Literatura
Adiós a mi sangre pura
Qué envidia te tengo manantial, ¡mÃrate! siempre igual. Hace mucho te conozco y el tiempo no te ha pasado. Estás lleno de vida, de historias, de secretos. ¿Cómo lo haces? En todo tu recorrido logras mantener ese espÃritu joven y atrevido, esa fuerza incesante que te acompaña desde siempre, esas ganas de vivir; esas mismas ganas que hoy me faltan. ¡MÃrame condenado manantial, mÃrame! ¡Ya no soy nada, ya no tengo nada!
Mi vida es una bolsa de recuerdos, y yo, un enclenque inútil que ve pasar el tiempo con dos de sus extremidades en el pasado. El pasado, sin duda mà mejor momento, mi único buen momento. Hoy decanto recuerdos; al hacerlo puedo ver cómo mis venas se marcaban en mi piel, ¡qué buena sensación! Mis cascos azotando el suelo con la fuerza de mi coraje, mis patas apenas rozaban el pasto mientras el azabache de mi piel conquistaba el reflejo del sol. Era imponente. Asà como éste valle mi grandeza no tenÃa medida. Recorrà estas praderas con fogosa libertad, sustituà a mi padre con gallardÃa y mantuve la unidad de la manada. Fui noble y valeroso. Conocà cada rincón de este lugar. Los pastos más frescos estaban separados para que el gran macho comiera lo mejor. Respiré libertad, abracé la compañÃa de quienes seguÃan mis consejos y aceptaban mis órdenes. Los potrancos, herederos de mi linaje, jugaban a imitarme, y aquel que osaba desafiarme sabÃa que tendrÃa que alejarse de mi valle; mi valle, mi vida, mi bolsa de recuerdos.
Qué mierda, qué mierda tan seca en la que se convirtió mi historia, ¡ah...! Mi historia, un relicario de buenos momentos y de arrogantes encuentros sexuales; monumento a la virilidad, escalera ascendente al triunfo o a una caÃda en picada, da lo mismo. Mi actividad sexual se reduce a desear lo que no puedo tener, a ver en primavera un par de hermosas hembras pavonearse calurosas entre el pasto florecido. Cuantas ganas de montarlas, de mostrarles que aún puedo dar buenos crÃos. ¡Dios…! ¡Qué manera de hablar de más, a quién le miento! Con estas patas entumecidas por la edad no podrÃa saltarlas, no podrÃa aunque el olor de su intimidad logre calentar a este remedo de semental.
¡Ay manantial…! Recuerdo cuando conocà el amor. Cómo me gustó; una potranca mora, las ancas más lindas de toda esta pradera, de mirada coqueta y arrogante, de galope agresivo y ligero. Despectiva con los potros que la cortejaban; las yeguas más viejas se ponÃan celosas, la miraban mal. Nunca le importó, en su mundo de fantasÃa ella era una princesa y en el mÃo una reina, una reina que me acompañarÃa a ser el rey.
¡Como me gustó la condenada…!
Este no era cualquier potro. Toda esta pradera me pertenecÃa, mi padre era el garañón de la cuadrilla y yo ocuparÃa su lugar. Qué suerte la mÃa, qué suerte. Y qué suerte la de ella, todo un portento de semental. Quién podrÃa pensar que terminarÃa convertido en un escueto ladrón de oxigeno, simplemente el ocupante de un espacio que no le pertenece, o que no pertenece a ningún espacio.
Manantial, ¡viejo amigo! Ojalá tus aguas fueran de whisky para olvidar mi vejez. Me intoxicarÃa en buchadas grandes y olvidarÃa tanto mal sabor que me ha quedado en la vida. Correr para escapar no puedo; si pudiera, este mal sabor correrÃa conmigo. Qué ironÃa, el viento que jugaba a alcanzarme se burla de lo corto de mis pasos. Qué ironÃa ¡viejo amigo!
Ya ni la parca me quiere, sólo queda quejarme y esperar a que las luces se apaguen del todo. Qué maldita la muerte, me está quedando mal, tenÃamos una cita y se está demorando. Es probable que no quiera escuchar tanto lamento y por eso no aparece la condenada.
¡Vamos…! Ven por mÃ, mira que los buitres sobrevuelan mi existencia, miran atentos esperando que mi aliento me abandone, malditos carroñeros, no creo que encuentren carne en medio de tanto hueso.
No quiero prolongar mi sufrimiento, todo está dicho, no aumentaré tu tristeza con este dolor ajeno. Aceptaré con garbo mi derrota, ésta que me propinó el tiempo. Guardaré silencio, esperaré, como lo he estado haciendo, bajo la sombra de este ceibo escuchando a uno que otro pájaro. Armaré un rompecabezas de recuerdo para luego desarmarlo, clamaré perdón al cielo y esperaré a que la noche eterna venga y me guarde bajo su manto.
Â
Pepe Morón Reales
Sobre el autor
Pepe Morón Reales
Habemos PepeM
La Paz (Colombia, 1984). Después de interrumpir su carrera de medicina en la ciudad de Barranquilla, viajó a Bogotá a estudiar comunicación social. Ahí descubre su gusto por el teatro y comienza a introducirse, de a poco, en el mundo de las tablas. En el año 2007 se radica en Buenos Aires para formarse como periodista y combina su aprendizaje histriónico con su fascinación por la literatura.
En el 2009 participa en el concurso de Argentores y Metrovía y abre su primer blog donde intenta mostrar algunos de sus trabajos. A mediados del mismo año comienza a escribir Muerte De Cruz, su primera novela y la publica a finales de 2010.
Los años siguientes se vinculó con Gramática Comunicaciones, encargados de redactar los suplementos de Pymes y arquitectura de los diarios Clarín y Nación.
En el año 2012 se radica nuevamente en Colombia y ahí se prepara para el lanzamiento de su segundo libro llamado El Juego del Ahorcado.
0 Comentarios
Le puede interesar
El Estado natural de la cosas, premio Hispanoamericano de Cuento GarcÃa Márquez 2017
 ‘El estado natural de las cosas’, una colección de siete relatos que se adscriben al género fantástico, del escritor espaÃ...
Civilización y barbarie en la Literatura Latinoamericana
 La Literatura Latinoamericana tuvo que superar la tradición hispana en los inicios, para luego vagar en la indefinición de una ac...
Demostración
 De Sebastián Hurtado guardo un recuerdo de las clases de análisis II que compartimos en la Universidad Nacional (sede Bogotá). ...
José Luis Urón, el último liberal
Escribir nos permite ser la voz de los que son minorÃa, construir o reconstruir una historia desde un espacio intimo, y conocer a pers...
Noventa años del natalicio del escritor GarcÃa Márquez
 Las cosas suceden, cuando tienen que suceder. En una antigua rancherÃa de La Guajira, José Arcadio BuendÃa le ganó una pelea ...