, alcohol, una estampa y un vaso con agua sobre la mesita rústica. Apaga la lámpara y se acuesta bocarriba.
Le duele el pecho. Ojalá no demore el espíritu del doctor José Gregorio Hernández a operarlo.
*En memoria de un tejendero de ruanas y cobijas en lana de oveja. Mi padre: Manuel Antonio Barón Suíca (Viracachá, Boyacá 18 de diciembre 1932 – Bogotá 31 de agosto 2014).
122
Hoy, miércoles 30 de septiembre del año 2020, Mafalda, triste y pensativa, por primera vez quiere tomar sopa.
—Sopa, sopa —repite.
Camina hacia el patio, aprieta a dos manos sus mejillas y, en el momento de entrar en la casa y dirigirse a la cocina, eleva la mirada y dice:
—Quino, ya que te has ido, cuídate por favor de tantos espejismos en ese país de tono azul llamado cielo…
Jorge Osbaldo
Escritor boyacense. Ha publicado los libros Voces y piedras (minificciones), Madera de Árbol, Una burra de ojos verdes (novela), El antifaz de las máscaras (aforismos), 9 Difuntos (cuentos), La mujer de rojo (dramaturgia), Antorchas (minificciones), Vándalos(microrrelatos) y 28 buitres (novela) merecedora del Tercer Premio Nacional de Novela de la Universidad Central de Colombia
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