Literatura

La fobia ortográfica de Gabito

Eddie José Dániels García

11/09/2023 - 04:50

 

La fobia ortográfica de Gabito
El premio Nobel Gabriel García Márquez / Foto: Créditos a su autor

 

Lo que más causó sorpresa en los miembros de la Real Academia Española fueron las diferentes expresiones que utilizó García Márquez para arremeter contra la ortografía castellana durante el discurso que pronunció en el Congreso Internacional de la Lengua Española, realizado en Zacatecas, México, el 7 de abril de 1997. Con una naturalidad asombrosa, propia de su temperamento tropical, y sin ningún aspaviento, el ilustre escritor colombiano se fue lanza en ristre contra los patrones tradicionales que sostienen la ortografía de nuestra antiquísima lengua castellana. Expresiones como “Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna”, “enterremos las haches rupestres”, “firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota”, “negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros”, “acabemos el dequeísmo parasitario” y otras sugerencias por el estilo, causaron una tremenda desilusión en los engolados académicos madrileños y en todos los orondos representantes de las diferentes academias hispanoamericanas que se encontraban en el evento. La sorpresa también se extendió a los numerosos artistas, escritores e intelectuales extranjeros que lucían felizmente las escarapelas de la invitación.

Recuerdo que aquel día, mientras Gabito leía su discurso, muchos de los asistentes, sobre todo, los “infalibles” académicos, solo atinaban a cruzar miradas, a gestar algunas muecas y a tocarse con los codos. Los más ilusos consideraron que estas propuestas no iban más allá de ser una más de las acostumbradas salidas tomapelistas de García Marquez. Otros, se atrevieron a pensar que Gabito, al proponer semejantes barbaridades, estaba perdiendo el juicio. Y muchos más, se amordazaron sus opiniones y, entre dientes, manifestaban que el famoso escritor tenía algo de razón. Y, como era de esperarse, al día siguiente las propuestas del Nobel fueron noticia universal y ocuparon la primera página de los principales diarios del mundo: “García Marquez pide suprimir la ortografía del castellano”, titularon algunos periódicos. Las críticas no se hicieron esperar y las opiniones resultaron divididas: los que censuraban al escritor y quienes lo apoyaban. Pero, Gabito no le prestó atención al entramado sarcásticocrítico que lo rodeaba, y así, como era su costumbre cada vez que armaba un alboroto literario, se burlaba de sus adversarios, se reía de ellos, mientras charlaba con sus amigos de confianza y saboreaba algunos tragos de su apetecido sello negro.

Esta era la costumbre que rodeaba la personalidad bromista del encumbrado escritor aracataqueño, cada vez que tenía la oportunidad de sembrar la duda, de expresar algún disparate o de generar algún interrogante curioso en las intervenciones que hacía frente a los periodistas que lo abordaban, en las parrandas con sus amigotes o en los discursos y conferencias que pronunciaba en cualquier encuentro de aparatosos escritores. Por este estilo, típico del genial novelista, se generaron un sinnúmero de anécdotas, de las cuales muchas han servido para alimentar la mitomanía de sus afiebrados seguidores, los cuales han sido clasificados por los estudiosos y analistas en tres categorías: gabófilos, gabólogos y gabómanos, según la afinidad que le profesen a la obra y a la personalidad del ilustre literato. Y frente a la inmensa cantidad de historietas que han circulado acerca de su arista vivencial, de las cuales, muchísimas de ellas fueron conocidas por Gabito, él mismo las afirmaba, las tergiversaba o las negaba, según la conveniencia de las mismas. Personalmente, he tenido la oportunidad de leer en muchas narraciones de autores diferentes varias anécdotas o episodios contados con argumentos distintos.

Y para satisfacción de las personas que jamás han podido con la ortografía, sobre todo, aquéllas que han escrito sal con “c”, las afirmaciones de Gabito, que iluminaron el discurso de Zacatecas, fueron reafirmadas por el escritor cataqueño a comienzos de siglo, cuando publicó su obra autobiográfica “Vivir para contarla”, y en cuyas páginas reafirma, con mucha vehemencia, su fobia ortográfica, la cual enfatiza con algunas afirmaciones, convertidas desde entonces en pildoritas gabitianas: “Hoy me doy cuenta de que tenía razón. Sobre todo, por la ortografía, que fue mi calvario a todo lo largo de mis estudios y sigue asustando a los correctores de mis originales. Los más benévolos se consuelan con creer que son torpezas de mecanógrafos”. En esta narración se refiere al sacerdote Pedro Reyes, quien era profesor del Colegio San José de Barranquilla, y desde la llegada de Gabito a cursar primer año en 1940, se empeñó en convencer a los superiores de que el alumno García Márquez no estaba preparado para cursar el bachillerato. Y era tanto el asedio que este cura le tenía al primerizo, que sus compañeros comenzaron a darle interpretaciones maliciosas a la persecución. Sin embargo, nunca hubo razones de peso para comprobarlo, comenta el escritor.

No obstante, Gabito siempre consideró que las otras habilidades que exhibía en los estudios, como eran: leer permanentemente, dibujar caricaturas de burlas, participar en el coro estudiantil, recitar poemas en las sesiones solemnes, cantar en las horas libres, escribir versos rimados a los compañeros y otras actividades llamativas, sirvieron para que los profesores se fijaran en él con buenas apreciaciones y no manifestaran ningún escándalo por sus faltas ortográficas. Y en relación con esta actitud de los docentes, un poco más adelante, al referirse a las cartas que él le enviaba a Luisa Santiaga, su madre, las cuales iban repletas de faltas ortográficas, el escritor manifiesta: “Al contrario de mi madre, que le escondía a papá algunas de mis cartas para mantenerlo vivo, y otras me las devolvía corregidas y a veces con sus parabienes por ciertos progresos gramaticales y el buen uso de las palabras. Pero, al cabo de dos años no hubo mejoras a la vista. Hoy, después de más de medio siglo, mi problema sigue siendo el mismo: nunca pude entender por qué se admiten letras mudas o dos letras distintas con el mismo sonido, y tantas otras normas ociosas que solo sirven para generar dudas y confundir a los escribientes”.

Otro tormento, aparte de la ortografía, que le trastornó la vida a Gabito, ocurrió cuando regresó a Barranquilla a repetir el segundo de bachillerato en 1942, el cual había abandonado, por quebrantos de salud, a mitad del año anterior. En ese entonces frisaba 15 años de edad, y en las largas vacaciones que permaneció en su pueblo, había experimentado su primera aventura sexual con una meretriz de Sucre, que, prácticamente, terminó violándolo. Sobre este referente, afirma el insuperable escritor: “No tenía un instante de sosiego por la desolación que me dejó en el cuerpo mi primera aventura casual. Todavía hoy no creo que sea exagerado creer que ésa fue la causa del ríspido estado de ánimo con que regresé al colegio, y obnubilado por completo por un disparate genial del poeta bogotano don José Manuel Marroquín, que enloquecía al auditorio desde la primera estrofa: Ahora que los ladros perran / ahora que los cantos gallan / ahora que albando la toca las altas suenan campanan; / que los rebuznos burran y que los gorjeos pajaran”. Para sorpresa de todos los profesores, Gabito se aprendió el texto completo, 48 versos, y lo recitaba por todas partes y a toda hora, delante quien fuera.

Pero, tal vez, nunca imaginó García Márquez, que varias décadas después, las propuestas de su discurso zacatequeño, hubieran surtido efecto y hubiesen alcanzado un amplísimo respaldo en las redes sociales, que cruzan actualmente las comunicaciones entre los seres humanos. Porque, la gran mayoría de los usuarios que utilizan estos esnobismos comunicativos, lo primero que hacen es apartarse de la rigidez ortográfica. En otras palabras, “han jubilado la ortografía”. Ya nadie le para bolas al uso de las mayúsculas, a la marcación de las tildes, al manejo de los signos de puntuación y mucho menos el empleo correcto de las letras difíciles. Como vemos, se está cumpliendo a cabalidad la propuesta gabiteña, sin que existan distingos de preparación o de formación lingüística en los diferentes usuarios. Y son muchos los que se ofenden cuando se les corrige cualquier error elemental. Otros, más recursivos aún, culpan de sus errores a los teclados del computador o del celular. Como podemos apreciar, en estos momentos, nuestra pulquérrima lengua castellana atraviesa una tremenda crisis estructural, la cual, con toda seguridad, estará siendo aplaudida por Gabito desde su placentera morada celestial.

 

Eddie José Daniels García

Sobre el autor

Eddie José Dániels García

Eddie José Dániels García

Reflejos cotidianos

Eddie José Daniels García, Talaigua, Bolívar. Licenciado en Español y Literatura, UPTC, Tunja, Docente del Simón Araújo, Sincelejo y Catedrático, ensayista e Investigador universitario. Cultiva y ejerce pedagogía en la poesía clásica española, la historia de Colombia y regional, la pureza del lenguaje; es columnista, prologuista, conferencista y habitual líder en debates y charlas didácticas sobre la Literatura en la prensa, revistas y encuentros literarios y culturales en toda la Costa del caribe colombiano. Los escritos de Dániels García llaman la atención por la abundancia de hechos y apuntes históricos, políticos y literarios que plantea, sin complejidades innecesarias en su lenguaje claro y didáctico bien reconocido por la crítica estilística costeña, por su esencialidad en la acción y en la descripción de una humanidad y ambiente que destaca la propia vida regional.

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