Música y folclor
El Pilón y otras delicias que causaron sensación
Todos sabíamos que el 26 de abril algo ocurriría en el corazón de Valledupar. Sabíamos que por una de sus principales arterias, la avenida Simón Bolívar, pasaría un flujo irreprimible de sentimientos y de imágenes apasionadas.
Y, justamente, ese placer es el que los lugareños y turistas quisieron volver a ver en la capital cesarense. En la vida, las cosas más bellas son aquellas más sencillas y conocidas. Aquellas que se repiten porque conllevan una carga afectiva y emocional indescriptible.
Al igual que ese tinto de la mañana, o ese jugo de guayaba que apacigua la sed en la tarde, el desfile de las piloneras aparece como una cita refrescante en los albores del festival, y con toda la naturalidad, despierta y aviva repentinamente las ilusiones de todo un pueblo.
En él, se ve reflejado el apasionamiento de una región, y por ese motivo, uno nunca se cansa de verlo, repetirlo, comentarlo y recordarlo. En esas instantáneas coloridas que almacena nuestra memoria está el verdadero placer del Festival.
En la calle Simón Bolívar, transitaron centenares de piloneras y piloneros. Todos con atuendos flamantes, movimientos y gritos llenos de vida, para ganarse el apoyo de la muchedumbre. Y es justo decir que todos se lo ganaron porque si unos desfilan con ganas otros responden con palmas siguiendo la ley del espejo (esa que dice que toda sonrisa se contagia automáticamente).
Sobre el ritmo del pilón –ese canto tradicional con alma africana– se construyen las escenas del campo de antaño, las sonrisas y el coqueteo entre hombre y mujer, que no pueden faltar en este inicio de fiesta, y aunque la melodía se repita hasta la saciedad, como la aguja de un reloj que repite el recorrido, en este esquema está también el secreto de la efervescencia y del calor humano, porque así es como se mantiene un ambiente candente.
Este año, las vallas protectoras adornaron gran parte del recorrido, mantuvieron las calles ordenadas pero sin obviar el carácter cercano y popular de las fiestas. Y ahí también está uno de los principales retos de los años venideros: preservar el carácter abierto de este evento y permitir la interacción con los concursantes o participantes, porque en este desfile se concentra gran parte del diálogo popular.
Los espectadores van a recrearse, es cierto –y lo hacen con la mejor intención–, pero también apoyan a los que bailan, los acompañan con exclamaciones, responden a sus sonrisas, en un juego que refuerza e ilusiona a las comparsas.
Con las delicias del pilón inicia el Festival Vallenato. Con ese sabor conocido y único arranca la mayor fiesta de esta región. Siempre es un gusto vivirlo y saber que está aquí para quedarse.
Johari Gautier Carmona
Para PanoramaCultural.com.co
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